Capítulo 13

4 0 0
                                    


Narra Esther

Anoche fue mágica. El susurro del viento que se colaba por las rendijas de la ventana y el brillo tenue de la luna fueron nuestros cómplices. Ahora, mientras los primeros rayos de sol iluminan la habitación, el calor de su cuerpo junto al mío me llena de una calma desconocida.

Me giro ligeramente para observarlo. Santiago duerme con una serenidad que contrasta con la pasión de anoche. Su pecho sube y baja acompasadamente, y no puedo evitar sonreír al ver la curva de sus labios, relajada. Acaricio con la punta de mis dedos su mejilla, apenas rozándolo, temerosa de romper este instante perfecto.

—¡Buenos días! —susurra de pronto, con los ojos aún cerrados.

Su voz grave me hace estremecer, y me sonrojo al darme cuenta de que estaba tan absorta en mis pensamientos que no me percaté de que ya estaba despierto.

—Buenos días —respondo, intentando sonar tranquila, aunque mi corazón late con fuerza.

Santiago abre los ojos y me mira fijamente, como si intentara memorizar cada detalle de mi rostro. Después, sin decir nada, me envuelve en sus brazos y me acerca a él. Su calor es una burbuja protectora, y en ese momento entiendo que estar con él es lo más natural del mundo.

—Esther, no quiero que esto sea solo un recuerdo bonito —dice, con una seriedad que me desarma—. Quiero que esto sea el principio de algo verdadero.

Mi pecho se llena de una mezcla de alegría y nerviosismo. Santiago siempre ha sido directo, pero escuchar esas palabras de sus labios me hace sentir vulnerable y al mismo tiempo, profundamente feliz.

—Yo también quiero eso —respondo, mi voz apenas un murmullo—. Quiero intentarlo contigo.

Su sonrisa ilumina la habitación más que el sol que entra por la ventana. Me besa con suavidad, y en ese gesto siento una promesa. Una promesa de respeto, de ternura, de amor.

Pasamos el día juntos, sin prisa, como si el mundo exterior no existiera. Hablamos de cosas simples, como nuestros gustos y pequeñas manías. Descubrimos que ambos amamos los días de lluvia, el café fuerte y las caminatas sin rumbo fijo. Pero también hablamos de cosas profundas, de miedos y sueños, de lo que queremos construir juntos.

Cuando cae la tarde, salimos a caminar. La brisa fresca acaricia nuestros rostros mientras nuestras manos permanecen entrelazadas. Nos detenemos frente a un lago tranquilo, donde el cielo se refleja en el agua como un espejo perfecto. Santiago se vuelve hacia mí y, con esa intensidad que lo caracteriza, dice:

—Prométeme que no dejaremos que el miedo nos detenga.

Lo miro a los ojos, esos ojos que me transmiten una seguridad que nunca había sentido antes, y asiento.

—Lo prometo.

Su sonrisa es mi recompensa, y cuando me besa de nuevo, siento que estamos sellando un pacto. No un pacto perfecto ni libre de obstáculos, pero sí uno sincero, lleno de esperanza.

Esa noche, al regresar a casa, me doy cuenta de que algo ha cambiado. No solo entre Santiago y yo, sino dentro de mí. Por primera vez en mucho tiempo, creo que el amor verdadero es posible, y que vale la pena luchar por él.

Al día siguiente, mientras organizo algunas cosas en mi apartamento, suena mi teléfono. Es mi madre. Su voz cariñosa llena el silencio de la habitación.

—¡Hola, hija! ¿Cómo te estás adaptando a vivir sola? —pregunta con ese tono mezcla de preocupación y orgullo.

Sonrío, aunque sé que no puede verme.

—Bien, mamá. Aún me estoy acostumbrando, pero todo va marchando. Me gusta tener mi espacio.

—Eso me alegra mucho —dice, pero luego su tono se vuelve más curioso—. ¿Y cómo va tu vida social? ¿Has conocido a alguien interesante?

La pregunta me toma por sorpresa, aunque debería haberlo anticipado. Respiro hondo antes de responder.

—Bueno, en realidad sí —admito, con un toque de nerviosismo—. Estoy saliendo con alguien.

—¡¿De verdad?! —exclama mi madre, claramente emocionada—. ¿Cómo es? ¿Cuándo lo conoceremos?

Río suavemente, intentando calmar su entusiasmo.

—Aún es muy pronto, mamá. Apenas estamos conociéndonos bien. Pero está en mis planes presentárselos cuando sea el momento adecuado.

Mi madre suspira, como si quisiera decir más, pero decidiera contenerse.

—De acuerdo, confío en ti. Pero sabes que estamos ansiosos por verte feliz y rodeada de amor.

—Lo sé, y lo agradezco —respondo, con sinceridad.

Al colgar, siento una mezcla de emociones. Santiago y yo apenas estamos comenzando, y aunque sé que quiero que mis padres lo conozcan, también quiero proteger lo que tenemos mientras se fortalece. Esto es solo el principio de algo que promete ser hermoso.

Narra Santiago

Acompañar a Esther a su taller de moda se ha convertido en una de las cosas que más disfruto. Hoy, mientras camina delante de mí, cargando su bolso lleno de telas y herramientas, no puedo evitar admirar su determinación. Ella brilla cuando habla de sus diseños, de sus proyectos. Y yo estoy aquí, esperando mi respuesta para ese trabajo al que apliqué, pero a su lado, incluso las incertidumbres parecen más ligeras.

—¡Gracias por ayudarme con esto! —dice Esther, girándose hacia mí con una sonrisa que desarma—. No tenía idea de cómo iba a llevar todo esto sola.

—Siempre que me necesites, aquí estaré —respondo, sintiendo cómo esas palabras llevan un peso mayor de lo que parecen.

Mientras ella se ocupa de organizar sus materiales, me siento en una esquina del taller, observándola en su elemento. Cada tanto, tomo mi teléfono y reviso los correos, esperando noticias del trabajo. Pero mi mente sigue regresando a un solo pensamiento: cómo voy a pedirle que sea mi novia.

Lo he estado planeando desde hace días. Quiero que sea especial, algo que ella recuerde siempre. Hoy es el día. Ya he reservado un lugar tranquilo, uno de esos rincones escondidos en la ciudad que descubrí por casualidad y que siento que es perfecto para nosotros.

Cuando terminamos en el taller, la invito a salir.

—¿Quieres acompañarme a un lugar esta noche? Es algo especial.

Ella asiente, intrigada, y su sonrisa ilumina mi corazón. Horas después, llegamos al restaurante pequeño pero encantador que había escogido. Una mesa para dos, iluminada por velas, nos espera en una terraza con vista a la ciudad.

—Esto es hermoso, Santiago —dice Esther, mirando a su alrededor.

Tomo su mano sobre la mesa, sintiendo la calidez de su piel contra la mía.

—Esther, desde que entraste en mi vida, todo tiene un nuevo significado. Quiero que este comienzo se convierta en algo más. ¿Quieres ser mi novia?

Ella me mira, y por un instante, temo que pueda dudar. Pero entonces sonríe, una sonrisa que llena mi mundo.

—Sí, quiero.

La emoción en mi pecho es indescriptible, y mientras nos besamos bajo el cielo nocturno, siento que todo en mi vida finalmente encaja.

Esa noche, volvemos a suapartamento, y entre risas, caricias y confesiones, pasamos otra noche juntos.Una noche donde las promesas se solidifican y el amor se reafirma. Estoyconvencido: esto es solo el principio de algo hermoso y eterno

Brújula del recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora