Narra Lauren
—¿Dinah, me puedes hacer un favor? —Le hablé despacio, midiendo las palabras como si le pidiera que moviera una montaña.
Dinah se quedó mirándome con los ojos entrecerrados, como si intentara descubrir si había perdido la cabeza.
—¿Un favor? ¿Yo? ¿Por qué tengo el presentimiento de que esto va a ser algo raro?
—Por favor, te lo suplico. Haré lo que sea que me pidas.
—¿Lo que yo quiera? —repitió, entrecerrando los ojos y sonriendo de una forma que no me gustaba nada.
—Sí, lo que quieras.
—Mmm... en ese caso, quiero un hijo tuyo.
Me atraganté con mi propia saliva y le di un codazo.
—¡¿Qué?! ¡¿Qué demonios estás diciendo?!
—Es broma, tonta. Aunque, siendo honestas, tenemos buenos genes. Imagínate, podríamos crear un mini Einstein mezclado con Beyoncé.
—¡Dinah! —protesté, mirando alrededor para asegurarme de que nadie hubiera escuchado.
Ella solo se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Está bien, está bien. Soy demasiado joven para ser mamá. Ahora dime, ¿qué favor quieres?
—Pues... —murmuré, desviando la mirada hacia la chica, quien seguía escribiendo concentrada.-Su cabello caía en ondas suaves alrededor de su rostro, y me mordí el labio al ver la delicadeza con la que movía la mano para escribir. Mi corazón se aceleró—. Pregúntale cómo se llama.
Dinah alzó una ceja.
—¿En serio? ¿Eso es todo? Anda tú, Lauren. Es solo un nombre. No es como si le estuvieras proponiendo matrimonio.
—¡Por favor! —rogué, poniendo mi mejor cara de cachorrito—. Sabes que soy pésima con las personas nuevas.
Dinah bufó, como si estuviera lidiando con un caso perdido.
—Está bien, Jauregui. Mira y aprende de la maestra.
Pero antes de que pudiera acercarse a Camila, entré en pánico. Sabía que Dinah era capaz de decir cualquier cosa, y no quería que Camila pensara que yo era una acosadora. Así que recogí mis cosas bueno algunas y huí del aula antes de que Dinah tuviera la oportunidad de abrir la boca.
En el pasillo, choqué con Normani.
—¡Hola! —saludó con una gran sonrisa, estrechándome en un abrazo.
—¡Mani! —respondí, tratando de sonar relajada, aunque mi corazón aún latía con fuerza.
—¿Por qué corres? ¿Estás huyendo de alguien?
—No, no... Es que... Bueno, tenía calor en el aula.
—Lauren, estamos en pleno invierno. Ni siquiera tienes que mentirme tan mal —se burló, rodando los ojos.
Suspiré, resignada, y juntas nos dirigimos a la siguiente clase.
Narra DinahCuando me di cuenta de que Lauren había desaparecido como una cobarde, casi grito de frustración.
—Me las va a pagar —murmuré,
Me acerqué a Camila, quien seguía escribiendo tranquila.
—Hola —dije con mi mejor sonrisa—. Soy Dinah Jane.
Ella levantó la mirada, algo sorprendida.
—Ya lo sé.
—¿Cómo sabes mi nombre? ¿Eres una espía o algo así?
—No, lo dijiste hace un rato —respondió, divertida.
—Oh, cierto. Bueno, ¿cómo te llamas?
—Camila. Camila Cabello.
—Es un nombre bonito —dije, sin pensarlo. Cuando noté su sonrisa, quise golpearme por lo obvia que había sonado.
—Gracias.
—¿Te gustaría ser mi amiga? —solté de repente, intentando sonar casual.
Ella parpadeó, pero finalmente asintió.
—¿Por qué no?
Antes de que pudiera decir algo más, Camila recogió sus cosas y salió del aula. Y justo entonces noté los libros que Lauren había dejado. Perfecto, ahora también era su asistente personal.De camino a la siguiente clase, me encontré con Alexa, quien llevaba esa actitud de siempre, creyéndose dueña del mundo.
—Dinah, ¿has visto a Lauren? —preguntó con esa voz irritante que me daban ganas de mandar a callar.
—No. ¿Para qué la quieres?
—Yo la amo.
Tuve que reírme.
—Por favor. Si la amaras, no habrías hecho esa apuesta idiota.
La dejé ahí, con la palabra en la boca, y me dirigí al aula.Cuando entré, encontré a Lauren y a Normani hablando. Lancé los libros de Lauren sobre su escritorio y me crucé de brazos.
—¿Por qué me miras así? —preguntó Lauren, siguiéndome el juego.
—Tus libros —dije simplemente. Luego me incliné hacia ella y sonreí de manera conspiradora.
Narra Lauren
Dinah se sentó a mi lado, y yo intenté parecer indiferente, aunque por dentro estaba a punto de explotar de curiosidad.
—Entonces... ¿qué te dijo? —susurré sin mirarla, mientras fingía escribir en mi cuaderno.
Dinah me observó con una sonrisita traviesa que ya conocía demasiado bien.
—Ah, nada interesante... —respondió con tono despreocupado, mientras jugaba con su esfero.
La miré de reojo, sospechando.
—Dinah... —murmuré con advertencia.
—¿Qué? Solo le pregunté su nombre, como me pediste. Camila Cabello, ¿recuerdas? Ah, y también me dijo que sería mi amiga.
—¿Tu amiga? —pregunté, levantando una ceja.
—Ajá. ¿Por qué? ¿Estás celosa?
—¡Claro que no! —respondí demasiado rápido, y Dinah soltó una carcajada.
—Tranquila, Jauregui, no me la voy a robar. Pero te advierto, es más encantadora de lo que parece.
Rodé los ojos, intentando no darle importancia, aunque mi estómago estaba lleno de mariposas.
—¿Qué más dijo? —pregunté en un susurro, intentando sonar casual.
Dinah se inclinó hacia mí con una expresión conspiradora.
—Dijo que le gusta leer y que le interesan los misterios. Tal vez deberías invitarla a una biblioteca o algo así.
—¿Invitarla? —repetí, sintiendo que mi rostro se ponía rojo.
—Lauren, en algún momento tendrás que hablarle, ¿sabes? No puedes esconderte para siempre.
Iba a responderle, pero la voz del profesor resonó en el aula, interrumpiéndonos.
—Señoritas Jauregui y Jane, ¿quieren compartir con la clase lo que parece tan interesante?
Dinah se recargó en su silla con una sonrisa despreocupada.
—Solo estábamos hablando sobre el libro, profe. Lauren estaba diciendo lo mucho que le apasionan la Química.
Algunos compañeros rieron, y yo deseé desaparecer en ese instante.
—Muy bien. En ese caso, señorita Jauregui, resuelva el problema en la pizarra.
Me levanté lentamente, sintiendo todas las miradas en mi espalda, incluida la de Camila. Mi mente estaba en blanco mientras me acercaba a la pizarra. ¿Por qué Dinah tenía que ser así?
—¡Vamos, Lauren, tú puedes! —susurró Dinah desde su asiento, burlándose.
Me giré para lanzarle una mirada asesina, pero terminé cruzando miradas con Camila, quien me sonrió con suavidad.
Mi corazón dio un vuelco, y, de alguna manera, encontré la respuesta al problema. Aunque no recuerdo cómo, logré resolverlo correctamente.
Cuando volví a mi asiento, Dinah me dio un codazo.
—¿Ves? Ni siquiera era tan difícil.
—Cállate —murmuré, sintiendo aún las mejillas ardiendo