Final

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Un año había pasado desde aquel oscuro episodio, y la vida había cambiado de formas que Lukas nunca había imaginado. Jesse, quien alguna vez parecía quebrado por el dolor, había logrado sanar poco a poco. Gracias al apoyo constante de Lukas, las terapias y su propia fortaleza, había recuperado su esencia. Aunque las cicatrices aún estaban allí, Jesse había aprendido a vivir con ellas, y su relación con Lukas había florecido. Se habían vuelto inseparables y, finalmente, su amor se había consumado. Oficialmente eran pareja, compartiendo un amor que los mantenía unidos incluso en los momentos difíciles.

La mansión, que había sido destruida por el ataque y el incendio, había sido reconstruida de cero. La nueva estructura era incluso más impresionante que antes, no solo en su diseño, sino también en el cuidado con el que había sido adaptada para ser un verdadero refugio para ambos. Grandes ventanales dejaban entrar la luz natural, los jardines florecían en armonía con el paisaje circundante, y el interior había sido renovado con un estilo moderno pero acogedor.

Lukas se encontraba en uno de los amplios salones, observando los toques finales de la decoración, cuando escuchó una voz familiar detrás de él.

—Nunca pensé que vería esta casa de nuevo, y mucho menos tan hermosa —dijo Margaret, la mujer que había sido como una madre para Lukas durante tantos años.

Lukas se giró, sorprendido pero con una cálida sonrisa al ver a Margaret de pie en la entrada. Había sido un tiempo desde que se habían visto, ya que ambos habían estado inmersos en sus propios procesos tras todo lo sucedido. Margaret, al igual que Lukas y Jesse, había pasado por su propio duelo, pero el brillo en sus ojos revelaba una fortaleza inquebrantable.

—Margaret —Lukas se acercó a ella y la abrazó con fuerza—. Me alegra tanto verte. Este lugar no sería lo mismo sin ti.

Margaret se permitió sonreír y miró a su alrededor, sus ojos recorriendo cada rincón del lugar.

—Lo has hecho muy bien, Lukas. Esta casa es un reflejo de lo que eres ahora... de lo que has construido junto a Jesse. Y no solo hablo de las paredes, sino de lo que significa para ambos.

Lukas asintió, sintiendo la verdad en las palabras de Margaret. La mansión ya no era solo un símbolo de riqueza o poder, sino un lugar donde él y Jesse habrían encontrado paz y donde podían seguir construyendo su futuro juntos.

—Ha sido un largo camino —admitió Lukas, suspirando—, pero estamos bien ahora. Jesse está mucho mejor... y yo también.

Margaret lo observó con cariño, orgullosa del hombre en el que se había convertido.

—Eso es lo que importa —dijo suavemente—. Que hayan encontrado la paz.

Lukas y Margaret se dirigieron hacia la terraza, desde donde se podía ver el amplio jardín que rodeaba la mansión. Las flores que Jesse había plantado se mecían suavemente con la brisa, y el sonido relajante del agua del pequeño estanque decorativo llenaba el aire. El atardecer pintaba el cielo de colores cálidos, y la paz que los envolvía parecía casi irreal.

—Nunca pensé que terminaría así —dijo Lukas después de un rato de silencio—. Después de todo lo que pasamos... aquí estamos. La vida parece más tranquila ahora.

Margaret lo miró de reojo, su expresión serena pero llena de sabiduría.

—A veces, la vida tiene que romperse en pedazos para que podamos reconstruirla mejor —respondió—. Tú y Jesse han pasado por más de lo que cualquier persona debería enfrentar, pero lo han superado juntos. Y ahora, lo que tienen... es más fuerte que nunca.

Lukas asintió, mirando a lo lejos. Sabía que Margaret tenía razón. Todo el dolor, la pérdida y el miedo que habían enfrentado solo habían fortalecido su vínculo con Jesse. Miró al horizonte, respirando el aire fresco, y en ese momento supo que había llegado el tiempo de dejar atrás los fantasmas del pasado. Habían logrado encontrar un lugar donde podían ser felices, donde el amor y la tranquilidad reinaban, y eso era lo único que importaba.

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La puerta corrediza que daba al jardín se abrió suavemente, y Jesse apareció en el umbral. Sus ojos brillaban con una paz que Lukas no había visto en mucho tiempo. Caminó hacia ellos, y Lukas sintió cómo su pecho se llenaba de una profunda calidez al verlo.

—¿Qué hacen aquí afuera? —preguntó Jesse con una sonrisa—. 

—Solo estamos disfrutando de este hermoso jardín que tú mismo has creado —respondió Margaret, con una chispa de orgullo en su voz—. Tienes un talento especial para dar vida a todo lo que tocas.

Jesse se ruborizó levemente, pero su sonrisa no desapareció. Lukas se levantó y se acercó a él, rodeando su cintura con un brazo.

—Estaba pensando en lo lejos que hemos llegado —dijo Lukas, su voz suave pero llena de significado—. Y en lo agradecido que estoy de que, después de todo, seguimos aquí, juntos.

Jesse lo miró a los ojos, con una sinceridad profunda en su mirada. Tocó suavemente el rostro de Lukas, dejando que sus dedos recorrieran la piel que conocía tan bien.

—Hemos llegado lejos —susurró Jesse—. Y todo valió la pena, Lukas... porque te tengo a ti.

El silencio que siguió estuvo cargado de emociones, pero era un silencio reconfortante, como si todo lo que necesitaban decirse ya hubiera sido expresado con una mirada.

Margaret, viendo la escena con una sonrisa, decidió darles su espacio.

—Los dejaré solos —dijo, con una sonrisa maternal mientras se alejaba hacia la casa—. Disfruten del atardecer. Se lo han ganado.

Cuando Margaret desapareció dentro de la casa, Jesse y Lukas permanecieron en la terraza, contemplando el cielo mientras el sol se escondía lentamente detrás de las montañas. El aire fresco acariciaba sus rostros, y el mundo a su alrededor parecía en paz.

—Nunca pensé que encontraría algo como esto —dijo Jesse en voz baja—. Después de todo lo que pasó... tenerte a mi lado es más de lo que hubiera imaginado. No sé cómo agradecerte todo lo que has hecho por mí.

Lukas negó suavemente, apretando a Jesse con más fuerza contra su pecho.

—No tienes que agradecerme nada. Esto... lo construimos juntos. Y siempre estaremos juntos, Jesse. Pase lo que pase.

Mientras Jesse y Lukas observaban el cielo teñirse de violeta y las primeras estrellas comenzar a brillar, Jesse se permitió perderse en sus pensamientos por un momento. A veces, todavía le costaba creer cómo había empezado todo. Recordaba el caos del pasado, el secuestro de Lukas que lo había sacudido hasta los cimientos. En ese entonces, jamás habría imaginado que su vida se entrelazaría de forma tan profunda con la de aquel hombre. Su relación con Lukas no había sido nada como él hubiera esperado. Jamás pensó que llegaría a amarlo con tanta intensidad, mucho menos en las circunstancias en las que se conocieron.

Aún podía revivir las primeras semanas de confusión, el miedo, la incertidumbre, pero también la atracción inevitable que había sentido por Lukas. Se había resistido al principio, convencido de que era imposible, que cualquier cosa entre ellos impensable. Pero ahora, allí estaba, de pie al lado del hombre que más amaba.

Jesse sonrió mientras miraba a Lukas, quien aún lo mantenía abrazado, su calidez envolviéndolo en una sensación de seguridad que le resultaba casi surreal. Jamás imaginó que se permitiría depender de alguien de esta forma, ni que encontraría en otra persona un amor que le permitiera sanar, reír y redescubrirse.

—A veces pienso en cómo empezó todo —dijo Jesse de repente, rompiendo el silencio con una voz suave, casi como si hablara consigo mismo—. Si me hubieran dicho que el secuestro que cambió mi vida sería lo que me llevaría a ti... habría pensado que estaban locos.

Lukas lo miró con curiosidad, pero también con una dulzura tranquila que siempre le había dado fuerzas.

—No sé en qué momento exacto pasó —continuó Jesse—, en qué momento dejé de verte como alguien distante y me enamoré de ti de una manera que nunca había creído posible. Lo veía... imposible. Pero ahora, aquí estoy, frente a la persona que más amo en este mundo, y no tengo dudas. Ni una sola.

Lukas sonrió, esa sonrisa que había aprendido a significar tanto para Jesse, y lo atrajo aún más cerca. En ese gesto, Jesse encontró toda la seguridad y certeza que alguna vez creyó inalcanzable.

—Nunca fue imposible, Jesse —susurró Lukas—. Solo necesitábamos encontrarnos de verdad, necesitábamos el tiempo y el espacio para darnos cuenta de lo que ya estaba allí. Ahora lo tenemos todo.

Jesse asintió, sintiendo una paz profunda que se había vuelto casi habitual en su vida. Lo que había empezado como caos y miedo, había terminado convirtiéndose en la historia más hermosa que jamás hubiera imaginado.

Allí, bajo las estrellas, con Lukas a su lado, Jesse supo que todo lo que había vivido había valido la pena para llegar a ese momento. Estaba donde siempre había querido estar, aunque no lo hubiera sabido desde el principio: al lado de la persona que más amaba, sin miedo, sin dudas, solo amor.

Jesse no pudo evitar sonreír mientras el aire fresco de la noche lo envolvía. Se volvió completamente hacia Lukas, sus ojos conectando en un instante de perfecta comprensión. Todo lo que necesitaban decirse ya había sido dicho, y en ese momento, las palabras eran innecesarias. Lukas también lo sabía. 

Con un gesto suave, Lukas levantó la mano y acarició la mejilla de Jesse, trazando un camino familiar con sus dedos. Jesse cerró los ojos por un segundo, disfrutando de la sensación de esa conexión tan íntima, tan segura.

Cuando abrió los ojos nuevamente, ambos sonrieron, sabiendo lo que vendría. Lukas se inclinó despacio, acercando su rostro al de Jesse, y en un susurro de aire y estrellas, sus labios finalmente se encontraron. El beso fue suave, lleno de ternura, pero también cargado de promesas silenciosas: el pasado había quedado atrás, y el futuro les pertenecía. Cada uno estaba donde debía estar.

El mundo alrededor desapareció, y en ese momento, solo existían ellos dos, unidos por un amor que había superado todo.

Cuando se separaron, sus manos seguían entrelazadas, y en sus corazones, ambos sabían que su historia, que había comenzado en el caos y el dolor, había encontrado su final feliz.

Juntos. Siempre

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