38. Mellizos

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Alessia Bouffart

20 de junio

Regresamos a Milán días después del fallecimiento de Bastien. Hubo silencio de Adrien por días, su silencio fue su luto.

Yo solo podía abrazarlo, hubo muchas veces que lloró y yo lo sostuve. No dejaría que se derrumbara.

Ahora se encuentra bien, está tratando de seguir con su vida. He hablado con él, le he dicho que tiene la opción de ir con un psicólogo, de hablar del tema con un especialista.

Está en la duda, no solo fui yo quien se lo dijo, también Dom y Gio. Cuando esté preparado para ir allí estaré dándole mi apoyo.

A veces cerrar ciclos, heridas o demás cosas nos toma tiempo, a aveces no sabemos cómo y es ahí donde podemos acudir a pedir ayuda. No está mal, al contrario es un bien.

Por ahora lo he visto mejor, lo he visto con más ganas aún así sigo con la idea de que debe buscar ayuda para canalizar todo ese dolor.

Estoy en la cocina, he venido por unas galletas.

Definitivamente mi cuerpo ya no soporta todo el peso que llevo de más, mis bebés pesan mucho y siento que cada vez se acerca la fecha de su nacimiento. Ocurrirá en cualquier instante.

Regreso a la habitación que estoy ocupando en la planta de abajo.

Al entrar a la habitación no lo ve por ningún lado, aún no sale de la ducha.

Adrien está aquí, justo ahora está debajo de la regadera tomando un baño. Ayer llegó por la tarde y pasó la noche por aquí.

El agua ha dejado de caer eso significa que termino de asearse. Pongo mi plato de galletas en la mesita que está a un lado de la cama.

Me acomodo en la cama, descanso mis pies, se ven un poco hinchados. Duelen y cansan.

Sale del cuarto de baño solo con una toalla alrededor de su cintura marcada. Le escurren algunas gotas de agua del cabello que se deslizan por su torso desnudo y bajan despacio hasta llegar a su ombligo para después perderse por la tela que lo cubre.

Me sonrojo de solo verlo.

—Mis ojos los tengo acá —me saca de mi concentración.

Camina despreocupado por la habitación exhibiendo su buen cuerpo trabajado.

—No te miraba —me hago la loca desviando la vista de él.

Veo que se acerca a mí. Se sienta cerca, muy cerca, lo más posible que logra.

—Yo vi que esos ojitos recorrían mi cuerpo —alarga su mano para tocar mi mentón—, ¿con un poco de deseo? —se lo pregunta como si él mismo encontrara la respuesta a su enigma.

Niego sin contestarle. Esto es embarazoso.

Hace meses que nadie me toca, ni yo me he atrevido.

Está demasiado cerca como para ver su torso y algunas venas remarcadas en su pecho, siempre he pensado que se le ven tan sexys.

Su cabello se ve más oscuro que su color real, aunque esté despeinado le queda perfecto.

—Espero que no solo me observes así, también quiero que me pienses y me desees —su aliento choca contra mi piel, está muy cerca, no me he dado cuenta cuando se acercó tanto—. Ahora podríamos...

No termina la oración pero sé que es lo que intenta decir.

—No podemos

—Lo sé preciosa, ya habrá tiempo —besa mi frente—. Lo primero es que tú estés bien con nuestros hijos.

El heredero Bouffart Donde viven las historias. Descúbrelo ahora