Corte 22

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     Regresamos de nuevo al centro de la fiesta, remontando un camino por un lateral, su mano tiraba de mi cuerpo mientras el suyo propio retiraba a la gente para que nos dejara pasar.

Liam parecía tener más prisa que nunca, a más de una de las personas que esperaban tranquilamente, haciendo cola en una de las casetas de comida, le había soltado un gruñido para retirarlos de su camino. A él, le dio igual, a mí, me tocaba ir pidiendo perdón a esos rostros incrédulos que no habían abierto la boca tras ver el aspecto salvaje del hombre que tiraba de mi brazo.

Nos acercábamos a la zona donde sabía que estarían mis amigos y me solté a la vez que frené en seco mi paseo.

Liam se giró y me miró con ceño.

– ¿Por qué te detienes? –preguntó con un leve tono de rudeza.

–Mis amigos...

– ¿No quieres que te vean conmigo? –asentí y su mandíbula se tensó–. Deduzco que le has contado todo y, no les caigo precisamente bien–. Asentí de nuevo y Liam estiró el brazo para atraparme–. No te preocupes, estoy acostumbrado a que la gente no me tenga mucho cariño, no me moriré por mucho que me digan...

Me negué retrocediendo.

– ¡No puede verme contigo! –grité nerviosa.

Liam se me quedó mirando con una ceja alzada junto con dos chicas más, que después de darle un buen repaso por detrás, se espantaron por mi repentino grito.

– ¿Quién?

Me negaba a responder. Decirle que una amiga mía estaba loca por él era asumir que tenía locas a todas las mujeres con las que se cruzaba, y la idea de que me dedicara una sonrisa desdeñosa, me ponía enferma.

Miré hacia un lado, evitando la pregunta y buscando otro lugar de fuga, aun así sentí su cuerpo cuando se me aproximó.

– ¿Te molestaría que te viera el piloto conmigo? –preguntó levemente.

Me giré al escuchar esa nota rabiosa en su voz y tuve que alzar la cabeza. Otra vez estaba su pose intimidante; espalda curvada y los hombros ensanchando más su torso. Continué subiendo, dejando atrás esos músculos que de pronto se me antojó arañar y terminé cruzándome con una mandíbula tensa y una mirada amenazante.

–No –respondí secamente.

–Entonces, ¿quién? –insistió y de pronto, los ojos se le abrieron como platos–. ¿Tu encantador prometido está aquí?

Di un respingo al escuchar el tono socarrón mezclado con el sarcasmo.

– ¿Tendrías algún problema si así fuera?

Mi reacción fue un poco violenta. El cuerpo de Liam se relajó al ver como el mío se tensaba, luego, se puso recto y me acarició la mejilla.

–No, únicamente le mostraría lo que se pierde.

Mi relación con Ivan parecía el titular del mes. Por lo visto todo el mundo parecía saber que a mi futuro marido no le interesaba ni una mierda.

– ¿Y qué sabrás tú de eso? –pregunté molesta.

–Porque si a ese idiota le interesaras lo más mínimo, estaría aquí partiéndome la cara.

De todo lo que había dicho ese comentario me pareció el más gracioso. Ivan era un hombre grande, con la corpulencia tan definida como Liam, pero no me lo imaginaba en una pelea cuerpo a cuerpo por mí.

–Ivan es anti-violencia.

–En ese caso, –Liam sonrió de lado, con chulería–, él estaría en el suelo.

Una fantasía de ojos negrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora