César
No sé qué pensar. Esta última semana, Tatiana ha estado rara, como ausente. No quiere comer a veces y se queda callada, perdida en su mundo, como si estuviera tratando de resolver algo en su cabeza. Y no quiero ser paranoico, pero... hoy no ha contestado el teléfono en todo el día. Ni siquiera un mensaje, ni una llamada perdida. Nada. La última vez que hablamos fue ayer en la noche, y, aunque dijo que estaba cansada, algo en su tono me dejó intranquilo.
Le he dado mil vueltas, intento tranquilizarme, decirme que probablemente está ocupada con el trabajo... pero cuando pienso en ese tal Marcos, siento como si una bola se me atascara en la garganta. Sé que ella se da a respetar, nunca me ha dado razones para dudar, pero saber que ese tipo le tira el rollo y que pasan horas juntos... me vuelve loco.
Para liberar un poco la tensión, busqué a Cristhian. Si alguien podía ayudarme a verlo desde otro ángulo, era él, caminando de un lado a otro, y finalmente, cuando él entró, lo abordé sin preámbulos.
- Cristhian, ¿tienes un segundo?
- Claro, ¿qué pasa? - preguntó, con esa sonrisa despreocupada que siempre tiene, como si nada en el mundo fuera tan grave.
Suspiré, intentando poner en orden mis pensamientos. Me senté en el sillón y él me imitó.
- Es Tatiana… esta semana ha estado rara, no sé… distante. No sé qué le pasa.
Él levantó una ceja, pero no perdió la sonrisa.
- ¿Y eso qué tiene de raro? Las mujeres suelen tener días así, ¿no? Tú también tienes tus días, César.
- Sí, pero es que... hoy ni siquiera me ha contestado. Y no es normal en ella. Le mandé mensajes, la llamé, nada. Y luego está ese tal Marcos...
Cristhian se echó a reír, como si le hubiera contado un chiste.
- ¿Estás celoso de Marcos? ¡Por favor, gemela! Seguro que Tatiana solo está ocupada o agotada por el trabajo.
- No te rías, Cristhian. No es sólo celos, es... una sensación de que algo no está bien. La he notado diferente, ausente. Y, además, tú sabes que ese tipo le tira la onda.
- Tatiana es más lista que eso. No va a caer en algo tan obvio, y mucho menos con un tipo que trabaja con ella. ¿No te parece que estás exagerando? No puedes armar una novela en tu cabeza cada vez que no responde a los cinco minutos.
Frustrado, me llevé las manos a la cara y dejé escapar un suspiro. Sabía que tenía razón, pero no podía sacarme el maldito nudo del estómago.
- Es que no lo entiendo, Cristhian. Esta semana se ha ido sin siquiera desayunar, y cuando intenta comer, apenas prueba bocado. Y si le pregunto qué le pasa, solo me dice que está cansada. Pero... yo sé que hay algo más.
Cristhian me dio una palmada en el hombro, intentando ser comprensivo.
- Mira, César, si en verdad hay algo que te preocupa, díselo directamente, sin rodeos. Tal vez te estás ahogando en un vaso de agua. Las mujeres no siempre dicen lo que pasa porque esperan que uno adivine. Si algo le molesta, seguro está esperando que tú le des espacio para abrirse.
En ese momento, Luna, se acercó al escuchar nuestra conversación. Ella siempre ha sido observadora, como si supiera lo que pasa antes de que uno se dé cuenta.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara, César?
- Es Tatiana... anda distante - resumió Cristhian, todavía con su tono de burla.
Luna suspiró y se encogió de hombros.
- Tal vez sólo está cansada por el trabajo. ¿Tú cómo andas de paciencia, hermano? Porque a veces Tatiana solo necesita su espacio, y tú no eres el más fácil cuando te pones así, ¿eh?
Quería responderle, decirle que estaba equivocado, pero... algo en sus palabras me hizo reflexionar. Quizás sí estaba exagerando. Quizás sólo era cansancio. Pero no podía ignorar esa inquietud.
- Solo... no sé, chicos. Es esa maldita sensación. ¿Y si hay algo más? ¿Y si no me está diciendo algo?
Luna rodó los ojos, pero con una sonrisa que intentaba tranquilizarme.
- Confía en ella, César. Hablen, pero dale espacio también. Si Tatiana se siente presionada, es más probable que se cierre.
Me quedé en silencio, dejando que las palabras de ambos dieran vueltas en mi mente. Intenté convencerme de que tenía que ser paciente, que probablemente Cristhian y Luna tenían razón. Pero la inquietud seguía ahí, latente, un recordatorio constante de que algo estaba fuera de lugar.
•••
Tatiana
Cuando salí del target con el vino y el pastel, tenía el corazón en la garganta. Sabía que necesitaba a Zaith, su apoyo incondicional, antes de enfrentar a César. Habíamos bromeado sobre este momento tantas veces, cómo él sería el primero en enterarse si alguna vez llegaba a estar embarazada, y yo, de igual forma, si un día él iba a ser papá. La señal era clara, nuestro vino favorito y un pastel de chocolate. Eso significaba “noticia importante”.
Subí las escaleras de su edificio y toqué la puerta, con algo de culpa porque sabía que recién había terminado su turno de 48 horas. Por fin abrió, con los ojos medio cerrados, despeinado, en pijama, y en cuanto me vio, suspiró exageradamente.
- Tatiana, ¿tienes idea de la hora? ¿Sabes que el sueño es sagrado para mí? - dijo mientras se recostaba contra el marco de la puerta, tratando de aparentar molestia, pero con una sonrisa.
Sonreí de lado, tratando de no soltar la carcajada.
- Lo sé, lo sé, pero esto es importante. ¿Me dejas pasar?
Entré y me senté en la barra de la cocina mientras él bostezaba y se rascaba la cabeza, todavía con ese aire de zombie. Me miró, intentando descubrir por qué estaba ahí.
- A ver, ¿qué pasa? Porque si esto es para contarme que peleaste otra vez con César, ¡te advierto que cobraré extra!
- No es por eso, ya verás - respondí, intentando no romper a reír por los nervios.
Saqué la botella de vino de la bolsa, bien envuelta, como un regalo. La coloqué sobre la barra y se la extendí. Zaith frunció el ceño, mirándola, sin entender. La tomó en las manos y me miró, confundido.
- ¿No está un poco temprano para tomar? ¿O es que de verdad peleaste con César? - preguntó, curioso.
Me mordí el labio para no reírme, pero no dije nada. Solo lo miraba, esperando a que lo recordara. Al principio me observaba a mí, luego a la botella, y de repente, vi cómo algo hacía clic en su cabeza. Su rostro se iluminó con sorpresa y me miró con los ojos abiertos como platos.
- ¡Jueputa! ¡¿Estás embarazada?! - gritó con una mezcla de incredulidad y emoción.
Ahí fue cuando no aguanté y solté la carcajada, sintiéndome repentinamente ligera, aliviada. Él me abrazó fuerte, con esa energía de quien no puede contener la alegría.
- ¡Tati, no puede ser! ¡¿Voy a ser tío?! - exclamó mientras me soltaba y tomaba mis hombros, viéndome como si quisiera confirmar que todo era real.
- Sí... sí, voy a ser mamá - le dije, mi voz un poco quebrada entre la risa y el nerviosismo.
Zaith se llevó las manos a la cabeza, como si tratara de procesar todo.
- ¡Jueputa! No puedo creerlo. Espérame aquí, tengo que buscar algo. ¡No te muevas! - dijo mientras corría a su habitación, medio gritando.
Se escuchaba el ruido de cajones y armarios abriéndose y cerrándose mientras sacaba cosas. Volvió con una libreta llena de garabatos y recortes, y me la puso en las manos, emocionado.
- Mira, esto es todo lo que he estado guardando para mi propio hijo, ¡pero ahora es para ti! Ideas para ropa, cosas para el cuarto, nombres… ¡Tati, ni sé por dónde empezar!
Pasamos las siguientes dos horas repasando sus ideas, hablando de todo, nombres de bebé, ideas para decorar el cuarto, y él insistiendo en que ya era hora de ir viendo ropa de maternidad. Se veía tan emocionado que me hacía sentir más segura de lo que estaba por hacer, como si todo fuera a estar bien. En un momento, Zaith se detuvo, me miró con seriedad y dijo.
- ¿Y César? ¿Cómo crees que se lo va a tomar?
Bajé la mirada, mordiéndome el labio. Eso era lo que me tenía en ascuas. Aún no sabía cómo reaccionaría.
- No lo sé, Zaith. Tengo miedo… No sé si estará listo para esto. No quiero que se sienta presionado o asustado.
Zaith me tomó la mano, mirándome con calma.
- Tati, escúchame bien. César te ama. Sí, puede que se sorprenda, pero va a estar feliz. Con todo lo que ha pasado, esto es lo que necesita para recordar que hay cosas hermosas en este mundo. Solo... respira, ¿sí?
Asentí, sintiéndome más segura. Lo que vino después fue Zaith en su máxima expresión, ayudándome a armar la sorpresa para César. Juntos preparamos una caja con pequeños detalles, zapatitos de bebé, un body diminuto que decía fan #1 de papá y una carta escrita de mi puño y letra. Me ayudó a decorarla y a elegir las palabras exactas.
De repente, revisé el teléfono y vi los mensajes que César me había dejado en el día, todos preocupados y algunos casi celosos. Me sentí culpable por no haberle respondido antes, así que le envié un mensaje.
Mi vida💚
Amor, discúlpame, estuve ocupada y no vi el teléfono. Yo también te amo, guapo. Te invito a cenar esta noche en el departamento; quiero contarte algo. Te espero a las 8 pm, Te amo.
Zaith miró el mensaje antes de que lo enviara y sonrió, aprobándolo.
- Así está bien. Si se pone nervioso, que se lo imagine - Se echó a reír, dándome un último abrazo antes de que me fuera.
Regresé a casa y me puse manos a la obra. Pedí la cena de nuestro restaurante favorito, porque no podía resistir el antojo. Limpié un poco el departamento, acomodé la mesa y dejé la caja en el centro, con un lazo rojo. Finalmente, encendí unas velas, y me quedé esperando, tratando de calmar mis nervios.
•
•
•