028:entre sombras y apellidos

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La mañana avanzaba lentamente en el departamento. Emilia estaba en el dormitorio, acomodándose la ropa frente al espejo. Se puso una camisa blanca suelta de lino, ideal para disimular su pancita de seis meses, y un pantalón beige de tiro alto que le ajustaba perfectamente, pero sin incomodarla. Completó el look con sandalias nude y un reloj dorado delicado. Quería verse bien, pero cómoda.

Mientras se retocaba el maquillaje frente al espejo, escuchó a Paulo acercarse. Entró al dormitorio con una actitud despreocupada, como si nada hubiese pasado.

Paulo (parado en la puerta, mirándola):
—¿Amor, estás lista?

Emilia (se giró lentamente, cruzando los brazos, con una mirada fría):
—¿Cómo te atreves a llamarme "amor" después de todo lo que hiciste?

Paulo (confundido):
—Emi, ya hablamos de esto... Estoy tratando de arreglar las cosas.

Emilia (con un tono sarcástico):
—¿Arreglar las cosas? ¿Sabés la fortuna que tuve que pagar para que esas fotos desaparezcan de los portales y los noticieros? Paulo, me estás costando más plata que la fiesta de revelación del bebé.

Paulo (suspirando, en un tono defensivo):
—¡Te lo expliqué mil veces! No pasó nada. Fueron coincidencias, fotos sacadas de contexto.

Emilia (dando un paso hacia él, con la voz quebrada):
—¿Sabés lo humillante que fue ver eso? Mientras yo estoy acá, construyendo algo lindo para nosotros, vos estabas... ¡estabas con tu ex! Y yo, como una idiota, negociando para salvar tu reputación.

Paulo (intentando acercarse):
—No fue lo que parece, te lo juro.

Emilia (dando un paso atrás):
—¡No me toques!

El silencio llenó la habitación. Emilia desvió la mirada, respirando profundamente para no llorar.

Emilia (con voz firme):
—Vamos a la comida con mis papás, pero te aclaro algo: no lo hago por vos. Lo hago por nuestro hijo y porque no voy a arruinar un momento familiar. Pero no te confundas, Paulo. Esto no significa que todo esté bien.

Paulo (asintiendo, con la cabeza baja):
—Entendido.

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Cuando llegaron a la mansión de los Bosch en Nordelta, el ambiente estaba cargado de lujo y calidez familiar. Emilia salió primero del auto, sosteniendo un pequeño bolso de mano, y caminó hacia la entrada con Paulo detrás, manteniendo cierta distancia. María Eugenia, su madre, los recibió con una sonrisa cálida.

María Eugenia (abrazando a Emilia):
—¡Mi reina! ¿Cómo estás? Cada día te veo más hermosa.

Emilia (con una sonrisa forzada):
—Gracias, mamá. Todo bien.

María Eugenia miró a Paulo y lo saludó cortésmente, pero con cierta frialdad. Sabía que algo andaba mal, pero no preguntó de inmediato.

En el gran comedor ya estaban sentados Victoria, Camila, Josefina, Mateo, y Alejandro, el patriarca de la familia. Isabella jugaba en un rincón con sus muñecas, mientras las mellizas Luli y Santi corrían alrededor de la mesa.

Victoria (levantándose para abrazar a Emilia):
—¡Hola, Emi! ¿Cómo está mi sobrino favorito?

Emilia (tocándose la pancita con una sonrisa suave):
—Creciendo.

Mateo (bromeando mientras servía vino):
—Che, ¿y qué va a ser, hincha de Boca o de la Roma?

Emilia (mirándolo con complicidad):
—Obvio que de Boca, como la tía Emi.

Todos rieron, excepto Paulo, que permanecía en silencio. Se sentó al lado de Emilia, pero ella se giró hacia Josefina para evitar hablarle directamente.

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El almuerzo comenzó con entradas de bruschettas y empanadas gourmet. Emilia, sentada entre Victoria y Josefina, intentaba participar de la conversación familiar, pero Paulo no dejaba de mirarla. Finalmente, Alejandro rompió el hielo.

Alejandro (mirando a Paulo):
—Paulo, ¿cómo andan las cosas en Italia? ¿Cómo va la temporada?

Paulo (forzando una sonrisa):
—Bien, gracias, don Alejandro. Trabajando duro, como siempre.

Camila (con tono pícaro):
—Espero que estés cuidando a mi hermana como se merece.

Emilia bajó la mirada al plato, incómoda. Paulo tragó saliva antes de responder.

Paulo:
—Hago lo mejor que puedo.

María Eugenia (interviniendo para cambiar de tema):
—Bueno, bueno, dejemos las preguntas. Lo importante es que la familia está reunida y que pronto vamos a tener otro integrante en este clan.

Todos levantaron sus copas para brindar.

Victoria:
—Por mi futura sobrinita o sobrinito, que ya se nota que va a ser igual de guapo que los papás.

Emilia (sonriendo levemente):
—Gracias, Vicky.

Paulo aprovechó ese momento para tomar la mano de Emilia bajo la mesa. Ella se quedó quieta por un segundo antes de apartarla discretamente.

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Cuando todos pasaron al salón para el café y los postres, Emilia se sentó junto a Isabella en un sillón, jugando con la nena para distraerse. Paulo se quedó hablando con Alejandro y Mateo, tratando de mantener las apariencias.

María Eugenia (sentándose al lado de Emilia):
—¿Estás bien, hija? Te noto apagada.

Emilia (suspirando):
—Estoy bien, mamá. Solo... es cansancio.

María Eugenia:
—Sabés que podés contar conmigo para lo que sea, ¿no?

Emilia solo asintió, evitando los ojos de su madre.

Al otro lado del salón, Paulo miraba de reojo a Emilia. Quería acercarse, pero sabía que no era el momento. La distancia entre ellos no solo era física; era un abismo que, por ahora, parecía imposible de cruzar.
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a través de mentiras un amor que sobrevive:Paulo Dybala Donde viven las historias. Descúbrelo ahora