015. mi amada

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꒰ grietas ꒱
xv. capítulo quince. mi amada.

Los últimos dos días habían sido preocupantes para Mayra. Todo comenzó con un texto en la mañana del sábado, justo después de levantarse.

«Cuidado con Marc. No es quien dice ser.»

Mayra frunció el ceño al leer el mensaje, pero se dijo que podía ser un error o, en el peor de los casos, una broma cruel. Sin embargo, cuando recibió otro texto esa tarde, más directo y amenazante, la inquietud empezó a aflorar.

«¿De verdad confías en él? Te está utilizando.»

Desde ese momento, los mensajes no habían parado. Todos llegaban de un número que no conocía y aparecían en momentos inesperados, cada uno plantando una nueva semilla de duda en su mente.

«No sabes su pasado. Aléjate antes de que te lastime.»

«Marc no es bueno para ti. No eres especial para él.»

Mayra intentó ignorarlos, borrar los textos y continuar con su día, pero las frases se quedaban dando vueltas en su cabeza, como un eco sin fin. ¿Por qué alguien querría advertirle sobre eso? ¿Podría haber algo que Marc no le estaba diciendo?

Por primera vez desde que lo conoció, la duda aparecía.

El domingo fue un torbellino de pensamientos confusos. Mayra intentó concentrarse en cualquier otra cosas: leer, escuchar música, incluso salir con sus amigas, pero nada parecía calmar las dudas. Cada vez que sonaba su teléfono, su estómago se encogía.

Esa tarde cuando Marc llegó a su casa el domingo por la tarde, Mayra ya había decidido no mencionar los mensajes. No quería causar un drama innecesario, especialmente si solo eran una broma o una mentira. Pero su inquietud era clara, aunque trataba de disimularla con una sonrisa forzada.

Marc la saludó con una calidez habitual, pero al entrar en su habitación y ver su actitud distante, sus instintos se agudizaron. Algo andaba mal. —¿Todo bien? —preguntó, observándolo con curiosidad y preocupación mientras se sentaba en la cama.

—Sí, claro. —respondió Mayra demasiado rápido, su voz sonando forzada.

Marc inclinó la cabeza, sin apartar la mirada de ella. La conocía suficiente para notar los pequeños cambios: cómo evitaba el contacto visual, cómo se movía inquieta de un lado a otro.

—May, ¿qué pasa? —insistió, esta vez más serio.

Ella se detuvo, indecisa entre contarle la verdad o seguir actuando. Finalmente, suspiró, sacó su teléfono del bolsillo y se lo mostró. —He estado recibiendo esto desde hace dos días.

Marc tomó el teléfono y comenzó a leer los mensajes. SU expresión cambió de sorpresa a una mezcla de enojo y frustración. Cerró los ojos un momento, respiró hondo y se lo devolvió a Mayra.

—¿De verdad estás dudando de mí por esto? —su tono calmado pero con un toque de decepción.

—No es que no confié en ti... es solo que... —Mayra dudó, buscando las palabras adecuadas. —Son cosas muy específicas, Marc. No entiendo por qué alguien haría esto si no hay algo más detrás.

Marc se levantó de la cama, pasando una mano por su cabello en un gesto de frustración reprimida. Caminó de un lado a otro de la habitación antes de detenerse frente a ella.

—Esto es Adrián o alguien más que quiere arruinarme, Mayra. Hay personas que no soportan verme feliz, y ahora que estás en mi vida, ellos lo ven como una oportunidad para hacerme daño.

Mayra lo miró, tratando de entender lo que decía. A pesar de sus dudas iniciales, las palabras de Marc tenían un peso que no podía ignorar.

—Pero no tienes que preocuparte. —continuó él, acercándose para tomar sus manos. —Tú eres lo mejor que me ha pasado. Eres mi estrella, Mayra, la única luz en medio de todo este caos.

Las palabras de Marc derritieron cualquier muro que Mayra había levantado en esos días. Sentía la sinceridad en su voz, en la forma en que sus ojos buscaban los de ella como si nada más importara.

—Lo siento... —murmuró Mayra, su voz quebrada. —Creo que me dejé llevar por el miedo.

—No tienes que disculparte. —respondió, sonriendo suavemente. —Solo prométeme que, si algo te preocupa, vendrás a mi. No quiero que nadie ni nada se interponga entre nosotros.

Mayra asintió, y él la envolvió en un abrazo reconfortante. El calor de su cuerpo era suficiente para disipar cualquier duda que quedara en ella. Más tarde, recostados en la cama de Mayra, disfrutaron de la calma del momento. Ella tenía la cabeza reposando en su pecho, escuchando el ritmo constante de su corazón.

Sus manos estaban entrelazadas, haciendo una promesa silenciosa de que nada los separaría.

El sueño llegó despacio, envolviéndolos en una paz que hacía tiempo ninguno había sentido. Antes de cerrar los ojos, Mayra sonrió, sintiéndose segura en los brazos de Marc, sabiendo que, pase lo que pase, lo enfrentarían juntos.

·˚ ꒰ 隙間 ꒱ 𝗆𝖺𝗋𝖼 𝖻𝖾𝗋𝗇𝖺𝗅¹  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora