Capítulo 13

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Un mes había pasado desde aquella última visita, pero para Sergio, las palabras de Max seguían resonando en su cabeza como un eco imposible de acallar:

"No vuelvas".

Lo había intentado, realmente lo había intentado. Cada vez que la omega longeva le pedía ayuda para visitar a Max , buscaba cualquier excusa para dejar el tema por la paz. Alegaba estar ocupado o necesitaba tiempo para otros asuntos. Y aunque nadie lo presionaba, dentro de él se sentía como una cobarde, huyendo de algo que no podía nombrar.

Aun así, los recuerdos seguían persiguiéndolo. Las bromas mordaces de Max, la tensión de sus juegos, el toque de sus manos cuando lo sujetó, y... ese momento en el que su omega había reaccionado de forma incontrolable.

Era humillante, pero al mismo tiempo imposible de ignorar.

Sergio había intentado convencerse de que Max tenía razón.

"No me agradas", había dicho.

Max lo había dejado claro, hasta el punto de que Sergio casi se creía que solo había sido una molestia más en la vida del alfa. Sin embargo, esa misma claridad no le permitía avanzar. Había algo en los ojos de Max, en la forma en la que lo miraba, que le hacía dudar.

En su casa, Sergio se encontraba sentado frente a una mesa con una taza de café ya fría entre las manos. Desde la última visita, su rutina se había vuelto monótona. Había decidido enfocarse en la Fundación, pero incluso eso le resultaba insuficiente.

Por las noches, mientras trataba de dormir, su mente divagaba hacia la prisión, hacia Max.

¿Qué estará haciendo ahora?

¿Habrá recibido alguna noticia de Micaela?

Un ligero temblor recorrió sus manos. El miedo y la vergüenza que había sentido aquel día aún estaban presentes, pero había algo más, algo que no podía admitir en voz alta. No solo lo extrañaba; deseaba regresar. Pero, ¿para qué...?

¿Para seguir siendo humillado?

¿Para que Max volviera a rechazarlo?

Sergio dejó escapar un suspiro pesado, apoyando la cabeza entre las manos. Su omega interior estaba inquieto, anhelante. Ese vacío que sentía no se debía sólo a las palabras de Max, sino a la ausencia de algo más profundo. Había encontrado algo en Max que, aunque caótico, lo hacía sentir vivo.

Y entonces las lágrimas brotaron de sus ojos, calientes y pesadas, como si llevasen consigo todo el dolor que había acumulado durante años. Sergio se dejó caer en la cama, abrazándose a sí mismo en un intento inútil de consolarse.

Ya no sabía qué era peor: rogarle a un criminal que lo aceptara o permanecer atrapado en un matrimonio disfuncional, donde su voz era apenas un eco en el vacío. Ambas opciones lo hacían sentir igual de impotente, igual de insignificante.

Se pasó una mano temblorosa por el rostro, intentando borrar las lágrimas, pero seguían cayendo, incontrolables. Había algo insoportable en la manera en que todo se estaba desmoronando a su alrededor. Max lo había rechazado, y aunque debería haberse sentido aliviado de salir de esa celda, lo único que podía pensar era en la intensidad de aquellos ojos, en la manera en que su corazón había latido como nunca antes.

Y luego estaba Lewis... La rutina fría, el vacío constante, el peso de saber que nunca sería suficiente para él. Sergio había intentado llenar ese vacío con sueños, con trabajo, incluso con su deseo frustrado de ser padre, pero nada funcionaba.

Se levantó de la cama con torpeza y se dirigió al baño. Abrió el grifo, dejando que el agua fría corriera por sus manos antes de llevárselas al rostro. El reflejo que lo miraba desde el espejo era uno que apenas reconocía: los ojos hinchados, la expresión agotada, la mirada perdida.

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⏰ Última actualización: Nov 25 ⏰

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