Beck.
No podía dormir durante las noches, mi mente vagaba por infinidades de recuerdos de momentos que hasta el día de hoy me siguen atormentando, por lo que durante todo el día me he sentido con mucho cansancio.
Veía atento el techo de mi cuarto, tratando de concentrarme en algo más que me ayude a no seguir pensando, a no seguir recordando.
El silencio en mi cuarto como en el resto de mi casa se volvía escalofriante y terrorífico para mi muchas veces, pero era mucho mejor a escuchar el excesivo ruido de alguno discutiendo en la planta baja.
Eran las cinco y media de la tarde, pronto anochecería y debía bajar de mi habitación para ir a cenar con toda mi familia.
De mala gana me levanté de mi cama y salí de mi habitación. Bajaba lentamente por las escaleras para ir directo al comedor de mi casa.
Al llegar al comedor mi madre ya estaba ahí, junto con mi padre y mi hermano mayor, Emmet. Me senté al otro lado de la mesa, frente a mi hermano.
El ambiente en la mesa era tenso, mi madre se mantenía cabizbaja y mi padre con un semblante serio que transmitía un aura muy intimidante, mientras que Emmet, aunque estaba igual de serio era la única presencia que para mí era agradable y me transmitía seguridad.
- Perdonen mi retraso. - Hablo mi hermana mayor, entrando al comedor, no sin antes dejar su bolso en una mesita de la sala.
- Liana, te hemos dicho que la hora de la cena es para compartir en familia, debes respetar el horario. - Dijo mi madre en tono suave.
- Lo sé, pero fue difícil llegar a tiempo con los horarios de la Universidad. - Se explico un poco exaltada por haber llegado rápido a casa, seguro estaba cansada y muy agobiada.
Se sentó justo a mi lado, sonriéndome cariñosamente al toparse con mi mirada.
- Hola, hermanito, ¿Has estado bien? - Pregunto con una pequeña sonrisa amistosa.
- Sí. - Respondí en voz baja con una expresión seria.
Mi padre y madre me miraban fijamente, siendo la de mi madre más de preocupación y la de mi padre una penetrante e intimidante para mi sentir.
- Estoy bien. - Aclaré un poco más alto para escucharme más seguro.
Mi madre solo asintió con la cabeza y mi padre siguió comiendo con tranquilidad sin tomarle mucha importancia, mientras que mi hermana siguió sonriendo con "normalidad", fue mi hermano el único que en verdad me veía como si quisiera asegurarse de que no estuviese mintiendo.
El ambiente en la casa Allen siempre era tenso, no había ni un día que todos no actuaran indiferentes o fingieramos ser amables entre nosotros por nuestro propio bienestar mental y es que desde hace mucho mi familia se comporta como si fuéramos unos extraños.
Uno de los peores sucesos que recuerdo pasó cuando tenía trece años, fue cuando mi madre subió rápidamente hasta la habitación de mi hermano Emmet que estaba escuchando música a todo volumen desde su habitación.
Ella toco con fuerza la puerta de su habitación, Emmet abrió la puerta y se topó con mi madre enojada que fue directo a apagar todos los dispositivos reproductores de música.
- ¿Qué crees que haces? - Le cuestiono enojado por la intromisión de mi madre.
- ¿A ti qué es lo que te pasa? ¿Tienes una fiesta privada aquí adentro o qué? ¡Porque tu estruendoso ruido se escucha hasta la esquina! - Le grito enojada por la actitud desinteresada de Emmet.
- ¿Tengo prohibido incluso escuchar música? ¡Porque todo lo que hago en esta casa no hace más que enfadarte a ti y a papá!
- ¡Tu hermano se encuentra en la otra habitación! ¿Es este el ejemplo que le quieres dar? ¡Porque te hace ver como un idiota discutiendo con tu madre!
- Si lo único que hago es preocuparme por él y en ser un buen hermano para él, entonces ¿Quién se preocupará por mí? ¡Y por mi maldito bienestar!
Las fyertes palabras de mi hermano habían llegado a mis oídos, provocándome una gran culpa y tristeza en mi corazón. Mi hermano era para mí mi único y mejor amigo que tenía, no podía creer que todo eso había sido arruinado por nuestra inestable relación familiar. Siempre creí que si algo salía mal en la familia nuestra relación como hermanos sería la única en salvarce, pero creo que me equivoque.
Cubrí mis oídos tratando de no escuchar más a mi madre y hermano que discutían con fuerza. Me había comenzado a desesperar cada vez más, así que corrí fuera de mi casa y un poco más, tratando de alejarme de ahí lo mejor posible.
Cuando estuve ya lejos de mi casa y me sentía cansado por haber corrido mucho, me detuve, comenzando a caminar a pasos lentos mientras trataba de recuperar el aliento.
A pesar de haber corrido y estar cansado, me sentía muy bien de estar afuera, pues no había ni un auto y no pasaba ninguna persona que me hiciera sentir incomodo.
El silencio en las calles y el viento soplando delicadamente en mi rostro me tranquilizaba, me hacía sentir como si regresara a la vida. Pero lastimosamente no duraría mucho, pues en algún momento debería regresar a casa y debería afrontar mi realidad, lo cual es una donde mi hermano ya no quiere estar conmigo, al igual que el resto de mi familia.
Cuando cayó las nueve de la noche, la hora en que todos en el hogar Allen íbamos a dormir, yo iba a pasos lentos, cabizbajo hasta mi habitación, topándome en el camino con mi hermano.
- Beck. - Me hablo con seriedad, llamando mi atención.
- ¿Sí? - Respondí a penas, sintiéndome inseguro en ese momento.
- Hay algo que tienes que saber, antes de que lo sepan los demás.
Mi hermano hablaba con mucha seriedad y eso me preocupo demasiado.
- Me iré de casa. Quiero que sepas que no te estoy abandonando, si pudiera te llevaría conmigo para sacarte de aquí, pero no puedo. Espero que entiendas que hago esto no porque no te ame, hermanito, lo hago porque ya no puedo seguir viviendo bajo el mismo techo de mamá y papá. Espero lo entiendas.
Las palabras de mi hermano provocaron en mi un gran dolor en mi pecho y un gran nudo en mi garganta que me impidió poder hablar en ese momento.
Mi hermano, Emmet, el único en mi familia que parecía comprenderme y quererme de verdad estaba por irse, estaba por dejarme solo en medio de toda esa hostilidad.
Emmet siempre había sido un gran apoyo desde que éramos más jóvenes. Veíamos vídeos en YouTube juntos, escuchábamos música juntos y veíamos los mismos programas de televisión. Él había sido mi mejor amigo y más fiel compañero por mucho tiempo, pero solo puedo preguntarme ahora si seguiríamos siéndolo si nunca hubiéramos tenido que formar parte de esta fragmentada familia.
El día en que todo cambio las cosas para mí fue cuando yo tenía ocho años, durante una noche a las once y media, cuando la hora de dormir de todos ya había pasado.
Estaba acurrucado en el suelo a un lado de mi cama mientras me cubría los oídos para no tener que escuchar todos esos gritos de mi madre y padre peleando. No era la primera vez que pasaba algo como eso, pero siempre lograban provocarme temor.
Los gritos y el sonido de unas cuantas cosas siendo golpeadas, arrojadas y rotas eran lo suficientemente fuertes para que yo pudiera escuchar a pesar de que todo estuviera pasando en la planta baja yo yo estuviera en mi habitación que está en la planta de arriba.