Harry, con los hombros pesados de agotamiento, se encontraba en la biblioteca intentando armar un ensayo de pociones para la clase de Snape. Los párrafos que había escrito se veían más torcidos y desorganizados cuanto más luchaba contra el cansancio. Los párpados le pesaban como plomo, y en más de una ocasión estuvo a punto de quedarse dormido, solo para ser bruscamente despertado por los chasquidos de Hermione, siempre alerta, o un doloroso golpe de su varita que lo hacía estremecer y rechinar los dientes.
La tensión en el aire no ayudaba. Las constantes peleas entre Hermione y Ron zumbaba en sus oídos. El chico Weasley resoplaba irritado mientras su amiga, con su ceño fruncido, lo reprendía.
-Hermione, ¿puedes tomarte un descanso, por favor? -se quejaba el pelirrojo, con la voz cargada de frustración.
Sintiendo la necesidad de escapar de la sofocante atmósfera, Harry se levantó abruptamente de su silla, arrastrando los pies como si una parte de él no quisiera seguir adelante.
-Iré a buscar un libro -anunció, aunque no estaba seguro de que lo hubieran escuchado, inmersos como estaban en su acalorada discusión.
Se adentró en los pasillos de la biblioteca, el eco de sus pasos resonando entre los altos estantes repletos de libros. El olor a pergamino viejo llenaba el aire. Su mirada vagaba de un título a otro, sin captar realmente el contenido de los libros; su mente estaba dispersa, el pergamino que sostenía no parecía ser de ayuda al no saber cómo empezar el dichoso trabajo.
Fue en ese momento, mientras su mente deambulaba, que sintió un choque repentino, un golpe que lo sacó de su trance. Libros cayeron al suelo con un ruido seco.
- ¡Auch! -exclamó una voz femenina.
El azabache se inclinó rápidamente, con el corazón acelerado y la mente aún nublada.
-Lo siento, lo siento -se disculpó apresuradamente mientras recogía los libros caídos. Cuando extendió la mano para devolverlos, levantó la vista y sus ojos se encontraron con un par de orbes grises, afilados e intensos, que lo miraban con una mezcla de sorpresa y algo que no podía descifrar del todo.
Cielle Lastrange. La chica de la que todo el colegio hablaba, la que parecía deslizarse por los pasillos como una sombra fascinante y misteriosa. Los rumores sobre su belleza no le hacían justicia, pensó mientras sus ojos recorrían su piel clara y cremosa, su cabello negro que caía en ondas suaves y brillantes, y su uniforme que se ceñía perfectamente a su figura. Cielle no solo irradiaba magnetismo, sino una confianza abrumadora que lo descolocaba.
- ¿Terminaste de analizarme, Potter? -preguntó con una sonrisa que no llegaba a sus ojos- Porque podría dejar que tomes una foto, dura más.
Su voz era como un murmullo seductor que lo envolvía, suave y peligrosamente al mismo tiempo.
-Ah...yo... -balbuceó torpemente, sintiendo que el calor subía a su rostro mientras le entregaba los libros- Lo siento.
La ojigris los tomó con gracia, sus dedos rozando brevemente los suyos.
-Deberías tener más cuidado y prestar más atención -dijo, mirándolo de arriba a abajo con una sonrisa ladeada que lo hizo sentir aún más incómodo.
El de gafas se rascó la nuca, nervioso. Intentaba explicar su despiste, su voz saliendo con demasiada rapidez.
-Estaba buscando un libro para mi ensayo de pociones y... bueno, me distraje con tantos libros.
Sus ojos, sin querer, se encontraron nuevamente con los de ella, y ese contacto visual hizo que el tiempo pareciera detenerse por un instante. Cielle lo observó en silencio, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada palabra.
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-Trabajo de pociones -repitió ella, su tono suave y casi burlona. Mordió su labio de manera deliberada antes de continuar- Ayudé a Pansy con el suyo. Ven.
Sin esperar respuesta, comenzó a caminar por los pasillos, sus pasos ligeros y elegantes, mientras Harry, sin saber por qué, la siguió casi por instinto. Ella se detuvo frente a una estantería y deslizó un dedo por el lomo de varios libros antes de sacar uno y extenderlo hacia él.
-Este libro te ayudará -dijo con naturalidad- Tiene toda la información que necesitas.
Antes de que el chico pudiera siquiera agradecerle, escuchó un grito familiar que rompió el hechizo del momento.
- ¡Harry! -la voz de Hermione resonó a mitad del pasillo. Él giró sobre sus talones, como un niño atrapado haciendo algo indebido. Su amiga lo miraba con el ceño fruncido, claramente descontenta.
Cielle observó la escena con una pequeña sonrisa en los labios, casi divertida por la tensión que había creado. Sus ojos se entrecerraron por un breve segundo, y luego soltó una risita suave, mordiendo su labio de nuevo, esta vez más provocativa.
-Debería seguir con el trabajo -dijo Harry, con las manos gesticulando nerviosamente entre la Slytherin y su amiga.
-Claro -respondió ella, sin inmutarse.
-Gracias, Cielle -agregó, con voz apurada, retrocediendo unos pasos hacia la castaña que lo esperaba.
-Adiós, Potter -lo despidió con una ligera inclinación de cabeza, pero antes de desaparecer entre las estanterías, lanzó una mirada fugaz a Hermione- Granger, no deberías gritar en una biblioteca.
Y con eso, la pelinegra desapareció entre las sombras, dejando al de anteojos con una sensación extraña en el pecho.
El chico aún algo aturdido por el encuentro, regresó a la mesa, con su amiga pisándole los talones.
- ¿Qué hacías con ella, Harry? -le soltó de inmediato.
Ron, que hasta ese momento parecía ajeno a la situación, levantó la cabeza y preguntó, curioso.
- ¿De qué me perdí?
-Solo me ayudó a buscar un libro, relájate, Herms-dijo su amigo, intentando concentrarse en las páginas del libro que la Slytherin le había dado, pero su mente volvía una y otra vez a la chica.
-No deberías acercarte a ella -continuó la leona, con ese tono firme de quien cree tener toda la razón- Es la hija de Bellatrix, la mayor seguidora de quien-tú-sabes.
Intentó concentrarse en las páginas del libro, pero las palabras de Hermione resonaban en su cabeza como un eco persistente. "Es la hija de Bellatrix", y ese solo nombre traía consigo recuerdos oscuros, tensos, que prefería olvidar.
Harry la miró por encima del libro, sintiendo cómo la preocupación de su amiga se filtraba a través de sus palabras. Sabía que Hermione siempre se adelantaba a las posibles consecuencias, siempre pensaba en lo que podía salir mal. Pero ¿realmente tenía que ver a Cielle solo a través del prisma de lo que había hecho su madre?
Antes de que pudiera responder, Ron, que había estado mordisqueando la punta de su pluma distraídamente, intervino.
- ¿Hablan de Cielle Lastranger? -preguntó, con un tono mucho más despreocupado- Es muy sexy.
El azabache reprimió una sonrisa. De alguna manera, su amigo siempre lograba poner las cosas en perspectiva, aunque fuera de manera totalmente inapropiada.
Hermione lo miró con desaprobación.
- ¿Y eso qué, Mione? -respondió Harry finalmente, exasperado- Voldemort está muerto. Vivimos en paz ahora. No puedes juzgarla solo por su madre.
Pero la chica no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente.
- ¿En serio estás ciego, Harry? Ginny se molestará si se entera. No escucharon los rumores sobre ella. Se acostó con medio colegio, y ahora que peleaste con tu novia seguramente quiere hacerlo contigo también.
El chico frunció el ceño, ofendido. Hermione siempre había sido lógica y racional, pero en este caso parecía que los chismes y los prejuicios la estaban nublando.
-Si tú no quieres, amigo, yo sí -agregó el pelirrojo, sin captar la tensión del momento.
-Ronald, es tu hermana -lo regañó Granger, mirándolo con severidad.
- ¿Y eso qué? -replicó con una carcajada-. Tienen una relación súper tóxica.
Harry levantó las manos, deseando acabar con la conversación de una vez.
-Oigan, ya. Hermione, tú misma lo dijiste: son rumores. Y que me haya dado un libro no significa nada. No estoy interesado en ella de esa manera -dijo, tratando de sonar convincente, aunque una parte de él aún se sentía intranquila.
Su amiga lo miró con escepticismo, pero finalmente dejó de insistir.
-Solo te digo que tengas cuidado. Ella no me inspira ni un poco de confianza.
La conversación se apagó, pero el ambiente quedó cargado de tensión. Harry intentó centrarse de nuevo en su ensayo, pero, sin quererlo, sus pensamientos volvieron a Cielle. La forma en que lo había mirado, la intensidad de su presencia, esa sonrisa juguetona que parecía tener un significado oculto. Y luego estaban los rumores... pero ¿cuánto podía confiar en lo que decían los demás? Él mejor que nadie sabía lo dañinos que podían ser los chismes.
Lo que ninguno de los tres sabía era que, en las sombras, Cielle había escuchado cada palabra. Oculta detrás de una estantería, con una sonrisa enigmática dibujada en sus labios, observaba a los tres Gryffindors como si fueran peones en un juego que solo ella comprendía.
⎯⎯ Girlfriend⎯⎯
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