—¡Vayan! Tengan sexo —grité hacia John y..Yoko—. Vamos, vayan y tengan sexo.
Los vi desaparecer entre el bullicio de las personas en el estudio donde estábamos ensayando.
—¡Y el premio a la mejor pareja del año es para: John y Yoko! —volví a decir, Ringo me miró con lastima y reí—. ¿A quién conseguiremos como remplazo de George?
—Pensé en Eric Clapton —me dijo George Martín—, pero, todo depende de ustedes. Lo que si sé es que deben terminar los ensayos y el álbum en menos de dos semanas.
—Es una jodida mierda —opinó Ringo y expulsó el humo de su boca—. Digo: que George se haya ido en un momento así.
—Sí —respondí—, aunque podemos ir el domingo a hablar con él, ¿no?
—Es buena idea…
—Sí...
Luego de esa breve conversación, todos se habían ido, excepto yo, porque realmente necesitaba un respiro y no quería llegar abrumado a casa y hablarle mal a Linda o a mí hija.
—…¿Por qué cambiaste tanto?
Pregunté a la nada, mientras tenía una pequeña foto mia y de John cuando vivíamos en Hamburgo. Me dolía a montones el haberlo hecho cambiar, porque sé que es mi culpa; él me confesó sus sentimientos, me dijo que me amaba y que se había enamorado de mi, que para él no sólo era sexo; aunque para mí tampoco lo fue. Y yo le dije que no, porque pensé en el daño que le podría causar a Jane, cuando ya lo había hecho miles de veces y con mujeres diferentes. Y él a Cynthia, pero no con mujeres, sino; conmigo.
—¿Qué mierda pasa contigo, Paul? —era él, con algo de emoción y espanto, volteé—. ¿Por qué enviaste esa carta a Yoko insultándola?
Lo miré extrañado porque no sabía de qué hablaba.
—¿Carta? ¿Cuál carta?
—¿Cuál carta? —repitió con colera y me pasó un papel, en él se podía leer las palabras "eres una perra, maldita japonesa, ojalá mueras, no mereces a John", pero había un sólo detalle; ni siquiera era mi letra.
—Dices amarme, y ni siquiera conoces mi letra, Winston —le dije tajantemente—. Esta no es mi letra y aunque quisiera aveces decirle todo eso a Ono, ¿qué ganaría?
Él pareció quedarse en blanco, pero se me acercó.
—Mira, Paul —comenzó—…me tienes harto con tus malditos celos. Pareces una perra en celo. Eso es lo que pareces si querías mi opinión.
—¡Tú eres el que lo parece! —lo encaré—. ¡Fuiste y te casaste con ella por despacho!
—¡Y tú te casaste con la fea esa de la fotógrafa! —me reclamó y apreté los labios.
—¡De ella no vas a hablar así! ¡Linda es una dama!
—¡¿Una dama?! Ay, por favor, Mccartney. Tú esposa es una mujer fea, una groupie, te recuerdo que se metió con Mick Jagger, Jim Morrison y hasta conmigo quería.
—¡Te dije que te callaras! —le grité tomándolo del cuello de su camiseta y nuestros rostros quedaron muy, demasiado cerca—. No hables de mi esposa así.
—Cállame —se lamió el labio, y no pude resistirlo; besé sus delgados labios con furia y dolor. Con fuerza, como a él le gustaba.
Abracé su cintura, que estaba más pequeña que nunca, y él pasó sus manos por mi cuello y pelo. Sentí como mi pene se puso erecto en el justo momento en que le acaricié uno de sus muslos.
Mierda. Sus carnosos, gruesos, lechosos y suaves muslos.
—Te quiero coger —le demandé.
—Cógeme —aceptó él y entonces, le quité el estúpido abrigo de piel de esa mujer, la camiseta que traía puesta rápidamente se vio rota, y sus pantalones se vieron en el suelo junto a su ropa interior.
Agradecía con el alma que todos se hayan ido. Porque sino, no estaría viviendo ese momento.
—…Paul..—le besé su cuello repetidamente; besos húmedos y lentos. Con una de mis manos rodeé su pene y comencé a acariciarlo—. Oh...
—Extrañé esto —mascullé a su oído y luego bajé hasta quedar con su miembro a la punta de mi nariz, lamí el glande y lo succioné; tal y como sé que a él le gustaba—, sabes delicioso.
El pequeño hilo de saliva se mezcló con algo de semen pre seminal, y luego, acerqué mi boca e introduje todo su miembro en mi boca, sentía que me iba a ahogar pero el deseo podía más que yo.
—ah, princesa —gimió—, no recordaba lo buena que era tú boquita.
Le miré y le sonreí con los ojos, que estaban vidriosos, chupé con más profundidad (si era posible eso) y John tomó mi pelo, mientras, tiraba su cabeza hacia atrás.
Le dejé de masturbar y me paré.
—¿Por qué paraste? —me preguntó.
—Porque la parte que viene será la mejor, ¿no?
—Sí —sonrió él—, Paul, no me prepares.
—Te va a doler —le dije—, ¿estás seguro, Johnny boy?
—Totalmente seguro. Ahora, cógeme.
Reí, tomándolo de la cintura y él me quitó mi suéter junto a mi chaqueta y pantalones. Se relamió los labios al ver mi pene totalmente erecto.
—Ah, prepárate, Winnie boo —le piqué la nariz con burla.
—¡No me digas asi, Bonnie! —me despeinó.
Me senté en una silla, y John se sentó encima mio con cada una de sus piernas a mis costados. Tiré saliva en mi mano y luego lubrique mi pene, lo posicioné en la entrada de John y con mis manos lo ayudé a bajar.
—A..ah..—dijo con dolor y lo observé algo preocupado—, ha pasado mucho tiempo.
—Si.. estás muy apretado.
Momentos después de que se acostumbrara a mi tamaño para empezar con mis movimientos. John se aferraba a mis hombros mientras me montaba y yo le agarraba de la cintura para poder ayudarlo con las embestidas.
—Agh, mierda, Paulie —gruñó y me mostró su blanco y apetitoso cuello, el cuál comencé a lamer y a dejar besos húmedos.
—Me encanta tú culo —le di una fuerte nalgada y lo embestí con fiereza, cargándolo hasta dejarlo encima de nuestra ropa.
—¡Ah, Paulie, oh si! —curvó la espalda y pegó su rostro encima de mi suéter—. ¡Aah!
Sonreí al verlo asi, tan sudado, hecho un desastre y loco de placer por mi. Su pelo largo se pegaba a su rostro, sus lentes nos estaban y sus pequeños ojos tenían las pupilas dilatadas, su labio estaba hinchado y su rostro yacía rojo.
—Tan delicioso —lamí uno de sus pezones, y él agarró mi pelo—, extrañaba esto.
—Deja tú maldito sentimentalismo a un lado y cógeme más duro —mi cadera entonces; se movió con más profundidad y rapidez— ¡Oh, James! Mmmgh..
Su semen salió disparado en mi estómago. Y él suspiró entrecortadamente, mientras que yo me moví unos instantes más hasta dejar todo mi semen dentro de él, cuando salí de su interior, me acosté a su lado.
—Fue muy bueno recordar viejos tiempos —suspiró—. Pero, me tengo que ir.
—¿Tan rápido? John, pero...
—Paul, sabes que estoy con Yoko, y esto fue sólo una cogida, igual; ni pensé que serías tú el que me lo hiciera. Pero, no me quejo.
Al terminar de ponernos la ropa, lo miré con dolor y él sólo rodó los ojos.
—Vamos, Paul, ¿no me digas que harás un drama por esto?
—No —forcé una sonrisa.
—Perfecto, nos vemos mañana..
—Si, mañana..