Cap.4

0 0 0
                                    

Que el bendito destino lo crucé en mi camino

|Marbella|

—Que tonta —suspiré para mí misma, viendo el techo de mi habitación, sentí un calor recorrer mis mejillas al instante cuando recordé lo ocurrido.

No lo puedo creer

Me giré, dando vueltas en la cama con emoción, soltando algunos gritos en la almohada.

No lo podía creer, sonreía ante la idea que lo que vivimos no había sido un sueño, todo había sido totalmente real, acababa de vivir una de mis mejores noches de la vida, la mejor hasta el momento más que todo. Había sido una noche tan perfecta. Sería algo de lo cual no me olvidaría, posiblemente no lo volvería a ver y nuevamente me tocaría esperar que el bendito destino lo cruce en mi camino, todo para poder a poder apreciar esos lindos ojitos.

Calmado mis emociones volví a ver al techo. Sabía que a la perfección que hoy no dormiría de la emoción y si lo hacía lo muy seguro es que lo encontraría en mis sueños.

Por primera vez, había dejado de ser un sueño.

—Qué vergüenza —susurré, tomando una de las almohadas y cubriendome la cara con ella. Recordar todo me hacía feliz, pero no sólo ello recordaba mis metidas de patas y allí era donde se sentía el golpe duro, de que la había arruinado el momento perfecto por hablar de más.

Que vergüenza, que estúpida me habré visto en ese instante, que ridicula. Pero a pesar de ello la noche había sido perfecta. Era algo imposible de creer.

Fuimos él y yo bajo la luz de la luna

El fue tan atento, tan lindo, detallista, fue muy amable conmigo. Pero aún no podemos caer tan fácil, no todavía.

Miraba el techo, sonrojada sin poder dejar de pensar en él.

—Mar, ¿Puedes venir un
ratito? —escuché hablar a mi padre

—¡Voy! —gritó poniéndome de pie y colocando mis bellas pantuflas de vaquitas en mis pies.

Llegué a la cocina, él estaba preparándose un café.

—Que manda —hablé mientras tomaba una galleta del frasco que estaba en la cocina.

El me miró de reojo para luego girarse a verme atentamente.

—¿Qué tienes? —preguntó alzando una ceja

—Nada —mentí

No hay que mentir por convivir

El no apartaba la vista, viéndome de arriba a abajo observándome con confusión, yo sonreía nerviosamente tratando de disimular un rato.

—A mi usted no me engaña señorita —Soltó una sonrisa

—¿Por qué lo dices? —mencionaba haciéndome la tonta mientras miraba en otra dirección.

El volvió a sonreír viendo mis actitudes

—No importa que haya sido —habló y lo mire confundida. —mientras mi niña esté feliz y así de sonriente vale la pena, si importar que fue lo que pasó 

Sonreí ante sus palabras y le di una besito en la mejilla.

—Muchas gracias papá —él sonrió.

—Y no me piensas contar —me miró con intriga mientras empezá a caminar a la sala.

—He tenido un maravilloso día —admití volviendo a sonreír.

—Y yo estoy feliz por ti —hizo una pausa mientras ponía su café en la mesa y regresaba a la cocina por algo, —al menos a ti la vida te sonríe —escuché susurrar.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: a day ago ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Tú labial rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora