𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐗𝐈𝐈

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«•»

Una hora después de las charlas entre Charlie, Alastor y la pequeña Helen, que ahora estaba en brazos de su padre, la limusina avanzaba rumbo al hotel. Charlie miraba por la ventana, observando a los pecadores que pasaban, cada uno inmerso en su propia vida.

Un suspiro salió de sus labios mientras reflexionaba sobre todo lo que había sucedido. Al girar la mirada, se encontró con Alastor, quien sonreía mientras miraba a su hija con una ternura que le tocó el corazón. Esa expresión hizo que Charlie esbozara una pequeña sonrisa.

—Alastor... —. Comenzó, intentando sonar tranquila, aunque su voz delataba un nerviosismo palpable.

Alastor la miró, levantando una ceja con una sonrisa cerrada, mostrando interés.

—¿Sí, Charlie? —. Respondió, con un aire juguetón, como si supiera que algo importante estaba a punto de ser dicho.

—¿Eres capaz de amar? —. Preguntó Charlie, sintiéndose algo nerviosa y un poco sonrojada, pero decidida a afrontar la conversación.

Sus ojos se fijaron en el pelirrojo, buscando alguna señal en su expresión. Alastor, por su parte, se llevó una mano al mentón, como si estuviera considerando la pregunta con seriedad. En su mente, reflexionaba sobre el significado del amor, algo que siempre le había parecido distante y ajeno a su naturaleza.

Aunque sentía un profundo cariño por su hija, con Charlie la situación era diferente. Podía apreciar a la princesa del infierno, pero el tipo de cariño que sentía por ella no era el mismo que se da entre parejas.

La tensión en el aire era palpable, y ambos sabían que estaban en un terreno delicado. Alastor, con su característico aire de misterio, parecía sopesar sus palabras cuidadosamente. Charlie esperaba ansiosamente una respuesta, sintiendo que este momento podría definir un nuevo rumbo para su relación, aunque el futuro aún se mantenía incierto.

—Charlie, puedo sentir cariño, pero amar... eso es otra historia —. Dijo Alastor, su tono seco y firme, pero con esa eterna sonrisa que siempre lo acompañaba.

Las palabras resonaron en el aire, y Charlie sintió que su mirada se deslizaba hacia el suelo, buscando respuestas en el tapiz de la limusina. Asintió con la cabeza, entendiendo la realidad que se presentaba ante ella: Alastor nunca cambiaría. A pesar de su cariño por su hija, el amor que ella anhelaba nunca sería parte de su relación.

En ese momento, Charlie se dio cuenta de que, aunque sus sentimientos hacia Alastor no eran del todo amorosos, había algo en él que la atraía. Sin embargo, esa atracción no podía compararse con el amor profundo que deseaba.

—Ya veo —. Dijo Charlie, bajando la cabeza con un suspiro que revelaba su resignación.

Alastor, sintiendo un leve fastidio, pasó su mano por encima de la cabeza de Charlie, revolviendo suavemente sus cabellos dorados.

—Escucha, no importa si no sientes amor hacia ti. Quién sabe, a veces las cosas pueden cambiar —. Comentó él, con una sonrisa que parecía un intento de animarla.

Luego, dirigió su mirada hacia su hija, que seguía acurrucándose en sus brazos, buscando refugio en su figura. Charlie sintió el roce de la mano de Alastor en su cabeza y, aunque la realidad era dura, una chispa de esperanza comenzó a brotar en su interior.

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Quizás, algún día, Alastor podría abrirse a la idea de amar. A pesar de su comportamiento complicado, había momentos en los que parecía que había más de lo que mostraba.

Alastor, sintiendo que el ambiente se había aligerado un poco, decidió probar suerte con un chiste clásico de los años 30.

—Charlie, ¿sabías que el otro día vi a un pez que estaba haciendo yoga? —. Preguntó, manteniendo una expresión seria.

Charlie lo miró con curiosidad, sin saber qué esperar.

—¿en serio? —. Respondió, inclinando ligeramente la cabeza, intrigada.

—Sí, ¡pero no pudo encontrar su equilibrio! —. Lanzó Alastor con una risa contagiosa.

Al principio, Charlie se quedó un poco confundida, tratando de atar cabos, pero luego, de repente, la broma hizo clic en su mente. Una risa estalló de su boca, resonando en el aire como un eco de felicidad.

—Jajajaja, no sabía que un demonio como tú hacía chistes de papa —. Dijo Charlie, mientras su risa comenzaba a calmarse.

Alastor, con un gesto elegante, llevó una mano a su pecho y acarició suavemente la mejilla de la pequeña que seguía dormida en sus brazos. Era un momento delicado, un recordatorio de lo que realmente importaba.

—Oh, querida, hay veces en que un demonio debería soltarse un poco, ¿no lo crees? —. Preguntó él, sonriendo mientras se acercaba al rostro de Charlie, quedando a solo unos centímetros de distancia.

Charlie, al darse cuenta de lo cerca que estaban el uno del otro, sintió un pequeño cosquilleo de nervios. Los ojos color rubí de Alastor la miraban fijamente, y en ese momento, todo parecía cobrar más significado. Justo cuando estaba a punto de perderse en la intensidad de la mirada de su padre, el chofer interrumpió el momento.

—Ya llegamos —. Anunció el chofer, rompiendo la tensión que había en el aire.

Alastor y Charlie se separaron rápidamente, ambos un poco sonrojados y nerviosos. Con una mezcla de alivio y decepción, salieron de la limusina, encontrándose frente al hotel. Mientras caminaban hacia la entrada, Charlie no podía evitar sentir una mezcla de emoción y confusión.

Aquella cercanía había sido un instante fugaz, pero lo suficientemente potente como para hacerla reflexionar sobre lo que realmente significaba su relación.

«•»

Al llegar a la entrada del hotel, fueron recibidos por Niffty, que saltó ágilmente hasta quedar sentada en el hombro de Alastor. Con una sonrisa traviesa, él le pasó a la pequeña Helen a su madre, quien rápidamente se dirigió hacia las escaleras.

Charlie, aún con la adrenalina del momento anterior en su pecho, subió las escaleras, sintiéndose un poco más ligera. Pero no pasó desapercibida para Vaggie, quien decidió seguirla para hablar en privado.

Mientras tanto, Ángel, con su habitual despreocupación, se acercó a Alastor mientras chupaba una paleta.

—¿Y cómo te fue con tu suegro, jajaja? —. Preguntó con una sonrisa burlona, disfrutando del momento.

Alastor solo hizo una mueca, su sonrisa habitual no se desvanecía, pero había algo en su mirada que decía que no estaba dispuesto a entrar en detalles. Sin decir más, comenzó a caminar hacia el comedor con los brazos detrás de su espalda, dejando a Ángel con más preguntas que respuestas.

Mientras tanto, en la habitación de Helen, Charlie dejó a su pequeña en la cuna con cuidado, sintiendo una mezcla de amor y protección. Sin embargo, su momento de tranquilidad fue interrumpido por Vaggie, que se apoyó en el marco de la puerta, observando a su ex novia con una expresión que denotaba curiosidad.

—¿Y cómo les fue a ti y al hijo de puta de Alastor con tu padre? —. Preguntó Vaggie, su tono tranquilo contrastando con la intensidad de la pregunta.

Charlie suspiró, apartando la mirada de su hija para centrarla en Vaggie. Se acercó a la puerta, quedando frente a ella, y comenzó a relatar cómo la conversación había sido tensa, especialmente porque Alastor y Lucifer no se llevaban bien.

Pero después de hablar y hablar, todo se volvió más fácil y tranquilo. Sin embargo, decidió omitir la parte en la que Lucifer había propuesto una boda para ella y Alastor, así como el hecho de que Alastor se había negado a casarse.

—....ya veo —. Respondió Vaggie, cruzando los brazos y asintiendo lentamente mientras dejaba pasar a Charlie.

Charlie cerró la puerta de la habitación de su hija, sintiendo un pequeño peso en el pecho por lo que había decidido no contar. Comenzó a caminar por el pasillo hacia su propia habitación, con Vaggie siguiéndola de cerca.

Mientras caminaban por el pasillo, Charlie sintió una tensión en el aire que no pudo ignorar. Se detuvo y, dándose vuelta, miró a Vaggie con un destello de confusión en sus ojos.

—¿Por qué todavía me sigues, Vaggie? ¿Qué es lo que realmente quieres? —. Preguntó, una mezcla de vulnerabilidad y desafío en su voz.

La pregunta flotó entre ellas como un peso que necesitaba ser levantado, y Vaggie, al escucharla, se detuvo también, con el ceño fruncido.

—Porque estuve equivocada —. Respondió Vaggie, su mirada fija en Charlie, como si cada palabra fuera un paso hacia una verdad que había estado guardando.

—Quiero volver contigo —. Esa confesión sorprendió a Charlie, quien sintió que el mundo a su alrededor se detenía por un instante.

Charlie miró a Vaggie con una mezcla de tristeza y firmeza.

—Vaggie... ahora mismo no quiero hablar sobre ese tema —. Dijo tranquilamente, recordando los momentos difíciles y las palabras despectivas que había recibido de ella hace unos meses, cuando se enteró de que estaba embarazada de Alastor.

—¿Pero por qué?... —. Preguntó Vaggie, notando la desilusión en su voz.

Charlie apretó los puños, sintiendo la rabia y la frustración burbujear dentro de ella, pero se contuvo.

—¿Es por él? —. La pregunta de Vaggie era directa, y el ceño fruncido de su ex novia revelaba que sabía que Alastor estaba involucrado de alguna manera.

Charlie negó con la cabeza, intentando mantener la calma.

—No, el no tiene nada que ver —. Respondió, dándole la espalda a Vaggie mientras comenzaba a caminar hacia las escaleras.

La tensión en el aire se intensificó. Vaggie, sintiéndose molesta y frustrada, se quedó atrás, deseando poder hacer que las cosas fueran diferentes, incluso sintiendo el impulso de querer darle un puñetazo a Alastor por haber complicado tanto su vida.

Continuara.

𝐍𝐮𝐞𝐬𝐭𝐫𝐨 𝐌𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐄𝐫𝐫𝐨𝐫 ||| Chalastor Hazbin Hotel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora