Capítulo Extra 3: Lo mereces

37 4 0
                                    


La mañana llegó con la luz del sol filtrándose a través de las cortinas. Rivers se despertó primero, como de costumbre, y observó a Ari, quien todavía dormía profundamente, con el rostro relajado y una ligera sonrisa en los labios. Rivers no pudo evitar sonreír también.

Con cuidado, se deslizó fuera de la cama para no despertarla y fue a la cocina. Aún llevaba puesta la camiseta que usaba para dormir, con el cabello desordenado y los pies descalzos. Mientras preparaba café, el recuerdo de la noche anterior la hizo reír en voz baja.

Poco después, Ari apareció en la cocina, con el cabello alborotado y los ojos entrecerrados.

—¿Por qué estás tan animada? —preguntó, frotándose los ojos.

—Porque la vida es buena. Tenemos café, sol, y no hay mapaches en nuestra ventana. —Rivers le guiñó un ojo mientras le servía una taza.

Ari tomó el café, todavía algo adormilada, y se dejó caer en una silla.

—No me lo recuerdes. Todavía estoy avergonzada.

—¿Por qué? —Rivers se sentó frente a ella, apoyando el mentón en una mano mientras la miraba.

—Porque me asusté como una niña pequeña y tú tuviste que lidiar con todo.

Rivers negó con la cabeza, sonriendo.

—Eso no importa. Todos tenemos nuestros momentos, ¿sabes?

Ari tomó un sorbo de café, observando cómo Rivers parecía tan tranquila y segura incluso en la simplicidad de la mañana.

—¿Cómo haces eso? —preguntó.

—¿Hacer qué?

—Ser tú. Tan... valiente, tan tranquila.

Rivers se encogió de hombros, fingiendo modestia.

—Es un don natural. Aunque no te voy a mentir, anoche también me dio un poco de miedo... por un segundo.

Ari soltó una carcajada, dejando de lado su vergüenza.

—¿De verdad? ¿La valiente Rivers tuvo miedo de un mapache?

—Por supuesto. ¿Viste las garras que tienen? Podría haberme destrozado si se lo proponía.

Ambas rieron, el sonido llenando la pequeña cocina con una calidez que reflejaba lo bien que se entendían ahora.

Cuando terminaron el café, decidieron salir al patio trasero para disfrutar del sol. Rivers colocó una manta en el césped, y ambas se sentaron juntas, con Ari acurrucada contra el hombro de Rivers.

—¿Sabes? —dijo Ari después de un rato.

—¿Qué?

—Creo que nunca había sido tan feliz como ahora.

Rivers la miró, con una expresión suave en su rostro.

—Yo tampoco.

Ari levantó la mirada, sus ojos brillando con una mezcla de amor y gratitud.

—Gracias por cuidar de mí, siempre. Incluso cuando no lo merezco.

Rivers negó con la cabeza y tomó la mano de Ari, entrelazando sus dedos.

—Siempre lo mereces. Siempre.

El silencio que siguió no fue incómodo; fue un momento lleno de significado, de conexión. Ambas sabían cuánto habían cambiado desde que se conocieron, cuánto habían superado juntas.

De repente, un ruido en el arbusto cercano las interrumpió.

—Por favor, que no sea otro mapache —murmuró Ari, apretándose contra Rivers.

Rivers se levantó con calma, caminando hacia el arbusto. Se inclinó para mirar más de cerca y, después de unos segundos, regresó con una sonrisa.

—No es un mapache. Solo es un gato curioso.

Ari suspiró aliviada y luego se rió.

—Parece que los animales nos tienen en la mira últimamente.

—Probablemente sea porque dejamos la puerta trasera abierta todo el tiempo. —Rivers se encogió de hombros.

Ambas se recostaron en la manta, disfrutando del sol y el momento de tranquilidad. No necesitaban nada más que la compañía mutua y las pequeñas cosas que hacían que su vida juntas fuera perfecta, incluso si los mapaches y gatos decidían visitarlas de vez en cuando.

GOLPES (Rivers y Ari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora