𝓤𝓷 𝓡𝓮𝓯𝓾𝓰𝓲𝓸 𝓮𝓷 𝓵𝓪 𝓣𝓸𝓻𝓶𝓮𝓷𝓽𝓪 (𝓹𝓪𝓻𝓽𝓮 2)

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Al oír mi respuesta, sonrió. No lo había notado bien antes, pero qué linda y pícara sonrisa tenía. Bajé la mirada, sintiéndome un poco avergonzada, y él se acercó a la moto diciéndome que esperara. Regresó y me dio el casco y su chaqueta de cuero.

—Úsalos tú, no me gustaría que tu lindo suéter se mojara y ensuciara por la lluvia —volvió a sonreír.

Tomé la chamarra, sintiendo su calidez y el aroma a cuero y perfume que emanaba de ella. Me la puse con un leve temblor en las manos; era demaciado más grande que yo, pero me envolvía como un abrazo reconfortante. Me sentí un poco más segura.

—Gracias —dije, intentando ocultar mi nerviosismo mientras me colocaba el casco. La lluvia comenzó a caer con más fuerza, creando un suave tamborileo en el suelo.

Ryan subió a la moto e hizo un gesto para que me acercara. Preguntó mi dirección y el asintió al oírla. Con un ligero movimiento, me acomodé detrás de él, sintiendo su calor a través de la chaqueta; era reconfortante, a decir verdad. La moto rugió al encenderse, y el sonido vibrante resonó en mi pecho.

—Agárrate fuerte —me advirtió con una sonrisa juguetona antes de acelerar.

La moto se lanzó hacia adelante y el viento me golpeó la cara, mezclado con las gotas de lluvia que caían. A medida que avanzábamos por las calles desiertas, sentí que mis preocupaciones se desvanecían poco a poco. La adrenalina se apoderó de mí; era como si cada giro y cada aceleración borraran los momentos oscuros del día.

—¿Te gusta la lluvia? —gritó Ryan sobre el rugido del motor.

—Un poco, sí —respondí riendo, disfrutando del momento.

—A mí me encanta. Tiene algo liberador —dijo él mientras giraba en una curva, haciéndome reír aún más.

Mientras avanzábamos, observé cómo las luces de la ciudad se reflejaban en los charcos formados en el pavimento. Todo parecía más brillante desde aquí arriba; incluso las nubes grises parecían menos amenazadoras. Por un instante, olvidé mis problemas y simplemente disfruté del viaje.

Finalmente, Ryan frenó frente a mi casa. La lluvia seguía cayendo con fuerza, pero al menos estábamos ligeramente protegidos bajo un gran árbol. Ambos bajamos y me ayudó a quitarme el casco y lo miré con gratitud, algo nerviosa ante su modesto acto.

—Gracias por esto —dije sinceramente. No sé qué habría hecho si no aparecías.

Él sonrió nuevamente, esa sonrisa tan picara y juguetona que iluminaba incluso los días más oscuros.

—Siempre estoy aquí para ayudarte —respondió con una confianza que me hizo sentir valorada.

Ambos nos quedamos mirándonos sin decir una palabra. Di un pequeño salto al oír un gran relámpago que cayó de la nada.

—Dios... —dije sin pensar.

Ryan rió levemente ante mi reacción. Un poco nerviosa y dudosa, le pregunté si quería pasar, ya que había comenzado a llover más fuerte y él estaba empapado. Me había dado su chaqueta y no tenía con qué cubrirse. Sin pensarlo mucho, aceptó, luciendo algo apenado.

Entramos a mi casa y nos dirigimos a la sala. Prendí el calentador y le dije que esperara mientras iba a buscar unas toallas para secarse.

Fui por una toalla y busqué en el cuarto de Juls y en el mío una playera grande que le quedaba. Al final, encontré una en el cuarto de Juls, de uno de sus exnovios. Era una camiseta negra con el logo de una banda que nunca había escuchado, pero parecía lo suficientemente amplia como para que le quedara bien.

Regresé a la sala con las toallas en mano y lo encontré sentado en el sofá, aún con esa sonrisa que me encantaba.

—Aquí tienes —le dije, entregando la toalla - Sécate un poco antes de que te resfríes.

Él tomó la toalla y comenzó a secarse el cabello, mientras yo esperaba parada frente a él. Terminó de secarse el cabello dejándolo alborotado y para todos lados; carajo, qué sexy. Aclaré mi garganta y hablé.

—Encontré esta camiseta en el armario de Juls, es de uno de sus exes; puedes usarla para que te quites tu camisa mojada —sonreí mientras la tomaba. - Hay un baño en ese pasillo por si quieres cambiarte.

—Gracias —dijo Ryan, mirándome a los ojos profundamente. Se levantó y entró al baño a cambiarse la camiseta.

En lo que él se cambia, entré a la cocina y comencé a preparar unos cafés. Al oírlo salir del baño, me asomé y reí al verlo; la camiseta le quedaba un poco pegada, y yo pensaba que estaría grande.

Al ver mi pequeña burla, río también y me lanzó gotas de agua que escurrían de su mano por culpa de su camisa empapada. Reí ante su acción.

—Disculpa por eso, era lo único que te quedaría de la casa. —Reí de nuevo; él solo asintió con entendimiento.

—No hay problema, prefiero no resfriarme —dijo mientras alzó su camisa empapada.

Me acerqué. —¿Quieres que la meta en la secadora?

Sonrió algo apenado y pude notar un pequeño sonrojo en sus mejillas; acarició su cabello, haciéndolo notar más.

Reí y me acerqué más para que me diera la camiseta.

—Puedes poner algo en la televisión, no tardó —sonreí.

Él asintió atento y me dirigí al cuarto de lavado para meter su camisa a la secadora.

Al regresar, vi a Ryan jugando con Bronny. ¿Cómo era eso posible? Mi gato casi ni se deja acariciar por mí. Reí.

—¿Qué tipo de embrujo le hiciste? —Rei. —Ni siquiera conmigo se pone así de cariñoso —dije mientras me acercaba más a él y me sentaba en el sofá de al lado.

Él solo sonrió, aun acariciando a Bronny. Ambos disfrutamos de un pequeño silencio y tierno momento.

—¿Es tuyo? —habló con obvia curiosidad.

—Sí, se llama Bronny.

—Se parece a ti —rió.

—¿A mí? —alzé una ceja en duda.

—Sí, no lo sé... solo, se parece —rió de nuevo sin saber qué más decir.

Mientras jugaba con Bronny, no pude evitar notar cómo la luz del calentador iluminaba su rostro, haciendo que sus rasgos se vieran aún más definidos. Había algo reconfortante en su presencia, algo que me hacía sentir segura en medio de la tormenta, literalmente.

𝓛𝓸 𝓹𝓮𝓻𝓯𝓮𝓬𝓽𝓸 𝓮𝓷𝓽𝓻𝓮 𝓽𝓾 𝔂 𝔂𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora