. . .
Buenos Aires, Argentina.
—No me gusta, no quiero.
—Muy mala suerte, pibe. El que manda soy yo. —Martín, bajando la altura hacia el niño a su cuidado, le toca la punta de la nariz con el dedo índice, burlándose en su carita de gestos muy chilenos. Él no decide quien lo cuida o no, si le gusta o no, tiene que obedecer a sus mayores, a sus padres, a sus países tutores.
Hoy se quedará al cuidado de Francia.
Mala idea para Tierra del Fuego, ¡no le gusta Francia! Es raro, es malo y es mentiroso bajo esa fachada de querer dar amor al mundo. No le gusta que esté aquí, prefiere al señor Italia y a Romano. ¡Romano es más divertido!
—Me iré con mamá.
—¿Para qué te deje al cuidado del cejudo de Arthur? —al niño tampoco le agrada el inglés y no lo culpa.
—Mamá no me dejaría solo... —¿o sí?
—Mirá, tierruo —antes de seguir, bota un suspiro acomodándose de cuclillas para sostenerle suavemente los brazos y que le mire directo a sus ojos verdes—, mi viaje es importante. Es un día en el que Francis te cuidará, llegaré mañana en la mañana.
—Por mí que no regreses... —el comportamiento de Carlitos era un quilombo con Martín y un santo con Manuel. Martín, simplemente, buscaba la manera de hacer todo bien para el niño, pero por alguna razón, empeoraba la situación— Quiero estar con mamá, ¡quiero a mi mamá Chile!
—Ahora estás con papá Argentina y te quedarás por tres semanas más, así que te aguantas —y tiene que corregirle varias veces el comportamiento. Carlitos puede obedecer o desobedecer, es al alzar—. Francis se quedará contigo y le harás caso en todo, te portarás bien y no quiero enterarme de tus travesuras, ¿estamos claro?
—El señor Feliciano es más amable...
—¿Estamos claro? —le repite la pregunta para que le conteste como se debe, nada de evadirlo.
Los ojos del argentino se clavan en los del niño.
—Sí... —responde cabizbajo sosteniendo su pingüino de peluche que mamá Manuel le compró hace poco. No lo suelta por nada del mundo, excepto para el baño donde el señor Argentina lo baña a duras penas. Es una batalla ser bañado y que le peine.
—Bien. —Martín, poniéndose de pie, oye la puerta de entrada ser golpeada. Ese tiene que ser el francés.
Va y abre.
—Bonjour, mon cher Martin! ¡Estoy aquí para cuidar a tu pequeño tesoro! —y sí, exclamando con radiante apariencia y una sonrisa feliz por venir, extiende los brazos para besar las mejillas del joven Argentina, enviando la mirada al pequeño tesoro en la sala— Hola, pequeñito Tierra. ¿Cómo estás?
El pequeño Tierra del Fuego no dice nada. Su único acto es desviar la mirada y no prestarle atención. Esa acción duele en el corazón de Francia. ¿Por cuánto más será tratado de esa manera tan fría y despiadada? Aceptó cuidarlo porque Martín se lo pidió y aprovecharía la oportunidad de amigarse. La otra opción de Martín eran Feliciano y Lovino. ¡No iba a permitir eso! Su deber como tutor de Martín, es influenciar a su hijo y guiarlo por el buen camino antes de que Gilbert le envenene la inocente mente viviendo con Manuel.
O si el idiota de Arthur lo empeore con sus convicciones de poblar la isla...
El pequeño Tierra del Fuego conocerá la herencia y la cultura francesa.
—Él ya comió —Martín le habla, prestando atención—, es probable que tome siesta o quiera jugar, pero dudo que quiera jugar con vos.
—Estará seguro bajo mi cuidado —se tiene fe y confianza—. He cuidado a muchas colonias, sé lidiar con niños.
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『Oneshot's Tıerra del Fuego』
Fanfiction●● Series de Oneshots y cosas locas de Carlitos y familia. ●● ●● Advertencias: Diabetes en extremo.●● ●● Axis Powers Hetalia (c) Hidekaz. ●● ●● Latin Hetalia (c) Comunidad Livejournal.●● ●● Tierra del Fuego (c) De mi propiedad. ●● ...