Appartenente.
Margot.
Inhaló profundo cuando miro como los ojos de mi pequeño brillan en profundidad, una sonrisa nerviosa se pinta en su rostro y la mirada baja en el suelo.
Sus pantalones estaban mojados.
Era la quinta vez que pasaba.
—Te he dicho que si tienes miedo vayas a nuestra habitación —le dije convencida.
Mi hijo solo hace pucheros, de repente, las primeras lágrimas empañan el suelo.
—Dios mío —susurre.
No entendía por que pasaba tan seguido, había tratado de hacer que no pensara más en nada del pasado, incluso, los cuentos de terror que he leído por qué él los ama, les he desaparecido de la habitación. ¿Debería llevarlo al psicólogo?
Paso mis manos por mis cejas. Tendremos que tirar el colchón de nuevo.
—Ya es el quinto que compramos en la semana —susurre para mí.
Bien, solución tiene. Quite mis manos y palmee mis piernas.
—Vamos a darte una ducha, ¿te parece? —le digo con una sonrisa a labios cerrados.
Mi querido Aslan hace un puchero y me ve de nuevo.
—Estas enojada.
—Claro que no —le digo con una sonrisa que ahora muestra mis dientes.
—Siempre finges sonreir con los labios cerrados cuando estás enojada —susurra tímido.
Aslan solía fijarse más de lo que imaginaba en mi lenguaje corporal.
Inhale profundo y sostuve de sus hombros, me puse sobre mis rodillas para poder alcanzarlo.
Imagino cuando crezca, tendré que estar sobre la punta de mis pies para poder verle el rostro.
—Todos cometemos errores. Solo compraremos uno nuevo y ya está -le dije con una sonrisa—. A tu padre no le molesta, lo que si le molesta es el desorden.
Aslan asiente.
—Papá no ha venido a verme —susurra—. ¿Dónde está?
Damien la mayoría del tiempo está en la habitación o en el estudio, tratando de averiguar más sobre la persona que se supone es el espía. Esto nos tiene los pelos de punta. Ha pasado una semana desde que descubrí la información sobre mis padres, todo esta marchando bien, pero a diferencia de eso, la marcha en saber, ¿Quién es el infiltrado? nos deja muchas dudas.
—Papá está trabajando.
—El tío Alexander viene todos los días por la mañana, no entiendo por qué papá no puede pasarse por aquí todos los días, ¿Tan ocupado está?
Parecía ser que a Aslan le dolía que su padre no estuviera tanto tiempo para él. Lo comprendía.
Solo lo mira en el desayuno, comida y cena.
—No importa —le dije con una sonrisa—. Estoy yo contigo, ¿no cuento?
Aslan sonríe.
—Yo te amo con la intensidad de miles de soles, ¿entendido? —le digo con una sonrisa que muestra mis dientes, tomo sus hombros tratando de hacerle sentir apoyo, cosa que hace a Aslan sonreir, pero más que eso hace una mueca.
Mi hijo me preocupa.
—Lamento que te sientas así, hablaré con tu padre.
Aslan extiende una sonrisa por todo su rostro cuando digo aquellas palabras. A veces Damien tenía tantas cosas por hacer que pasar tiempo con su réplica le hacía imposible. Nada heredó de mi.
Ni siquiera mi cabello.
—¿Quieres darte una ducha? Después de eso iremos a desayunar y hablaremos con papá en el desayuno para organizar algo y hacer de nosotros provecho, ¿te parece?
Aslan sonrie y asiente repetidas veces.
Le tome en brazos y camine con él hacia el baño, su peso no era tanto, pero si a veces era imposible cargarlo, ¿cuando creció tanto?
Le desnude y metí en agua caliente en la bañera, comencé a echar agua en su cabeza, parecía tener las mejillas sonrojadas y las orejas también, tanta vergüenza le comía el alma que solo le dejaba morder su labio y sollozar en silencio.
—¿Estás bien amor?
Niega.
—Prometi que ya no lo haría —susurro.
Deje de echar agua en su cabeza y le busque los ojos, lo cual el hizo evitar.
—¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué temes tanto por las noches? ¿Quieres ir a mi habitación a dormir?
Aslan me mira, baja la mirada y niega.
—¿Sufres pesadillas por las noches?
Aslan me mira, aprieta sus labios reprimiendo lo que iba a decir, toma valor, abre la boca de nuevo y observa a su alrededor, después, como si se tratara de un secreto del gobierno, me dice:
—Alguien me observa por las noches —susurro Aslan.
Frunzo una ceja y me recargo sobre la bañera.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo en un latigazo, ¿De que se trataba eso?
—¿Disculpa? —susurre temblorosa.
—Todas las noches, una sombra se pone en el marco de mi puerta, siento su presencia y se queda horas ahí, es por eso que a veces no despierto para el desayuno —susurro.
—¿Hace cuanto la miras?
Aslan niega.
—No lo sé.
El temor me recorre en un cosquilleo helado el cuerpo, inhaló profundo y me enfoco en bañar a Aslan.
Trate de ocultar que mis manos temblaban en cada rose de su cuerpo, en cada parte de mí, cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza era solo eso, el infiltrado.
¿Y si ya había podido entrar a nuestra casa? ¿Y si ya había podido interferir entre las paredes del hogar?
¿Y si el infiltrado estaba detrás de nuestro Aslan?