El balanceo del columpio había disminuido, dejando apenas un leve vaivén. La brisa seguía soplando suavemente, y la luz del atardecer filtrada entre las hojas daba al claro un brillo dorado, como si el mundo entero supiera que algo estaba a punto de cambiar.Maddy seguía sentada en el columpio, con sus manos sujetando las cuerdas gastadas, mientras Miguel permanecía sentado en el suelo, recostado contra el árbol. Ninguno de los dos hablaba, pero el silencio no era incómodo. Era intenso, lleno de posibilidades no dichas.
—¿Sabes qué es lo extraño? —dijo Maddy finalmente, rompiendo el silencio con una voz suave.
Miguel levantó la mirada hacia ella, como si sus pensamientos hubieran sido interrumpidos. —¿Qué cosa?
—Que nunca imaginé estar aquí contigo. —Sus palabras salieron con una sinceridad que lo dejó sin respuestas por un momento. —Es decir, siempre fuiste el chico sarcástico, el que molestaba a todos, y yo... bueno, nunca pensé que llegarías a ser alguien tan importante.
Miguel no respondió de inmediato, pero sus ojos no se apartaron de los de ella. Finalmente, sonrió ligeramente, aunque sin su acostumbrado sarcasmo. —Tal vez porque no me dejaste ser solo "ese chico rudo".
Maddy sonrió, inclinándose un poco hacia adelante en el columpio. —¿Sabes lo difícil que es descubrir quién eres en realidad?
Miguel la observó en silencio, sus ojos oscuros reflejando algo nuevo, algo más profundo que la burla o el reto de siempre. —No eres fácil de ignorar, Smith —dijo finalmente, su voz apenas un murmullo.
El corazón de Maddy latió un poco más fuerte. Se quedó mirándolo, sorprendida por la vulnerabilidad en su voz. Por un momento, todo pareció congelarse a su alrededor: el sonido del viento, el crujir de las hojas... todo desapareció excepto Miguel y ella.
—Miguel... —murmuró ella, su tono más suave que nunca.
—¿Sí? —respondió él, levantándose lentamente del suelo. No apartaba la mirada de ella, y cada paso que daba hacia el columpio parecía más deliberado, como si estuviera cruzando un espacio invisible que nunca había querido traspasar.
Maddy dejó que las cuerdas del columpio se soltaran de sus manos mientras Miguel se detenía justo frente a ella. La distancia entre ambos era mínima, y cada uno podía escuchar la respiración del otro.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Maddy con un susurro, sus ojos buscando los de él.
—¿Hacer qué? —respondió Miguel, aunque ya sabía a qué se refería.
—Haces que todo parezca más... dulce y, al mismo tiempo, más sencillo —admitió ella, sus mejillas sonrojándose ligeramente.
Miguel sonrió suavemente, levantando una mano hasta rozar su mejilla con la yema de sus dedos. El toque fue ligero, casi como si temiera que Maddy pudiera desvanecerse si se acercaba demasiado rápido.
—¿Y eso te molesta? —murmuró él, su voz baja y tranquila.
Maddy negó con la cabeza, su mirada fija en la de él. —No. Solo me asusta un poco.
Miguel tragó saliva, sus dedos aún sobre su piel. —A mí también, Smith.
Por un momento, ninguno se movió. El aire entre ellos era eléctrico, lleno de tensión y algo más profundo que ambos estaban comenzando a entender. Miguel inclinó lentamente la cabeza hacia ella, sus ojos bajando a sus labios por un segundo antes de volver a encontrarse con los de Maddy.
Maddy sintió que el mundo entero se desvanecía. Su corazón latía con tanta fuerza que pensó que Miguel podría escucharlo. Era como si todo lo que habían sido hasta ahora los empujara a este momento, a esta decisión silenciosa pero inevitable.
Miguel se acercó más, inclinándose hasta que sus narices casi se rozaban. Su aliento cálido acarició el rostro de Maddy, y ella cerró los ojos por reflejo, anticipando lo que estaba a punto de suceder.
Pero justo cuando sus labios estuvieron a punto de encontrarse, un trueno retumbó en la distancia, haciendo que ambos se sobresaltaran ligeramente. Maddy abrió los ojos, sorprendida, mientras Miguel se apartaba apenas un centímetro con una sonrisa de lado.
—¿El universo está en nuestra contra? —bromeó Miguel, aunque su voz sonaba algo tensa.
Maddy rió suavemente, intentando ocultar lo acelerado de su corazón. —Tal vez solo quiere que esperemos.
Miguel la miró por un momento más, sus ojos todavía suaves pero con ese brillo juguetón que siempre parecía acompañarlo. —No soy alguien que espere mucho, Smith.
—¿Ah, no? —respondió ella, recuperando el tono ligero. —Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
—Tal vez me gusta hacerte esperar —contestó él, su sonrisa más pícara.
Maddy lo miró, divertida pero algo nerviosa. Miguel podía hacerla perder el equilibrio con una sola mirada, y ambos lo sabían.
—Eres imposible, Mikey —dijo ella, levantándose finalmente del columpio.
—Y tú eres la única que no me deja escapar —respondió él, dándole un leve toque en la nariz con su dedo índice antes de girarse para caminar hacia la salida del claro.
Maddy se quedó mirándolo por un momento, llevándose una mano a la mejilla donde aún podía sentir su toque. Algo en su interior le decía que aquello había sido solo el comienzo. La tensión entre ellos había cruzado un nuevo límite, y ninguno de los dos podría ignorarlo por mucho más tiempo.
Mientras lo seguía por el sendero de regreso, Maddy sonrió para sí misma, sabiendo que el momento que habían estado esperando inevitablemente llegaría. Lo que sentían estaba creciendo, y ya no había marcha atrás.

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𝓔𝗇𝖾𝗆𝗂𝖾𝗌 𝓣𝓞 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐫𝐬?) ❤️
Teen FictionEn Eastwood High, Miguel Mora, conocido por su actitud ruda y su humor sarcástico, no tiene paciencia para las personas como Maddy Smith, una chica dulce y noble que parece irradiar luz a donde quiera que va. Un choque accidental los convierte en co...