11.- Sexta Llamada

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Frank pasó la semana de inducción de buena manera. Iba en la mañana, regresaba en la tarde y comía con su hijo que cada día crecía más, y ¿por qué no? Se ponía más hermoso. Y él podía decirlo, porque era el maldito padre.

"Padre". Jamás pensó que podría aceptar una palabra tan maléfica con tanta facilidad. Le gustaba estar con su hijo, ponerle ropa increíble y que todo el mundo se acercara para verlo de cerca. Adoraba la forma en la que su boquita se elevaba cada vez que tomaba del biberón, e incluso, comenzaba a tolerar el cambio de pañales.

Claro que tuvo que cancelar muchos compromisos, por ejemplo, la fiesta de novatos en la universidad, pero realmente extrañaba a Aidan. Realmente, quería pasar, el mayor tiempo posible con él, y dejar atrás las borracheras a cambio de ese bebé no sonaba tan descabellado ahora.

Le hubiera gustado escuchar la voz de Gerard felicitándolo por su gran avance, porque su mente cambió todas las prioridades, y si ahora tronaría los dedos, sería para que los deseos de Aidan se hicieran realidad. Le hubiera gustado que Gerard lo abrazara, pero las pocas palabras intercambiadas no avanzaban más allá de un "cómo estás" y acuerdos para recoger a Dan de la escuela. El pequeño saldría a las tres de la tarde y Gerard llegaría a las ocho. No era mucho tiempo, y Frank estaba feliz de compartirlo con el niño de ojos verdes, pero es que su papá...

"Déjalo, Frank. Sólo... déjalo y ve con Aidan".

El primer fin de semana fue tranquilo. Había pocos niños y mucho tiempo para llamar a su madre y preguntar por Aidan. También pudo "practicar" con los otros niños y entablar conversación con las madres.

Llegó el domingo, y al día siguiente, sería el primero en que tuviera que ir por Dan, por lo que llamó a Gerard esa noche, y simplemente, lo mandó al buzón. Intentó dos veces, con el mismo resultado. A la cuarta, decidió dejar un mensaje.

-Mañana iré por Dan, no te preocupes Gerard, vamos a estar bien, confía en mí.

Una quinta llamada, y un nuevo mensaje.

-Sabes que si tienes problemas en llevarlo, yo también lo puedo hacer, pero por favor, háblame.

Lanzó un suspiro y se tiró sobre la cama. Aidan dormía en la cuna que estaba a su lado y daba las gracias a todos los Santos por tener el hijo más tranquilo del mundo. El más dormilón y el bebé que tal vez, gane un récord Guiness por los ronquidos más altos en la categoría infantil.

Luego de analizar y sonreír ante su estupidez, hizo una sexta llamada, y liberó todo.

-Jamás creí que fuera a pasar, ¿sabes Gerard? Jamás lo creí, pero me enamoré de Aidan. Tengo que agradecerte, porque, cuando estaba muriendo de miedo, apareciste tú, con esa devoción hacia tu hijo que provocó en mí una inmediata admiración. Sólo podía pensar que si ese hombre era tan feliz por tener una pequeña copia de sí mismo que alimenta palomas, algo de especial debería de tener. Y vaya que lo tiene. Me gustan sus dedos, la forma en que me toman de la ropa cuando le doy su biberón -suspiró-. Me gusta todo de él. Y es mío. ¡Es increíble!...

Un pequeño pitido se dejó oír. Tal vez había pasado el límite de tiempo en el mensaje de voz, por lo que hizo la séptima llamada. Siete. "El número de la suerte".

-Bueno, Gerard, sólo quiero agradecerte. Has sido un gran amigo, y ya me imagino que dirás "No agradezcas Frank, es mi trabajo" -imitó la voz del mayor-, pero no es eso. Lo nuestro no es una relación paciente-psicólogo. Es... -se detuvo. Tendría que manejar bien las cartas. Sus palabras deberían ser precisas, su voz clara y firme. Y debería de ocultar el evidente tiemble en sus piernas, manos y en la voz-. Eres un gran amigo. Todos me dieron la espalda cuando les dije que no podría ir de fiesta. Y tú, bueno... lamento si lo que dije en el café fue... -Es difícil. Realmente le duele, y quiere llorar. Frank se siente más divo que nuca. Más dramático. Más humano y no un tonto títere de moda-. Realmente me importas. Me importan, y los... -dudó. Tenía una palabra perfecta en la punta de la lengua-. Aprecio -pero no la usó-. Perdona lo que dije, no quise ofenderte, jamás volverás a oír de mi parte nada parecido, sólo quiero que todo sea como antes. Por favor...

Un nuevo pitido y ya no hubo más llamadas. Ahora, sólo quedaba esperar.

Mañana será un nuevo día.

Una nueva oportunidad.

Y el primer día de escuela para Dante Way.

Padre Soltero [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora