Abro los ojos y miro la hora en mi celular, son las siete de la mañana y afuera el sol brilla con ganas, hago un sonido de descontento, sé que hay mucho por ver, pero no logro encontrar las fuerzas para levantarme de la cama; podría dormir todo el día y ver algo en la televisión, algunos canales están en inglés con subtítulos en francés; pero si he venido a París no es para estar metida en la habitación del hotel.
Tengo que encontrar las ganas para poner un pie fuera del colchón y luego el otro, darme una ducha, desayunar algo ligero en el restaurante y luego echar a andar.
Apenas me siento (con la espalda encorvada y la cabeza gacha) me dan ganas de llorar, creo que no fue buena idea haber venido a París, tomar este viaje que estaba pensado para compartir con Irin en un signo de nuestro compromiso y amor. Pero es evidente que en esa relación la única que tuvo ambos, fui yo.Paso de la tristeza al coraje; me he preguntado tantas veces cómo pudo hacerme eso, cómo pudo destrozarme del modo en el que lo hizo si mis intenciones con ella siempre fueron las mejores, si le había entregado como a nadie todo lo que yo era.
Es verdad que dudé en el compromiso, que algo dentro de mí me decía que quizás no era la correcta, pero eso no quiere decir que no la hubiera amado. Y sí, lo digo en tiempo pasado porque ahora, en estos momentos dudo mucho que lo que siento por ella sea parecido a aquello.De cierto modo estoy agradecida de que se hubiera terminado; existen momentos en ciertas relaciones donde, por mucho que se quiera a la persona, llega esa pregunta que yace en el fondo de tu mente y de repente sale a flote para llenarte de duda: ¿Es la persona con la que quiero pasar el resto de mis días?
Sabía que algo estaba pasando, sólo no sabía qué era en realidad ni con quién. Creo que de todas las formas posibles de romperme, de herirme... esa era la peor.
Con furia me limpio el par de lágrimas que han rodado por mis mejillas; no es justo que llore, ni por ella ni por mí, no puedo pasar el resto de mi estancia sintiéndome mal por algo que ha hecho ella, yo di todo lo que estaba en mis manos, no fui perfecta, pero me esforcé como nunca. Si esto se fue al carajo fue porque a Irin no le interesó y si no lo hizo, entonces no tiene caso que me aferre a una persona que no valora lo que realmente importa: yo. Yo importo sobre todas las cosas y personas. Y yo debo importarme, yo soy mi prioridad.
Así pues, diciéndome que merezco algo mejor, me levanto y camino al baño, dándome el lujo de llenar la tina y descansar ahí hasta que se me arruguen los dedos. Voy a mimarme, voy a decirme que nada de lo sucedido ha sido mi culpa; soy joven, talentosa y si bien no la mujer más hermosa, he tenido el privilegio de tener a dos o tres... quizás más personas babeando por mí, me he dado el lujo de escoger con quién estar y con quién no.
No soy la mujer fea y sin sabor que me creí cuando la encontré con Chalai; Chalai, la chica rubia de ojos de color verde, de labios lindos y piel tersa, nariz promedio. Es probable que su belleza sea mucho más atractiva que la mía, que sea el tipo de muchas mujeres y de muchos hombres. Pero, siempre he tenido la idea de que la belleza es relativa y habrá quien me pueda escoger por encima de ella, quien me vea mucho más linda y atractiva.
Evidentemente mi ex no está dentro de esa lista y ni modo.
Lo que pesa son los planes no cumplidos, lo que atormenta siempre y a todos, es aquello que no fue ni será. Sufrimos mucho por cosas que jamás van a pasar, esa es la maldición del ser humano y se requiere de mucho lavado mental para hacerse de valor y apreciar el presente en lugar de llorar por el pasado y sufrir o temer por el futuro.
Cuando reviso el celular tengo dos llamadas perdidas de Irin, me late rápido el corazón y siento la urgencia de llamarla; siempre siento esta urgencia de llamarla de vuelta cuando su nombre deja de aparecer en mi pantalla y me muestra ''llamada perdida''. Tengo el impulso estúpido de marcarle y decirle que puede que tenga las ganas de darle una segunda oportunidad.