Un mundo que no encaja

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Elena despertó temprano, como siempre, y se levantó lentamente de la cama, sin ganas de enfrentar otro día. El sonido del despertador resonaba en su cabeza como un recordatorio de todo lo que debía hacer, pero no quería hacer nada. El mundo, por alguna razón, no se sentía como su lugar. Había algo dentro de ella que no se alineaba con las expectativas, y se preguntaba si algún día lo haría.

Miró su reflejo en el espejo del baño. Su rostro, pálido y cansado, la miraba de vuelta. Era como si todo estuviera fuera de lugar, como si la imagen que tenía de sí misma no tuviera nada que ver con la realidad que veía frente a ella. Aunque la gente a su alrededor la llamaba "normal", Elena sentía que algo la separaba de los demás. Un vacío emocional, una desconexión que no podía explicar, y que cada vez se hacía más grande.

Era difícil de entender. No sentía lo que se suponía que debía sentir. ¿Por qué la gente hablaba tanto del amor? ¿Por qué todos parecían tener esas conexiones mágicas que los hacían felices? Elena, en cambio, no experimentaba esos impulsos, esa necesidad de estar con alguien de una manera romántica. En su interior, algo estaba vacío, pero no de una manera triste o melancólica. Simplemente no había nada allí.

Su madre, como siempre, había comentado que "ya encontraría a alguien", que solo tenía que esperar. "Todos se enamoran, cariño, solo es cuestión de tiempo", decía, con una sonrisa llena de esperanza. Pero Elena no lo entendía. No sentía esa necesidad, no había una chispa que la llevara a buscar a alguien, no importaba lo que decían sus amigas, ni las películas o canciones que le mostraban la idea de lo que era "normal".

Pero algo en su cabeza también la decía que debía encontrar esa chispa. Porque si no, algo estaría mal con ella. A veces pensaba que era solo cuestión de tiempo, como decía su madre, pero otras veces, sentía que había algo mucho más grande que no comprendía.

Elena había experimentado una primera relación que terminó de manera confusa. Había intentado gustar de él, hacer lo que se suponía que debía hacer, sentir lo que todos los demás sentían, pero la verdad era que no sentía nada en absoluto. Solo vacío. Solo una constante sensación de desconcierto. Las citas, los abrazos, las miradas... nada de eso la hacía sentir completa. Solo la dejaba sintiendo una incomodidad que no sabía cómo explicar.

Luego vino la segunda relación, más breve. Intentó convencer a sí misma de que era normal sentir esa falta de emoción. Tal vez ella solo era más reservada, pensó. Pero cuando su amiga Laura le contaba sobre su enamoramiento, sobre la emoción de estar cerca de alguien, Elena sentía una mezcla de desconcierto y frustración. ¿Por qué ella no podía sentir lo mismo?

La situación empezó a tornarse más difícil cuando la relación con su cuerpo comenzó a desmoronarse. La ansiedad, siempre presente, la hizo enfocarse en lo que veía en el espejo de una manera destructiva. Se dijo a sí misma que estaba demasiado gorda, que tenía que cambiar. La idea de cómo debía lucir y cómo debía sentirse en su cuerpo nunca coincidió con lo que los demás esperaban. Cuando no encontró consuelo en el amor romántico, comenzó a buscarlo en la comida, luego en la falta de comida. De alguna manera, pensó que podría controlar lo único que parecía tener control en su vida. Pero pronto, las cosas comenzaron a escalar.

Un día, después de una tarde de lucha interna y noches en vela, Elena se miró una vez más en el espejo, y esa sensación de no encajar se volvió aún más clara. No solo era su identidad romántica lo que no entendía, sino todo lo que la rodeaba, incluido su cuerpo. La perfección parecía ser una meta inalcanzable, pero lo que más la desconcertaba era el hecho de que no entendía por qué no podía sentir lo que todos decían que debería sentir.

Se sentó en su escritorio, rodeada de sus libros de la escuela, tratando de concentrarse, pero todo se sentía tan lejano. La ansiedad se apoderaba de ella, y comenzó a escribir en su diario: "No sé quién soy. Me siento vacía, incompleta. Los demás parecen tener algo que yo no tengo. Tal vez nunca lo entienda".

Esa noche, mientras intentaba dormir, su mente volvió a girar alrededor de lo mismo: ¿Qué está mal conmigo? Pero en algún rincón de su mente, un pensamiento se abrió paso: Tal vez no esté mal. Tal vez simplemente sea diferente. Pero, ¿diferente de qué? Eso aún no lo sabía.

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