El sonido de las guitarras y la batería se colaba por cada rincón, llenando el aire de una vibración profunda que parecía hacer que el suelo mismo latiera al ritmo de la música. El festival de bandas locales estaba en pleno apogeo, y aunque la multitud estaba arremolinada frente al escenario, saltando y gritándoles a los músicos, yo no me sentía parte de esa energía. Para Cora, esto era un sueño hecho realidad. Ella vivía para la música, y hoy, con la banda de Liam en el escenario, parecía estar en su elemento, absolutamente absorbida por cada acorde.
Yo, en cambio, me sentía como un espectador distante. La multitud me incomodaba. El bullicio de las voces, el volumen ensordecedor de las guitarras, las risas de los demás... nada de eso me hacía sentir viva, al contrario. Mi mente divagaba, como siempre lo hacía, entre la incertidumbre de mi vida y los recuerdos de la piscina. Ese era el único lugar en el que alguna vez sentí que realmente tenía el control, aunque ahora parecía tan lejano, tan irrecuperable.
Cora, completamente inmersa en su emoción por ver a Liam, no parecía notar que me estaba desmoronando en silencio. Ni siquiera se detenía a mirar cómo me encontraba. Y, sinceramente, no la culpaba. Estaba demasiado emocionada para pensar en alguien más.
—¡Ahí están! —exclamó, tirando de mi brazo y dirigiéndome hacia la barra donde la banda estaba tomando algo antes de subir al escenario.
Lo que menos me apetecía en ese momento era estar cerca de ellos. Pero no tenía opción. Cora ya estaba arrastrándome sin que pudiera hacer nada para evitarlo.
Observé al grupo de Liam mientras nos acercábamos. Estaban rodeados por una pequeña multitud de amigos y seguidores. Liam estaba en el centro, charlando animadamente con algunos de los chicos. Su presencia era inconfundible. Era como si todos a su alrededor se sintieran atraídos por una fuerza invisible. Era carisma puro, o al menos eso pensaba yo en ese momento.
Lo miré de reojo mientras nos acercábamos. No lo conocía en absoluto, pero algo en su forma de estar ahí, despreocupado y relajado, me irritaba. O tal vez era la forma en que se movía, como si todo le estuviera permitido, como si el mundo fuera suyo para conquistar. Sus cabellos castaños estaban despeinados, pero no de una manera desordenada, sino que parecía intencional, como si no le importara cómo lucir. Y, aún así, esa imagen de desorden le daba una cierta elegancia, como si no tuviera que hacer ningún esfuerzo para ser atractivo. Y eso, me molestaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Cora, sin embargo, no veía nada de eso. Estaba absolutamente emocionada, y no podía esperar para acercarse.
—¡Liam, eres increíble! ¡Estoy tan emocionada de verte en el escenario! —dijo, su voz temblorosa de emoción, casi gritando.
Liam la miró, y sonrió. Esa sonrisa. Era genuina, cálida, y tuvo el poder de hacer que todo a mi alrededor se detuviera por un segundo. No lo entendía, pero había algo en esa sonrisa que desarmaba, que te hacía querer creer en algo más, en algo que se sentía fuera de lugar. No era solo una sonrisa, era como si el tiempo se aligerara a su alrededor.
—Gracias —respondió él, con una calma que contrastaba con la efusividad de Cora. Luego, como si fuera inevitable, su mirada se desvió hacia mí.
En ese momento, sentí una extraña presión en el pecho. Fue como si el aire se volviera más espeso. No me atreví a mirarlo directamente, pero lo sentí. Su mirada, aunque fugaz, había caído sobre mí con una suavidad que me hizo sentir algo incómoda. No entendía por qué, pero en ese breve instante, algo cambió en el aire entre nosotros.
Él no dijo nada. Su mirada pasó de Cora a mí, y yo, incapaz de evitarlo, lo miré de vuelta. Solo fue un par de segundos, pero en ese tiempo, sentí que algo en mi interior se movió, como si alguien hubiera tocado una cuerda que había estado dormida. No era una mirada profunda, ni una que tratara de leerme, pero sí hubo algo que me hizo sentir... expuesta. Como si me estuviera mirando más allá de lo que era visible, más allá de las palabras, de la imagen que intentaba proyectar.
—¿Y tú eres...? —preguntó finalmente, su voz relajada, pero con un tono que, aunque informal, parecía medir cada palabra. Como si estuviera buscando algo en mí, algo que no había visto antes.
Mi estómago se contrajo, y por un momento, las palabras se me atascaron en la garganta. No sabía por qué me sentía tan... vulnerable. ¿Qué me pasaba? Normalmente no me afectaban las miradas de extraños, ni mucho menos las de alguien que acababa de conocer. Pero algo en esa pregunta, en esa forma de mirarme, me hizo sentir incómoda, como si, por un instante, estuviera desnuda frente a él.
—Vega —respondí, mi voz más baja de lo que hubiera querido. Casi podía escuchar cómo mi propio tono traicionaba mis emociones.
Liam asintió con la cabeza, evaluando mi respuesta. Su sonrisa seguía allí, pero esta vez era diferente. Más suave. Más... intriga. No era simplemente una sonrisa amistosa, era una sonrisa que parecía decir: "Quiero saber más". ¿Qué significaba eso?
"¿Por qué me está mirando así?", pensé. Quise apartar la mirada, pero no pude. Era como si algo invisible me lo impidiera. Algo en él, en su presencia, me mantenía atrapada.
Cora, por su parte, no se percató de la tensión que había aparecido entre nosotros. Ella seguía entusiasmada, hablando sin cesar sobre lo emocionada que estaba por verlos tocar.
—¡Vega! ¡Tienes que verlos en el escenario! ¡Son increíbles! —insistió, arrastrándome de nuevo a la conversación.
Sonreí de manera automática, aunque mi mente seguía atrapada en ese momento, en esa mirada, en esa extraña sensación que no me dejaba en paz. "¿Por qué me siento así?", me preguntaba, mientras mis pensamientos seguían cruzándose a toda velocidad.
Liam, como si nada hubiera pasado, respondió a Cora con una sonrisa tranquila, como si mi presencia no tuviera mayor importancia, y siguió conversando con ella. Pero yo no podía quitarme de la cabeza esa chispa que había percibido, aunque intentara ignorarla.
"Quizás solo estoy viendo cosas donde no las hay", me dije, buscando racionalizar lo que acababa de ocurrir. Pero no podía. Algo en su presencia me había afectado de una manera que no lograba comprender.
La banda subió al escenario, las luces se apagaron y el ritmo de la música se apoderó del aire, envolviendo a todos los presentes. Pero a mí, en ese momento, no me envolvió la música. No, lo que sentí fue algo mucho más inquietante. Algo que no podía explicar, pero que, sin duda, iba a cambiar mi vida de alguna manera. Y eso, sinceramente, me asustaba.
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Rescatando el corazón
RomanceVega, atrapada entre las heridas de su infancia y el peso de sus sueños rotos, encuentra un inesperado apoyo en Liam, un cantante que equilibra sus propias inseguridades mientras cuida de los suyos. Sin embargo, las manipulaciones de su mejor amiga...