Minho, aprovechando la distracción, se soltó del agarre de su padrastro y retrocedió.
—Mamá, él...- comenzó a decir, pero no pudo terminar la frase. Se sentía abrumado por la situación y no sabía cómo explicar todo lo que había pasado.—No te preocupes, mamá, todo está bien.- dijo Minho, tratando de sonar tranquilo. Se dio la vuelta y se dirigió a su habitación, cerrando la puerta de un portazo.Su madre se quedó mirando a su esposo, confundida y preocupada. —¿Qué estaba pasando?- preguntó.
El esposo se acercó a ella y le tomó la mano.
—¿Acaso no escuchaste a Minho? Todo está bien, cariño.- Su voz era suave y tranquilizadora, pero sus ojos brillaban con una intensidad que no pasó desapercibida para su esposa.—No estoy segura de que todo esté bien- respondió ella, sintiendo un nudo en el estómago. —Minho se veía muy nervioso.
El padrastro sonrió con falsa amabilidad. —Los adolescentes son así, siempre tan dramáticos. Seguro que solo fue una pequeña discusión.
La madre de Minho no estaba convencida, pero decidió dejar el asunto por el momento. Sabía que si presionaba a su marido, la situación podría empeorar.
Minho cerró de golpe la puerta de su habitación y se dejó caer sobre la cama. La habitación, antes un refugio, ahora se sentía como una prisión. Quería gritar, quería llorar, pero la rabia lo paralizaba. Odiaba a ese hombre con todo su ser.
Sus ojos se posaron en su brazo, donde aún palpitaba el rastro del agarre de su padrastro. Un pequeño moretón empezaba a formarse, un recordatorio tangible del abuso que sufría. Con un suspiro, se levantó y se dirigió al baño. Necesitaba limpiar esa sensación de suciedad que lo invadía.
El agua caliente del baño envolvió su cuerpo, pero no logró calmar el dolor que sentía. Cada gota que caía sobre su piel era como una lágrima más que se sumaba a su sufrimiento. Se frotaba con fuerza, como si quisiera borrar todas las marcas que su padrastro había dejado en él.
Mientras el agua corría por su cuerpo, Minho se sentía cada vez más impotente. ¿Hasta cuándo tendría que soportar esto? La ira y la tristeza se mezclaban en su interior, formando un cóctel amargo que lo consumía por dentro.
Se apoyó contra la pared de la ducha, dejando que el agua cayera sobre su rostro. Cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear los recuerdos de todos los momentos en los que su padrastro lo había humillado y maltratado. Pero era inútil, las imágenes volvían a su mente con una claridad dolorosa.
Se sentía solo, abandonado. A pesar de tener a su madre y a su hermano, nadie parecía comprender realmente lo que estaba pasando. Se sentía atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.
Con un suspiro, Minho abrió los ojos y apagó la ducha. Se envolvió en una toalla y salió del baño, sintiéndose un poco más limpio, pero igual de roto por dentro.
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Mientras tanto, en casa de Félix, la mañana transcurría de manera muy diferente. Félix estaba desayunando con su madre, quien lo observaba con una sonrisa maternal.
— ¿Cómo te fue ayer con Minho y los chicos? — preguntó ella, sirviéndose más café.
— Muy bien, mamá. Nos divertimos mucho — respondió Félix, sintiendo una punzada de culpa al recordar la preocupación que debía estar sintiendo Minho en ese momento.
—Hablando de Minho, ¿En dónde está?-dijo sirviendo más café.
—Ya se fué, dijo que tenía cosas que hacer.
— Me alegro mucho. Se nota que se quieren mucho — comentó su madre.
— ¿Tan temprano? Bueno, supongo que necesitaba descansar después de todo lo de ayer — respondió su madre con una sonrisa satisfecha adornada en su rostro.
Mientras desayunaban, la madre de Félix le dirigió una mirada cálida.
— Estoy tan contenta de que estén juntos. El Minlix, es la pareja más adorable que conozco.
Félix se sonrojó levemente. Aunque apreciaba el entusiasmo de su madre, no podía evitar sentir una punzada de culpa. Sabía que la situación con Minho era más complicada de lo que parecía.
En los días siguientes, Félix intentó comunicarse con Minho en varias ocasiones, pero este no respondía a sus mensajes ni a sus llamadas. Nuevamente.
Félix comenzó a preocuparse seriamente. ¿Qué le estaría pasando a Minho? La idea de que algo malo le pudiera estar sucediendo a su novio lo aterrorizaba.
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El sol comenzaba su descenso, pintando el cielo con tonalidades de naranja y rosa. Félix y Minho caminaban de la mano, saliendo de la academia. La brisa suave acariciaba sus rostros, llevando consigo el aroma de los árboles y las flores del jardín. Sin embargo, a pesar del hermoso atardecer, una nube gris parecía cernirse sobre Minho. Félix lo notó casi de inmediato. Su sonrisa habitual se había desvanecido, reemplazada por una expresión distante y preocupada.
— ¿Todo bien, Minho? — preguntó Félix, entrelazando sus dedos con más fuerza.
Minho forzó una sonrisa. — Sí, claro. ¿Por qué preguntas?
Félix frunció el ceño. Conocía a Minho mejor que nadie y sabía que algo lo estaba molestando. — No lo sé, solo te veo... diferente. Como si estuvieras pensando en otra cosa.
Minho suspiró. — Es solo... mucho trabajo últimamente.
Félix no quedó convencido. Tomó las manos de Minho entre las suyas, mirándolo fijamente a los ojos. — Mírame, Minho. Sé que algo te está pasando. Puedes contarme lo que sea, ¿sí?
Minho bajó la mirada, evitando la intensa mirada de Félix. — De verdad, no es nada importante.
Félix no se rindió. — Minho, eres importante para mí. Si algo te está molestando, quiero saberlo para poder ayudarte.
Minho asintió lentamente, pero seguía reacio a hablar. Félix apretó sus manos con más fuerza, y sin querer, tocó un moretón en el brazo de Minho.
— ¡Ah! — exclamó Minho, apartando el brazo.
Félix se asustó. — ¡Lo siento mucho, Minho! No fue mi intención.
Minho frotó su brazo, tratando de disimular el dolor. — No te preocupes, ya pasó.
Félix examinó el moretón con atención. Era de un color morado oscuro y tenía una forma irregular. Su corazón se aceleró. — ¿Te hiciste esto?
Minho dudó un momento antes de responder. — Fue un accidente. Me golpeé con la puerta.
Félix no creyó ni una palabra. Conocía a Minho desde hacía mucho tiempo y sabía que él no era el tipo de persona que se lastimaba a sí mismo. — Minho, por favor, no me mientas. ¿Tu padrastro volvió a hacerte daño?
Minho bajó la cabeza. — Fue solo una discusión. No fue nada grave.
Félix sintió una oleada de ira y tristeza. ¿Cómo podía Minho minimizar lo que le estaba pasando? — Minho, eso no es una discusión. Eso es abuso. Y no te lo mereces.
Minho lo miró con los ojos llenos de lágrimas. — Lo sé, pero no sé qué hacer.
Félix lo abrazó con fuerza, tratando de transmitirle todo su amor y apoyo. — No estás solo, Minho. Yo estoy aquí para ti. Juntos podemos enfrentar esto.
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I LOVE YOU
RandomAmar en silencio es como llevar una piedra en el corazón. Y más aún cuando esa piedra es tu mejor amigo. Minho lo sabía bien. Desde hacía tiempo, sentía algo más que una simple amistad por Félix, pero el miedo a perder su valioso vínculo lo mantenía...