Estaba sentada en el salón principal, con las manos sobre las rodillas, intentando disimular mi nerviosismo mientras escuchaba a los mortífagos discutir los planes de su próxima misión. Voldemort, sentado en la cabecera de la larga mesa, jugaba distraídamente con su varita, un gesto que a cualquiera podría hacer temblar.
—Mi señor —habló Bellatrix con su habitual fervor—, hemos confirmado que esta noche habrá una celebración en la casa de los traidores Weasley. Una boda. Se rumorea que el niño que sobrevivió estará allí.
Un murmullo recorrió la sala. Todos sabíamos lo que eso significaba. Harry estaba vulnerable, en un lugar lleno de aliados, pero también de distracciones. Un blanco perfecto.
—Excelente. —La voz de Voldemort cortó el aire como una hoja afilada—. Quiero que esta boda sea un caos. Si encuentran al chico... tráiganlo. Pero destruyan todo lo demás. Que sepan que no hay lugar seguro, ni siquiera en una celebración.
Draco, sentado a mi lado, parecía incómodo, con la mirada fija en algún punto del suelo. Yo, por otro lado, no podía quedarme callada.
—Mi señor —dije, mi voz firme, aunque sentía un nudo en la garganta—. Permítame ir con ellos.
Todos los ojos se volvieron hacia mí. Voldemort alzó una ceja, su rostro inexpresivo, pero lleno de una amenaza implícita.
—¿Y por qué, Naia? ¿Qué utilidad podrías tener en una misión tan crucial?- tragué saliva, intentando mantener mi compostura.
—Mis habilidades con hechizos y encantamientos pueden ser útiles, mi señor. Además, conozco a Harry... sé cómo piensa. Puedo ayudarles a encontrarlo si está allí.
Voldemort me observó durante lo que parecieron horas, aunque probablemente fue solo un momento. Su mirada era como una sonda que escarbaba en mi mente, buscando cualquier signo de debilidad o engaño.
—Interesante. —Finalmente habló, su voz suave, casi un susurro—. Muy bien, Naia. Irás con ellos. Pero te advierto... —se inclinó hacia adelante, su varita apuntando en mi dirección—, no toleraré errores.
—No habrá errores, mi señor —respondí, inclinando la cabeza en señal de respeto.
Bellatrix soltó una risa seca.
—Espero que no te tropieces, niña. Esto no es un juego.- no le respondí. No podía mostrar ningún signo de duda frente a ellos.
—Preparen todo. Partiremos en una hora —ordenó Voldemort, poniéndose de pie.
Los mortífagos comenzaron a levantarse de sus asientos, sus murmullos llenando la habitación. Sentí una mano en mi brazo; era Draco.
—¿Qué estás haciendo? —me susurró, con el rostro tenso—. Esto no es para ti.
—Ya lo decidí —respondí, soltándome de su agarre.
No podía quedarme sentada en la mansión mientras ellos atacaban a la única familia que había sentido como un refugio. Tenía que estar allí, aunque no supiera exactamente qué haría.
Cuando llegó la hora, me uní al grupo en el vestíbulo. Todos estábamos listos, con nuestras varitas en mano. Uno a uno fuimos convirtiéndonos en humo negro.
(...)
El aire estaba saturado de gritos, chispas y maldiciones. Apenas aterricé, me di cuenta de que llegaba tarde. Todo era un caos: mesas volcadas, gente corriendo en todas direcciones y mortífagos desatando el terror. La adrenalina me recorrió el cuerpo mientras intentaba orientarme, pero todo pasó demasiado rápido.
Antes de que pudiera reaccionar, una figura se abalanzó sobre mí. Tonks.
—¡Naia! —gritó con furia, apuntándome con su varita.
Levanté las manos instintivamente, pero antes de que pudiera decir nada, me empujó con fuerza, haciéndome chocar con algo sólido. O más bien con alguien.
Al darme vuelta, ahí estaban ellos. Harry, Ron y Hermione.
—¿Qué...? —fue lo único que alcancé a decir antes de sentir un tirón en el estómago.
La desaparición me comprimió desde todos lados, y cuando volvimos a aparecer, un estruendo ensordecedor me sacó de mi confusión. Luces brillantes nos cegaron mientras un autobús pasaba peligrosamente cerca de nosotros.
Corrimos hacia la acera, todavía aturdidos. Mis tacones se torcieron mientras intentaba mantener el equilibrio, pero no importaba. Nos mezclamos con la multitud de la ciudad, avanzando hasta encontrar un callejón donde por fin nos detuvimos.
Cuando nos detuvimos, mi respiración era rápida y descontrolada. Miré a Harry, a Ron, a Hermione, y algo dentro de mí se rompió.
—No puedo creer que estén aquí... que... estoy con ustedes otra vez —murmuré, mientras las lágrimas comenzaron a caer, no de tristeza, sino de alivio.
—Naia... —Harry dio un paso hacia mí, su voz suave, pero no fui capaz de contenerme.
—¡Pensé que nunca volvería a estar con ustedes! —dije entre lágrimas mientras los abrazaba a todos a la vez, sin importar lo torpe que se viera. Harry, sorprendido, me devolvió el abrazo, y Hermione se unió sin dudarlo. Incluso Ron, a regañadientes, rodeó mi hombro con un brazo.
—Oye, oye, tranquila. No estamos tan mal como para ponernos sentimentales —intentó bromear Ron, aunque tenía un leve tono de ternura.
—Te extrañamos, Naia —dijo Hermione con una pequeña sonrisa mientras me daba una palmadita en la espalda.
Sentí que mi corazón se desbordaba, y por primera vez en mucho tiempo, un peso enorme desapareció de mis hombros.
—Bueno, esto es muy conmovedor y todo —dijo Ron, separándose—, pero creo que deberíamos pensar qué hacer. Estamos vestidos como si fuéramos a una boda. Llamamos la atención.
Miré mi atuendo: tacones incómodos, una falda ajustada y una blusa que ahora estaba cubierta de polvo.
—Y yo con esto —dije, señalando mis tacones, soltando una pequeña risa entre lágrimas.
Hermione sacó su pequeña bolsa del bolsillo, como siempre.
—No te preocupes, pensé en eso. Tengo ropa para todos.
Ron la miró con escepticismo.
—¿Qué no guardas ahí?-- dijo Ron en broma. No pude evitar reír, limpiándome las últimas lágrimas de felicidad mientras sentía, por primera vez en mucho tiempo, que todo podría estar bien. Estábamos juntos, y eso era suficiente por ahora.
ESTÁS LEYENDO
EL ECO DE UN NOMBRE (LA HIJA DE SNAPE)
Fanfiction(AVISO Está historia seguirá correctamente el trama de las películas de Harry Potter) Después de tener una noche de descuido, Ambar, mortífaga y amiga de Snape y de los Potter, quedó embarazada de Snape. Tenía la misión de traerle al pequeño Harry a...