Mi novio se deprime mucho, el nunca sale de casa, siquiera se viste.
Mi novio está ahí cuando llegó a casa.
Viendo películas por televisión o hablando por teléfono.
A veces me quiero ir.
Pero, no tengo a donde ir.
Pero bueno, nadie es perfecto.
A na...
El olor a medicina, el área limpia, una decoración vintage con buena iluminación, Satoru caminaba a paso ligero, con la ropa más holgada que pudo haber encontrado, se sentó frente a su terapeuta, no quiere hablar, a veces solo quisiera guardar silencio en sus terapias, dejar que ella hablé y hable hasta que logré entender lo que lo está volviendo loco.
- Hola, Satoru. - Meg era una mujer con 35 años, se convirtió en su terapeuta hace cuatro meses, todavía no estaba adaptado, estaba incómodo con esa situación, mucho más porque ella había mencionado transferirlo a un psiquiatra. No hablo, solo la miro a los ojos.
- ¿Quieres hablar sobre Suguru Geto? Tengo novedades después de analizar tu caso más detalladamente. - La mujer tomo de su te, hablando con serenidad, el no se imagina capaz de hacer el trabajo de esa dama, socializar y aprender, comprender y entender los sentimientos ajenos suena un gran desafío, no puede con los suyos, menos con los de otros.
- Puede hablarme un poco de eso.
- Suguru Geto también fue mi paciente y lo sabes Satoru, al principio de las cosas los resultados de las terapias gritaban que pasaba por estrés postraumático. Aunque hace poco que lo ví puedo asegurarte que está en un estado de psicosis. Supongo que nunca dejo de drogarse, mucho menos tomo los medicamentos que le recete para sus ataques, o quizás se está drogando con esas píldoras.- Satoru guardo silencio.
- ¿Usted cree que puede recuperarse? - Los ojos azules la miraban con desdicha y esa pequeña fantasía de tener a su Suguru de vuelta.
- Quizás si, quizás no, pero, tu no eres lo que el necesita. - ¿Usted puede definir que necesita cada uno de sus pacientes? - Satoru siempre buscaba la forma de intimidar a está en sus terapias, ella le devolvió el mismo mirar intenso.
- No, pero las necesidades humanas en la actualidad son tan desechables como el cuerpo de una mariposa muerta, brilla aún pudriéndose, tus ojos siguen la figura del insecto, pero ¿De verdad es útil conservar el cadáver? ¿Crees que Suguru necesita conservar tu cadáver putrefacto estando encadenado a un grillete en su cuarto? Solo para mostrar, solo para admirar, solo para utilizar. - Silencio, un incómodo silencio. - Contesta mi pregunta, Satoru. - Exigió Meg.
- No. No lo necesita. - Ahí está tu respuesta. - La fémina sonrió orgullosa. - Satoru había guardado silencio, esperaba que ella hablara con un nuevo tema y preguntas profundas, pero la interrumpió, desde que llegó quiso hacerlo.
- ¿Donde vio a Suguru? - Satoru la miro de forma casual, como si su pregunta no sonará sospechosa.
- ¿Piensas ir corriendo a sus brazos otra vez, vas a dejar que sus cadenas te atrapen otra vez? - Meg frunció su ceño, esperaba una respuesta llena de ira, en cambio, Satoru solo negó con su cabeza. - Debes recordarlo, repite conmigo, eres Satoru Gojo, ha pasado un año desde que lo dejaste, el amante de tu adolescencia falleció en tus brazos, lo único que queda de el es su cadaver andante, no lograrás hacer latir su corazón de nuevo. - Satoru proceso el discurso que conocía de pies a cabeza.
- Soy Satoru Gojo, ya pasó un año desde que lo deje, el amante de mi adolescencia murió en mis brazos, solo queda su cadáver andante, nunca lograré hacer latir su corazón de nuevo. - Satoru lo dijo como si fuera el pan de cada día, Meg soltó una pequeña risa.
- Utilizo estos métodos contigo porque asimilar que una pareja abusiva ha muerto es más fácil que asimilar la ruptura y el inevitable reencuentro. - Meg le explicó a Satoru dándole otro sorbo a su te, levantó la taza ofreciéndole, se negó.
- Quizás si lo hubiera matado sería todo más sencillo.
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Presente...
Sentía el cuerpo de Suguru pegado al suyo, en forma de cucharita, como un rompecabezas, dos piezas unidas perfectamente, quizás no haya un lugar más en el que pueda estar que este, toda su vida ha estado en el lugar incorrecto, no sabe si donde está pueda llamarse correcto, pero se siente como tal.
Siente como Suguru se acurruca en su cabeza, ronronea su nombre y frota su frente en su cuello, - Buenos días, amor. - Escucho el ligero susurro ronco, se dio la vuelta para abrazarlo cara a cara. - Hola ¿Dormiste bien?- no tenía mucho que decirle en realidad, Suguru asintió, empezó a repartir besos en su rostro, después de cada chasquido decía "te amo" Satoru solo se dejaba hacer. - ¿Te levantaste en la noche? - El tono de voz de Suguru no era acertado con sus acciones, ese tono me hizo pensar que me ahorcaría hasta que le contestará lo que quiere escuchar, en cambio solo paso a dejar besitos en mi cuello.
- Me levanté por agua. - Susurró Satoru, no estaba mintiendo en realidad. - Me parece bien, yo debería salir a comprar las cosas que necesitamos. - Suguru se sentó en la cama, Satoru lo observó en silencio, sintiendo su corazón latir, se odiaba por eso, si tan solo pudiera arrancarse el corazón para que deje de bombear por el hombre frente suyo, lo haría. Suguru empezó a vestirse, estaba apunto de salir de la habitación, cuando se dio la vuelta. - ¿No quieres que te compre algo en particular, amor? - puso sus manos en sus bolsillos, Satoru pensó.
- Un rastrillo quizás. - Dijo Satoru. - No. - Fue lo único que entono Suguru, salió de la habitación, Satoru carraspeo y apretó sus manos, Suguru era inteligente, sabe que si pide algo punzo cortante será para cortarse a sí mismo o a Suguru, además es lampiño, no necesita un rastrillo. Debió haber sido mas inteligente.
Se tiró en la cama, dando vueltas y vueltas, sin saber exactamente que hacer. Busco en los cajones sus pastillas, o una forma de entretenimiento, no encontraba nada interesante, hasta que encontró una caja de madera con gises, podría colorear ¿Pero qué? Primero quiso buscar papel o algo que lo pueda reemplazar, al solo encontrar servilletas que se rompen al primer trazo se rindió rápidamente. Miro su alrededor ¿Si pintaba las paredes Suguru se enojaría? No es un gran dibujante como el, así que asume que si lo hará, no cree que su novio artista quiera tener personas hechas a modo de palitos en sus paredes. Miro sus muslos ¿Y se si pintaba a el mismo? Hasta que vio la pieza de metal en su tobillo.