Siglo quinto de las colmenas de fuego (continuación)
Vector cayó de rodillas en la arena, el sobre apretado entre sus dedos ensangrentados. La frase seguía resonando en su mente como un eco:
"Cuando el perro no se deja domar, puede perder lo más preciado sin verlo."
El significado de aquellas palabras era un misterio, pero algo en su pecho le decía que contenían la clave para restaurar su reino perdido. Cuando alzó la vista, el horizonte pareció ondular como un espejo líquido. La luna más cercana, Ceniza Azul, proyectaba un resplandor tenue sobre las dunas, revelando una figura a la distancia. Era alta y delgada, con una capa que brillaba como si estuviera tejida de estrellas.
La figura alzó un bastón coronado con un cristal translúcido, y una voz resonó en el aire, suave pero imponente:
-Vector, último conde del reino blanco, ¿vienes buscando redención o venganza?
Vector se puso en pie con esfuerzo, la sangre que fluía de sus heridas empezaba a coagularse, pero la fiebre seguía ardiendo en su cuerpo. El insecto que lo había mordido le nublaba la vista, y sentía que la realidad se desmoronaba a su alrededor.
-Busco... respuestas -dijo con voz quebrada, pero firme-. ¿Quién eres?
La figura se acercó, deslizándose sobre la arena sin dejar huellas.
-Soy Khael, guardián de las Colmenas de Fuego y su conocimiento. Tu reino, tus batallas... todo está ligado a la llama que protejo. Pero antes de responder tus preguntas, debes demostrar que eres digno.
Khael golpeó el bastón contra el suelo, y la arena comenzó a girar en torno a ellos, formando un remolino que ascendía hacia el cielo. De la tormenta emergieron criaturas: insectos gigantes con caparazones cristalinos, que brillaban con los colores de un amanecer ardiente. Sus patas, afiladas como cuchillas, perforaban la tierra con cada movimiento. Vector retrocedió, sintiendo cómo sus fuerzas flaqueaban.
-¿Qué... qué debo hacer? -preguntó, tambaleándose.
Khael sonrió, y su voz adquirió un tono casi burlón:
-Sobrevive.
El primer insecto se lanzó hacia él, sus mandíbulas chasqueando con un sonido metálico. Vector apenas tuvo tiempo de reaccionar. Usó el sobre que llevaba como distracción, lanzándolo hacia el costado de la criatura. Al abrirse, el sobre desató un destello cegador que hizo retroceder al insecto. Dentro del sobre, Vector vio algo que no había notado antes: una pequeña gema carmesí, pulsando como un corazón.
Cuando la tocó, el mundo cambió. La arena bajo sus pies se transformó en un campo de vidrio, y su cuerpo, antes débil y agotado, se llenó de una energía ardiente. La fiebre que lo atormentaba desapareció, reemplazada por una claridad que le permitió ver los movimientos de las criaturas antes de que siquiera los hicieran.
-El Fuego del Amanecer... -murmuró Khael, sorprendido-. No esperaba que pudieras despertarlo tan pronto.
Vector, ahora revitalizado, alzó la gema hacia el cielo. De ella emanó una onda de calor que desintegró a las criaturas al instante. El remolino de arena se detuvo, y el silencio cayó sobre el desierto.
-He demostrado mi valía -dijo Vector, avanzando hacia Khael-. Ahora respóndeme. ¿Cómo recupero mi reino?
Khael lo observó con una mezcla de respeto y cautela.
-La gema que portas es solo el principio. Para restaurar lo perdido, deberás enfrentarte a las Doce Llamas de EXO. Cada una custodia una verdad que necesitas para reconstruir lo que el fuego consumió. Pero cuidado, Vector... el poder de estas llamas no perdona, y lo que descubras podría destruirte más rápido que salvarte.
Vector asintió, apretando la gema en su puño. Sabía que el camino que tenía por delante sería el más difícil que jamás había enfrentado, pero no estaba dispuesto a rendirse.
El viento sopló nuevamente, y la figura de Khael comenzó a desvanecerse junto con las arenas que los rodeaban. Cuando el paisaje volvió a la calma, Vector se encontró solo bajo las lunas del sistema EXO, con el desierto extendiéndose hacia el infinito.
El viaje había comenzado.

YOU ARE READING
Relatos del Sol
FantasyEn un mundo donde las lunas resplandecen sobre desiertos de cristal y secretos ancestrales arden en llamas eternas, Vector, el último conde del reino blanco, lucha por recuperar su legado perdido. Herido y febril, encuentra en el misterioso guardián...