Capítulo 4

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Todo se ve maravilloso, un espectáculo de ensueño que parece suspendido en el tiempo. Cientos de faroles flotantes en forma de estrellas decoran la plaza, iluminando la niebla con un suave resplandor dorado. Los árboles artificiales están cubiertos de luces azules y plateadas, creando un contraste perfecto con el manto gris que envuelve el lugar. Parece como si las estrellas mismas hubieran descendido del cielo para mezclarse con nosotros.

Rose nota mi expresión de asombro y sonríe con complicidad, como si ya esperara mi reacción.
—Este es el Festival de las Estrellas Gemelas, y estos colores representan los reflejos del lago y el cielo —dice, señalando con un dedo al centro de la plaza, donde un gran espejo inclinado captura la luz de los faroles, amplificando su magia—. Allí las personas escriben sus deseos en pequeñas estrellas de papel y las colocan alrededor del espejo como ofrendas. —Ríe con entusiasmo—. ¿Quieres colocar el tuyo?

Doy un paso hacia atrás, sacudiendo la cabeza.
—No, no, no, gracias. Los demás podrían ver lo que escriba, y sería vergonzoso.

Rose se ríe a carcajadas, una risa clara y contagiosa que me hace sonreír a pesar de mi incomodidad.
—Vamos, Ali. —Me toma del brazo, con su entusiasmo imposible de ignorar—. Nadie ve lo que los demás escriben. Eso va contra las reglas del festival, y aquí todos respetan eso. —Aún riendo, me arrastra hacia el espejo, ignorando mis intentos de resistirme—. Además, cuando el festival termina, todas las estrellas se queman.

Me entrega un pequeño papelito y un bolígrafo en forma de pluma, decorado con detalles dorados que parecen brillar bajo la luz.
—Voy a confiar en ti —digo, aceptando el papel con una risa nerviosa—, pero, por si acaso, escribiré algo sencillo.

—Vale, vale. —Rose empieza a escribir su deseo con una expresión alegre, sus movimientos ligeros y fluidos—. Yo también escribiré algo sencillo para que no te sientas sola.

Mientras ella escribe, yo me quedo pensando qué deseo sencillo podría plasmar. Finalmente, mi mente se aclara, y escribo: "Regresar a Brisaflor". Doblo el papel con cuidado y lo coloco en el borde del espejo, donde otras estrellas de papel ya se agrupan, formando un mosaico de sueños. Rose hace lo mismo, colocando su estrella junto a la mía.

—¡Listo! —exclama, tomándome de nuevo del brazo. Antes de que pueda reaccionar, ya me está llevando hacia el área de música.

El sonido de tambores, violines y flautas llena el aire. En un rincón de la plaza, parejas y grupos se mueven en círculos, sus pasos sincronizados en una danza que imita el movimiento de las estrellas en el cielo. Rose me lanza una mirada traviesa y me tira hacia la multitud.

—¡Vamos, Ali! —me anima, su energía tan contagiosa como siempre.

Aunque al principio dudo, pronto me encuentro siguiendo los pasos. La música es envolvente, y las luces de los faroles crean sombras danzantes que parecen cobrar vida. Me dejo llevar por el ritmo y, para mi sorpresa, me divierto tanto que termino riendo junto a Rose cuando la danza llega a su fin.

Ambas salimos de la multitud para tomar aire. Nuestras risas se mezclan con el murmullo del festival, y pienso en lo mucho que este lugar me está cambiando. Nunca hubiera hecho algo así en Brisaflor.

Pero entonces lo veo, y el mundo parece detenerse.

Pero entonces lo veo, y el mundo parece detenerse

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Entre Aullidos y HechizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora