Capítulo 19: Un lazo más profundo

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Capítulo 19: Un lazo más profundo

(Revisado)

Anya estaba sentada en la sala de la cabaña, tejiendo con dedicación. Sus dedos se movían con precisión mientras avanzaba en el suéter que estaba haciendo para Kael. El movimiento repetitivo del tejido solía calmarla, pero esa tarde algo la tenía inquieta. Tal vez era el silencio inusual en la cabaña o la sensación de que algo inesperado iba a suceder.

Justo cuando estaba terminando la manga del suéter, un sonido suave captó su atención. Al principio, pensó que lo había imaginado, pero luego lo escuchó de nuevo: un gemido bajo, profundo, cargado de emoción. Su corazón dio un vuelco. Dudó un momento, pero la curiosidad pudo más que su prudencia. Dejó el tejido a un lado y siguió el sonido.

Caminó con cautela por el pasillo, deteniéndose frente a la puerta del estudio, que estaba entreabierta. Anya no podía evitar sentirse nerviosa, pero su curiosidad la empujó a asomarse. Lo que vio hizo que su respiración se detuviera.

Dentro de la habitación, Rowan y Nox estaban juntos, sus cuerpos tan cercanos que parecía imposible separarlos. Nox tenía las manos en el rostro de Rowan, y sus labios se movían con una urgencia que Anya nunca había presenciado antes. Rowan, por su parte, correspondía al beso con una intensidad que hablaba de una conexión profunda y compartida. Sus dedos se entrelazaban en el cabello oscuro de Nox, mientras sus cuerpos se inclinaban el uno hacia el otro, como si buscaran fundirse en uno solo.

Anya sintió cómo el calor subía por su rostro, pero no fue vergüenza lo que la invadió. Era algo completamente diferente. Su pecho se llenó de una emoción inesperada, un deseo cálido que la hizo temblar. La escena frente a ella no la molestaba; al contrario, la fascinaba. Había algo increíblemente íntimo en lo que compartían, algo que le hablaba del amor que unía a los hermanos no solo con ella, sino también entre ellos mismos.

La respiración de Rowan se hizo más pesada mientras las manos de Nox bajaban por su espalda, trazando un camino lento y deliberado. El cuerpo de Rowan respondía con pequeños espasmos ante cada toque. Nox murmuró algo al oído de su hermano, palabras que Anya no alcanzó a distinguir, pero que hicieron que Rowan gimiera suavemente, inclinándose más hacia él.

Anya no pudo evitar sentirse excitada al presenciar esa escena, una mezcla de vulnerabilidad y deseo entre dos hombres que significaban tanto para ella. Su conexión era palpable, una fuerza que no solo los unía a ellos, sino también a ella, de manera indirecta. Lejos de sentirse excluida, se sintió privilegiada por poder atestiguar ese momento de pura entrega entre ambos.

Nox inclinó a Rowan sobre la mesa del estudio con una delicadeza que contrastaba con la intensidad de sus movimientos. Anya observó cómo sus manos se movían con confianza, desabrochando lentamente la camisa de Rowan y dejando al descubierto su piel. Los labios de Nox siguieron el mismo camino, besando cada centímetro que iba dejando expuesto, hasta que Rowan arqueó la espalda con un jadeo, sus manos aferrándose a los bordes de la mesa.

Un sentimiento agridulce se apoderó de Anya. Aunque estaba fascinada por la escena, no podía evitar la sensación de ser una intrusa. ¿Debería haberme quedado afuera? pensó, aunque algo dentro de ella le decía que no. La relación entre los hermanos y ella siempre había sido compleja, llena de emociones encontradas y momentos inesperados, pero nunca había presenciado algo tan privado y profundo entre ellos. Esto no es solo pasión. Es amor.

Anya retrocedió un poco, no queriendo interrumpirlos, pero incapaz de apartar la vista por completo. Había algo tan hermoso en la manera en que se entregaban el uno al otro, en cómo sus cuerpos parecían hablar un lenguaje propio. Era un recordatorio de que el amor que compartían no conocía límites ni restricciones.

Finalmente, sintió que era el momento de darles privacidad. Regresó a la sala, su mente inundada de imágenes y sensaciones que no podía ignorar. Se sentó con su tejido, pero sus manos temblaban ligeramente, incapaces de retomar el ritmo. Cerró los ojos y respiró hondo, dejando que las emociones se asentaran en su interior.

"Esto es real," se dijo a sí misma, con una pequeña sonrisa curvando sus labios. "Ellos se aman. Y yo... yo también los amo a todos."

¿Qué significaba todo esto para mí? La pregunta rondaba en su mente mientras continuaba tejiendo, aunque no podía concentrarse por completo en las agujas. El amor que compartían los hermanos, y que ahora veía manifestarse de una manera tan apasionada entre ellos, le parecía una maravilla y un desafío al mismo tiempo. En todos estos meses, había aprendido que el amor no era algo sencillo, y que, con los siete hermanos, no podía encasillarlo en una sola forma. Cada uno de ellos le ofrecía algo único: Kael con su calidez tranquila, Lucian con su dulzura, Silas con su profundidad, Azrael con su misterio, Onyx con su intensidad, Rowan con su valentía... y ahora Nox, con su entrega apasionada.

Anya respiró profundamente, intentando calmarse, pero la verdad era que sus emociones estaban más revueltas que nunca. Podía sentir que su corazón latía más rápido de lo normal, y sus pensamientos no dejaban de regresar a la imagen de Rowan y Nox entrelazados, tan vulnerables y hermosos el uno para el otro. ¿Es esto lo que quiero para mí también? ¿Es esto lo que estoy construyendo con ellos?

Cuando Rowan y Nox regresaron más tarde, sus miradas parecían más suaves, sus sonrisas más ligeras. Anya los recibió con una calidez que hizo que ambos se detuvieran un instante, sorprendidos por la intensidad de su mirada.

—Todo bien, Corazón valiente? —preguntó Rowan, inclinándose hacia ella para acariciar suavemente su cabello.

—Perfectamente, Pequeña llama —respondió Nox con una sonrisa enigmática, dándole un beso en la frente antes de sentarse a su lado.

Anya sonrió para sí misma, sabiendo que lo que había presenciado era un recordatorio de lo afortunada que era de tener a los siete en su vida. Y mientras retomaba su tejido, supo que el amor que compartían, en todas sus formas, era un regalo que jamás daría por sentado.

Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, su mente seguía procesando lo que había vivido. No solo había sido testigo de una pasión entre dos de los hermanos, sino también de la conexión que existía entre todos. Un amor libre de juicios, un amor que se expandía más allá de lo físico, más allá de lo emocional. Había algo de profundo en ese momento, algo que le aseguraba que estaba en el camino correcto, que cada uno de los hermanos tenía un papel único y especial en su vida. Y aunque las preguntas seguían rondando en su mente, sabía que ese amor, ese lazo que compartían, no era algo que debía entender de inmediato. Bastaba con vivirlo.

Anya cerró los ojos, sintiendo su corazón lleno de gratitud y, por primera vez en mucho tiempo, de paz.

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