El vacío de mi florero

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Quizás no me morí de amor, pero me arrancó el corazón.
Me lastimó verlo salir por la puerta de entrada del edificio una última vez. Me duele el último ramo de rosas. Me atormentó verlo y no haber podido darle un beso, por el cual antes me hubiese muerto. Me aflige el recuerdo de su figura en el sillón de mi departamento por última vez. Me mortifica saber que hoy va a ser mi primera noche durmiendo sin él desde que lo conozco. Mi primera noche sin su llamada para dormir, sin su despedida; durmiendo sin sus sonidos.

Me angustia verlo llorar en mi hombro. Y me descuartiza el corazón su última caricia.

Pero más me va a doler cuando las últimas rosas que me dio estén marchitas, cuando ya no tengan salvación. Y me mata la nostalgia; me mata saber que todo tiene fin, que no va a haber otro ramo de rosas, que éstas son las últimas; que nunca las voy a volver a ver con la misma intensidad que cuando me las dio, que cada vez están un poco más oscuras, un poco más secas.

¿Y qué voy a hacer? Voy a tener el florero vacío. Un frasco lleno de los pétalos con las flores que me dio. Y lo voy a mirar, y voy a pensar en él.

Me desgarra verlo llorar por mi culpa. Pero mucho más me destroza verlo y notar el amor que siente por mí, ver en sus ojos todo lo que alguna vez busqué. Veo en sus ojos un espejo, ojos cristalinos; me encuentro en ellos, todo el amor que alguna vez sentí está ahí. Odio ver el amor que siente por mí a pesar de todo lo que le hice, de cómo lo rompí.

Y a pesar de que fui yo quien lo echó de mi vida, él seguía aferrándose y amándome. Y sé que nunca más voy a encontrar esto; aún así lo dejé ir, no sé por qué. ¿Por qué no puedo amarlo bien?

Me consume la nostalgia, siento que me arranca. Me arranca de la misma forma que se separan los pétalos del cáliz, siento el dolor, el desprendimiento.

No me morí por amor, pero sí siento las lágrimas caer por mi cuello y mojarme el pelo; llegan hasta mis brazos, siento que me atraviesan la piel y comienzan un trayecto hasta mi alma. Me inundo por dentro, me ahogo.

Siento que se me estruja el corazón por no poder hacer nada por él. Por saber que estoy perdiendo todas nuestras noches; saber que nunca más voy a volver a verlo por primera vez, saber que tampoco va a haber otra última.

Saber que todas nuestras noches por Buenos Aires nunca más se van a volver a repetir, y que nunca más voy a frecuentar esos lugares como hacía con él. Y si lo hiciese no sería igual. Es que con él tenía esa frescura de descubrir capital. Me encantaría poder volver el tiempo atrás, disfrutar un poco más, cuando era feliz a su lado, cuando no sentía que le estaba fallando.

Me encantaría revivir las noches en el club de jazz, sonriéndonos en restaurantes, caminando por Puerto Madero o Recoleta, sentados en algún bar de Palermo, las noches en la puerta de mi edificio esperando que se detuviera el tiempo y no tuviese que irse, los besos en las escaleras, en mi cama, las noches en los juegos del parque.

Lo voy a encontrar en todos los planes pendientes, como eran Tigre, Mar del Plata, esa película que nunca pudimos ver, esa última noche de jazz que nos debíamos, ese restaurante que siempre dijimos que íbamos a ir, esa comida que decíamos que íbamos a probar, lo que dijo que me iba a cocinar, esa prenda que le dije que iba a estrenar con él.

¿Y qué voy a hacer cuando las uñas me crezcan? O mi pelo, o cuando lave tanto mis sábanas hasta que ya no quede ni un rastro de él, cuando ya sepa que probablemente no hay ni un poquitito de él en mi casa. Cuando me mire al espejo y no lo vea mas, cuando camine por la calle y no espere cruzarlo, cuando baje por el ascensor y no espere verlo ahí parado esperándome, cuando ya no sienta más su olor, cuando me falte su mensaje de "buenos días" y espere la foto del amanecer que me mandaba cada mañana; cuando quiera despertarme en medio de la noche para decirle algo y ya no esté más la llamada, cuando me encuentre un sábado a la noche sola en mi departamento, cuando me arrepienta de todo lo que perdí, cuando vaya caminando por la calle y solamente pueda acordarme de él, de lo que hicimos ahí, de lo que nos dijimos, nuestras conversaciones.

Cuando ya nadie más sostenga mi cartera o me lleve la campera, cuando nadie más me mire con sus ojos de amor y admiración, cuando ya nadie me haga masajes en la espalda antes de dormir, cuando nadie más me cocine un viernes a la noche, cuando ya no tenga con quien caminar por la ciudad, cuando ya no tenga con quien conocer. Cuando no tenga con quien hablar todo el día, cuando pare en los semáforos y me encuentre sola, sin nadie con quien abrazarme. Cuando use el perfume que me regaló, y sólo pueda recordar. Cuando me mire en el espejo y que lo único que sienta es suciedad, culpa por ver todo lo que le hice. Cuando coma lo último que me quedó de lo que cocinó, cuando termine esa película que empecé con él, o cuando lea la última página del libro que me regaló, cuando ya no tenga más frascos que llenar, o cuando algun dia vea esos pétalos y ya no me acuerde del dia que me los dio. Cuando vea el sillón y no piense en él, cuando necesite llorar y tenga que hacerlo sola, cuando necesite ayuda y nadie esté, cuando tenga que tirar finalmente su cepillo de dientes...

Luego del élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora