Esta mañana el sol se asomó por entre las nubes grises, pero no sentí el calor. A veces pienso que mis huesos están demasiado fríos para que algo tan simple como la luz logre tocarlos. Estuve pensando en las sombras que habitan mi mente, aquellas que se desatan sin razón aparente, que surgen de la nada, como bestias hambrientas, y me arrastran a lugares oscuros donde la respiración se vuelve pesada y la cabeza se llena de imágenes fragmentadas. A veces siento que las sombras me han hecho suyo, que no soy más que una extensión de ellas, una proyección en un mundo que ya no me pertenece.
Me encontré con alguien, por casualidad, cuando bajaba por la calle. Fue un encuentro fugaz, una mirada entre desconocidos, pero algo en esa mirada me dejó inquieto. Era un hombre alto, rubio, con un aire distinto al resto de las personas que suelo ver por aquí. Sus ojos eran claros, casi fríos, pero algo en su porte me pareció... real. Como si de alguna forma él supiera lo que es estar atrapado entre la vida y la muerte, entre la luz y la oscuridad. Me sentí observado de una forma tan penetrante que no pude evitar desviar la vista rápidamente, pero en su cara pude ver un destello de algo que, por alguna razón, me inquietó.
Le vi entrar en la misma taberna en la que suelo refugiarme por las tardes. Cuando entré, él ya estaba sentado en una mesa al fondo, mirando por la ventana con una calma inusitada, como si el mundo fuera un lugar lejano, ajeno a él. No pude evitarlo, me senté cerca. No me atreví a hablarle, pero algo en su presencia me hizo sentir incómodamente expuesto, como si estuviera a punto de decirme algo que yo no quería escuchar.
Pasaron largos minutos en los que ni él ni yo nos dirigimos la palabra, pero podía sentir que una tensión se acumulaba en el aire, algo intangible, algo inevitable. Finalmente, él se levantó y se acercó a mi mesa sin decir una palabra. Por un momento, pensé que mi corazón iba a dejar de latir.
"Te he visto antes", dijo, con una voz suave, pero con una certeza inquietante.Mis ojos se entrecerraron, pero no dije nada. No supe qué responder. ¿Acaso lo había visto antes? No lo recordaba, pero había algo en su voz, en su presencia, que me dio la sensación de que me conocía mejor que yo mismo.
"Me llamo Artem," dijo finalmente, "y me parece que tú y yo compartimos algo en común.""¿Qué es eso?" pregunté, incapaz de evitar la curiosidad.Artem sonrió levemente, como si supiera que mis palabras eran solo un intento de ocultar algo más profundo, algo que ya estaba latente entre nosotros. "El miedo", dijo, y su voz pareció resonar en mi pecho como un eco. "El miedo a ser visto, a ser descubierto. El miedo a la verdad."
El silencio se instaló entre nosotros, y por un instante, tuve la sensación de que no estaba hablando conmigo, sino con algo que había estado dentro de mí todo este tiempo. Algo que, hasta ese momento, había permanecido oculto. Un miedo compartido, un miedo común entre nosotros. ¿Qué sabía él de mí? ¿Cómo podía haberlo adivinado? "¿Quién eres, realmente?" pregunté, sin poder evitarlo. Mi voz sonó más baja de lo que hubiera querido, como si la respuesta a esa pregunta fuera demasiado peligrosa para ser pronunciada en voz alta.
Artem me miró fijamente. Sus ojos, tan fríos, parecían leerme como un libro. "No importa quién soy. Importa quién eres tú, Gavrel."Mi cuerpo se tensó al escuchar mi nombre salir de su boca. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Quién era este hombre para conocerme tan profundamente, sin haberme visto nunca antes?"Nosotros no somos diferentes", dijo, y su tono se hizo más grave, como si estuviera compartiendo un secreto oscuro. "Ambos hemos pasado nuestra vida escondidos, como sombras en la penumbra. Ambos nos hemos sumido en la desesperación, en la mentira, en el miedo de ser nosotros mismos."
Me sentí como si todo el aire en la habitación hubiera desaparecido. No pude hablar. No pude moverme. Solo lo miraba, intentando comprender qué estaba sucediendo. ¿Por qué hablaba de mí de esa manera? ¿Qué quería de mí?Artem dio un paso atrás, y antes de irse, me dijo algo que nunca podré olvidar: "El mayor miedo que tenemos no es el de ser rechazados. El mayor miedo es el de aceptarnos a nosotros mismos."
Y se fue. Salió por la puerta sin mirar atrás, como si fuera tan fácil como respirar. Como si su presencia nunca hubiera existido. Me quedé allí, solo, con una sensación de vacío aún mayor que la que sentía antes. No sabía qué hacer con las palabras que me había dejado. No sabía qué hacer con lo que me había dicho. La verdad, la cruda verdad, era que había algo en sus palabras que tocó una fibra que yo había estado ignorando por años. El miedo. El miedo a ser yo mismo. El miedo a la aceptación. A lo que soy.
Y sin embargo, en el fondo, algo en mí temía que, al aceptarme a mí mismo, todo lo que he conocido, todo lo que he sido, se desmoronara como un castillo de cartas. ¿Y qué quedaría entonces? ¿Quién sería yo después de eso?Por la noche, después de que el viento se calmó y la ciudad quedó envuelta en su manto de silencio, me quedé mirando mi reflejo en el espejo. Ahí estaba yo. El mismo hombre que siempre he sido, pero ahora, algo había cambiado. El rostro de Artem, con su mirada penetrante, seguía allí, dentro de mí, recordándome que hay algo que jamás he podido enfrentar.Tal vez esté destinado a quedarme atrapado en esta jaula, sin poder salir. Tal vez no haya esperanza para mí.
Pero no puedo dejar de preguntarme... ¿y si está en mí la fuerza para romper las rejas, para liberarme de mis propios miedos? ¿Y si, por una vez, me permito ser visto? Quizás sea lo que me asusta más. Pero ahora, ya no puedo dejar de pensar en ello.
Gavrel.
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Gavrel's diary
Historical Fictionesta es la historia de vida, o mas bien el diario de nuestro queridisimo gavrel dostoievsky