LXXII

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César

No sé qué pensar. Esta última semana, Tatiana ha estado rara, como ausente. No quiere comer a veces y se queda callada, perdida en su mundo, como si estuviera tratando de resolver algo en su cabeza. Y no quiero ser paranoico, pero... hoy no ha contestado el teléfono en todo el día. Ni siquiera un mensaje, ni una llamada perdida. Nada. La última vez que hablamos fue ayer en la noche, y, aunque dijo que estaba cansada, algo en su tono me dejó intranquilo.

Le he dado mil vueltas, intento tranquilizarme, decirme que probablemente está ocupada con el trabajo... pero cuando pienso en ese tal Marcos, siento como si una bola se me atascara en la garganta. Sé que ella se da a respetar, nunca me ha dado razones para dudar, pero saber que ese tipo le tira el rollo y que pasan horas juntos... me vuelve loco.

Para liberar un poco la tensión, busqué a Cristhian. Si alguien podía ayudarme a verlo desde otro ángulo, era él, caminando de un lado a otro, y finalmente, cuando él entró, lo abordé sin preámbulos.

- Cristhian, ¿tienes un segundo?

- Claro, ¿qué pasa? - preguntó, con esa sonrisa despreocupada que siempre tiene, como si nada en el mundo fuera tan grave.

Suspiré, intentando poner en orden mis pensamientos. Me senté en el sillón y él me imitó.

- Es Tatiana… esta semana ha estado rara, no sé… distante. No sé qué le pasa.

Él levantó una ceja, pero no perdió la sonrisa.

- ¿Y eso qué tiene de raro? Las mujeres suelen tener días así, ¿no? Tú también tienes tus días, César.

- Sí, pero es que... hoy ni siquiera me ha contestado. Y no es normal en ella. Le mandé mensajes, la llamé, nada. Y luego está ese tal Marcos...

Cristhian se echó a reír, como si le hubiera contado un chiste.

- ¿Estás celoso de Marcos? ¡Por favor, gemela! Seguro que Tatiana solo está ocupada o agotada por el trabajo.

- No te rías, Cristhian. No es sólo celos, es... una sensación de que algo no está bien. La he notado diferente, ausente. Y, además, tú sabes que ese tipo le tira la onda.

- Tatiana es más lista que eso. No va a caer en algo tan obvio, y mucho menos con un tipo que trabaja con ella. ¿No te parece que estás exagerando? No puedes armar una novela en tu cabeza cada vez que no responde a los cinco minutos.

Frustrado, me llevé las manos a la cara y dejé escapar un suspiro. Sabía que tenía razón, pero no podía sacarme el maldito nudo del estómago.

- Es que no lo entiendo, Cristhian. Esta semana se ha ido sin siquiera desayunar, y cuando intenta comer, apenas prueba bocado. Y si le pregunto qué le pasa, solo me dice que está cansada. Pero... yo sé que hay algo más.

Cristhian me dio una palmada en el hombro, intentando ser comprensivo.

- Mira, César, si en verdad hay algo que te preocupa, díselo directamente, sin rodeos. Tal vez te estás ahogando en un vaso de agua. Las mujeres no siempre dicen lo que pasa porque esperan que uno adivine. Si algo le molesta, seguro está esperando que tú le des espacio para abrirse.

En ese momento, Luna, se acercó al escuchar nuestra conversación. Ella siempre ha sido observadora, como si supiera lo que pasa antes de que uno se dé cuenta.

- ¿Qué pasó? ¿Por qué esa cara, César?

- Es Tatiana... anda distante - resumió Cristhian, todavía con su tono de burla.

Luna suspiró y se encogió de hombros.

- Tal vez sólo está cansada por el trabajo. ¿Tú cómo andas de paciencia, hermano? Porque a veces Tatiana solo necesita su espacio, y tú no eres el más fácil cuando te pones así, ¿eh?

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora