♡ Capítulo 38 ♡

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Sin embargo, cuando entré a la habitación, mi corazón se detuvo por un instante. Allí, en la cuna, ya dormida profundamente, estaba nuestra bebé. Era una niña. Mi niña.

Me quedé inmóvil por un segundo, con la emoción apretándome el pecho. Lissi estaba profundamente dormida en la cama, claramente agotada, pero lucía tranquila. Me acerqué despacio, intentando no hacer ruido, para no despertarla. Pero no podía apartar la vista de la pequeña figura en la cuna.

Me sentí triste, muy triste, por no haber estado aquí cuando nació. Había soñado con ese momento durante semanas, deseando ser parte de su primer respiro en este mundo. Pero al mismo tiempo, una ola de felicidad me envolvió. Mi hija estaba allí, sana y durmiendo.

Me acerqué a la cuna, observando su pequeño cuerpo, y acerqué mi mano para acariciar su carita. Al tocar su manito, la bebé, aún dormida, me apretó el dedo con fuerza. Sentí algo indescriptible en ese instante, algo que nunca había experimentado. Mi niña.

Pero entonces, al observarla más detenidamente, me di cuenta de que era muy pequeña, más de lo que imaginaba. Mi corazón dio un vuelco al comprender que había nacido antes de tiempo. Prematura.

Acaricié suavemente su cabeza y sus manitos, pensando en lo delicada que era, en lo frágil que debía haber sido todo para Lissi sin mí a su lado. Me sentí culpable por no haber estado aquí para sostenerlas a ambas, para darles el apoyo que necesitaban.

Todo parecía en calma mientras acariciaba la pequeña manito de nuestra hija, pero de pronto, la bebé comenzó a llorar, su llanto suave pero creciente llenó la habitación. Me asusté. No esperaba que despertara tan de repente, y mucho menos que llorara con tanta fuerza. Con torpeza, la tomé rápido en brazos, tratando de sostenerla con cuidado, temiendo que por ser tan pequeña, pudiera hacerle daño si no la sostenía bien.

—Tranquila, pequeña... todo está bien —susurré, intentando calmarla, aunque mi nerviosismo no ayudaba mucho. Comencé a mecerla de un lado a otro, deseando que se tranquilizara, pero mi inexperiencia como padre me tenía al borde de los nervios.

De pronto, escuché a Lissi moverse en la cama. Se despertó de golpe, y en su mirada vi la confusión cuando miró hacia la cuna vacía. Su rostro cambió rápidamente al pánico.

—¡Emily! —exclamó, levantándose con rapidez, mirando desesperada hacia todos lados—. ¿Dónde está?

Me quedé inmóvil por un segundo, intentando calmar la situación, pero antes de que pudiera decir algo, Lissi me vio, y al darse cuenta de que nuestra bebé estaba segura en mis brazos, su expresión cambió por completo. Sus ojos se llenaron de alivio, y luego de felicidad.

—Finn —dijo, casi sin aliento, con una sonrisa que lo decía todo.

Se acercó rápidamente a nosotros y me abrazó, con una mezcla de emoción y gratitud. La bebé seguía llorando suavemente, pero al sentir a su madre cerca, se fue calmando poco a poco.

—No sabía que ya habías llegado... —dijo Lissi, con lágrimas en los ojos, abrazándome con fuerza.

—Llegué hace poco... —respondí, devolviéndole el abrazo mientras la apretaba contra mí—. No sabía que ya había nacido... lo siento tanto por no haber estado aquí.

Lissi se apartó un poco para mirarme a los ojos, con una sonrisa aún en su rostro.

—No te preocupes —susurró—. Ahora estás aquí, y eso es lo que importa.

Nos quedamos así, abrazados los tres, mientras la pequeña Emily se calmaba en mis brazos, rodeada del amor de su madre y su padre.

Lissi me soltó suavemente del abrazo y, con una sonrisa cansada pero llena de ternura, tomó a Emily de mis brazos. Con movimientos delicados, se acomodó en la cama y, mientras arropaba a nuestra pequeña, se preparó para darle el pecho. Emily, aún adormilada, se prendió rápidamente, buscando consuelo y alimento.

El corazón de una Princesa ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora