CAPÍTULO VI: QUERONTE

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Lentamente las puertas se acercaban, tratando de distraerse la joven inspeccionaba la entrada enfocando la vista tal cual lo haría un águila. Sus guardianes eran ahora más claros y la joven veía que estos sostenían encogidos sobre sus espaldas el peso de la entrada.

—Desde aquí veo que el pórtico tiene inscrito algo sobre el dintel. —alzó sobre el viento la voz nuestra doncella ensangrentada.

—Pues así es, sobre el pórtico está escrito "los que aquí entráis abandonad toda esperanza." —Le contestó Miguel sin que su voz transmitiera aquel agorero mensaje con alarma alguna.

Asha se paró en seco, Miguel un poco sorprendido se volteó a verla.

—¿Es preciso Miguel mi guía que tomemos una ruta de tan negras promesas?

—Es vuestro camino hasta el mundo de los vivos, mas no temas tanto la aciaga prevención pues no aplica a nosotros que vamos protegidos.

Os sigo, —dijo la muchacha en voz baja mientras notaba su error al tomar los pilares del pórtico por dos estatuas animadas o algo parecido, pues en verdad era un solo ser, gigante, pero justo por la mitad escindido, y ambas partes separadas por el ancho de la entrada no paraban de retorcerse y gritarse.

—¿Que espectáculo horrible es este Miguel? —dijo sin hacer precisión alguna pero el hombre comprendió a que se refería.

—Esto que ves no es otra cosa que la misma condición del alma humana cuando se ha apartado de la Gracia, dividida en eterno conflicto contra si misma se halla, ciega en la oscuridad, se acusa, se condena y se atormenta y creyéndose así neciamente vencedora, por un lado muestra congoja y por otro alegría.

—Temo pasar por aquella puerta de locura, Miguel por favor tomemos otro camino, no importa si toma más tiempo pues no nos ha de faltar el sustento.

—Desde ahora en adelante procura no temer así Asha, o mejor dicho, has que prime siempre la virtud del valor en tu corazón, mas tampoco hay otro camino para vos hasta el mundo de los vivos. No temas a las criaturas que habitan este remedo existencia, aunque se muestren terribles no conocen la Gracia y temerosos se esconden de su luz como los insectos bajo las piedras lo hacen del sol.

—Os sigo, —dijo la muchacha por segunda vez mientras continuaba espiando desde la distancia el errático actuar del escindido coloso que soportaba el peso de la entrada del Hades sobre sus espaldas dividas. Cuando estuvieron más cercanos a la entrada el eterno soliloquió de los pilares se volvió audible, y todo lo que decía aquella cosa no hacía sentido alguno, fluctuando rápidamente por el espectro entero de las emociones humanas, de manera tal que cuando una mitad blasfemaba contra el cielo orgulloso, la otra se encogía lastimera y se humillaba y cuando esta última gritaba de angustia y dolor, la otra gemía de placer como si encontrara gozo en sus penurias. Asha esquivó la vista de la mórbida imagen porque seguir contemplándola parecía perjudicial a la cordura, mas intentó al menos no temblar mientras caminaba observándose los pasos, la mano en la empuñadura del estoque solo para sentirse algo más segura, no obstante desde cada lado las vociferantes y contradictorias exclamaciones la enervaban. De pronto las enemistadas mitades del coloso cesaron su discordia y preguntaron al unisono,—¿Quien viene ahí, no es oveja de nuestro redil?

La mitad a su derecha contestó —¡Es quien ha prendido fuego al castillo! Yo la he visto en los establos, poco antes de que se viera el humo. —Y la de la izquierda agregó con voz de sorna y reproche —¡Es la reina del páramo helado! Mas, que extraño, no trae su majestad corona.

Y luego ambas mitades volvieron a hablar juntas, y está vez en verdad hablaron horriblemente —La traición es corona del pecado, ¿Como ha podido? ¿Como ha podido? —vomitaron ambas mitades el disonante sonido impregnado de una mezcla de amenaza y congoja.

          

—Has que callen, —dijo Miguel con sequedad enmudeciendo al coloso escindido.

Asha que se había refugiado en las espaldas del guía, se sintió como si lo que le pedían fuera algo imposible, pues en verdad no entendía como podría silenciar aquella monstruosidad que desafiaba la razón y que además parecía poder moverse entre sus pensamientos de forma similar a como lo hacía "el regente" cuando mantenían conversación.

—Si les ordenáis que callen os harán caso, si les habláis por la Gracia y lo hacéis sin miedo, recuerda que os dije que exaltaras el valor, mas no importa, encontrad manera de hacedlos callar porque pronto empezarán de nuevo.

—Entonces crucemos rápido mientras aún están callados. —dijo la muchacha presurosa.

—Creo que ya comienzan de nuevo, hacedlos callar.

Asha entendiendo que lo que hacía aquella cosa monstruosa era escarbar en busca de discordias internas y secretas y que de esa manera era capaz de proyectar lo que a ella más le aquejaba y le dolía, salio desde detrás del guía y encaró las puertas del hades sin esquivar su mirada, mas como entendía que era todavía en estas cosas mucho menos diestra que Miguel, se limitó a producir a Eurídice y tañó las cuerdas buscando alguna melodía de las que le hubieran susurrado los pájaros mientras paseaba entre los frescos sauces de Arcadia, y concentrándose así en el viento que ahora amable transportaba sus memorias, ella misma se sintió como si estuviera ahí de nuevo, en aquel lugar de ensueño tan disonante con su realidad actual, y así se calmaron sus pensamientos hasta que su angustia y dudas quedaron atrapadas en la melodía que interpretaba, encerradas tras las siete cuerdas, al menos de momento. Ambas partes del coloso que sostenía la entrada callaron entonces definitivamente, convertidas en muerta piedra.

Traspasaron el umbral y la áurea vista de la muchacha reveló tenuemente una amplia caverna, mas tras un tramo, el agua que se escuchaba tintinear por todas partes, comenzó a ganar espacio a la piedra hasta que el suelo quedó convertido en un delgado muelle en el que no cabían los dos de lado, Asha intentó alcanzar las paredes o el techo de la caverna con la luz de sus ojos, mas parecía que los limites de aquel abismo sobrepasaban la capacidad de su prodigiosa mirada.

Caminando tras de su guía divisó al final del muelle, junto a una barca que se mecía tranquila en las negras aguas, una figura alta mas encorvada, y al verlo Asha pensó que negro es el miedo y oscura es la pena, pero la visión que era aquel barquero le pareció incluso más sombría, estirado pero contrecho, nudoso y triste parecía como un árbol muerto.

—Precisamos de este transporte, —dijo Miguel al tiempo que ponía un pie en la barca, no temáis a Queronte que no os hará nada, subid, subid. —Y viendo Asha que las palabras de Miguel no provocaban reacción alguna en el barquero, subió a bordo y se sentó sobre el suelo de la proa y habiendo hecho esto, como si alguien hubiera dado invisible orden, el dueño de la barca dio vigoroso impulso apoyando el remo contra la piedra del muelle y pronto se encontraron surcando las aguas negras.

—Queronte, has más luz —ordenó Miguel tras unos minutos y el barquero sacudió las aguas con el remo, un brillo verde y azulado iluminó el lecho del río ahí por donde la barca avanzaba dejando una fantasmal estela que en nada pronto se esfumaba.

—Mirad esto Asha, —dijo Miguel indicando para que dirigiera la vista hacía el fondo del río.

La doncella asomó cabeza curiosa y sus rasgos de fina fiera fueron iluminados por el fantasmal brillo que se esparcía rebotando entre incontables monedas relucientes que hacían ahora las veces del lecho del río, y eran estas de todos los metales, pesos y denominaciones, y se amontonaban en estiradas torres como las que construye libremente el coral, como si buscaran alcanzar la superficie del río apiladas las unas sobre las otras, y si Asha hubiera sido distinta, le hubiera bastado con estirar el brazo para coger un puñado, mas viendo Miguel que esta no sentía inclinación alguna de tal naturaleza, ni al parecer de ninguna otra, continuó de esta manera.

AshaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora