Martin estaba convencido de que esa sería su última noche en París junto a su equipo. La euforia por haber ganado el primer puesto y asegurado su pase a los Internacionales en Australia todavía flotaba en el aire. Entre abrazos, risas y celebraciones, su mente no dejaba de repasar cada momento vivido en los Nacionales.
Sin embargo, Juanjo había planeado algo que Martin no esperaba.
Tras la cena con todo el equipo, Juanjo tomó su mano y lo alejó del bullicio del restaurante.
—Tengo una sorpresa para ti —le susurró, con una sonrisa misteriosa.
—¿Qué? Juanjo, tenemos que madrugar para volver a casa mañana...
Juanjo negó con la cabeza.
—Ese es el tema... No volvemos mañana.
Martin lo miró con incredulidad.
—¿Cómo que no volvemos?
—Conseguí que Sofía se quede dos días con Lea y Vicky. Nosotros nos quedamos en París. Sólo tú y yo.
Martin sintió que su corazón se aceleraba. La idea de estar en París dos días más, solo con Juanjo, le pareció irreal.
—Pero... ¿Cómo organizaste todo esto sin que me diera cuenta?
Juanjo sonrió de lado.
—Tengo mis trucos.
Condujo a Martin hasta el hotel, pero en lugar de dirigirse a la habitación que compartía con su equipo, tomó un camino diferente.
—Juanjo, ¿qué estás haciendo?
—Paciencia, amor.
Cuando abrió la puerta de la habitación especial que había reservado, Martin se quedó sin palabras.
La luz tenue de varias velas iluminaba la habitación con un resplandor cálido.
En la cama, había un camino de pétalos de rosa que llevaban a una pequeña mesa con una caja envuelta en un lazo rojo. Fotos de ellos juntos decoraban las paredes, capturando los momentos más importantes de su relación.
Una botella de vino descansaba en un balde con hielo junto a dos copas. En la esquina de la habitación, una playlist suave de sus canciones favoritas sonaba de fondo.
—Juanjo...
—Quise hacer de esta noche algo especial para ti. Has trabajado tanto, has logrado tanto. Y te mereces esto.
Martin sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas. Nunca nadie había hecho algo así por él.
—Ven, abre la caja —dijo Juanjo, guiándolo hasta la mesa.
Martin tomó la caja con manos temblorosas y la abrió. Dentro había un colgante con sus iniciales grabadas y la fecha en la que se conocieron. También había una carta, escrita a mano por Juanjo.
"Desde que te vi por primera vez, supe que serías alguien especial en mi vida. Pero nunca imaginé cuán importante llegarías a ser para mí. No sólo eres mi mejor amigo, eres mi hogar. Esta noche no es un fin de viaje, sino un nuevo comienzo. Gracias por existir, Martin. Te amo."
Martin leyó la carta en silencio, y cuando terminó, sin dudarlo, se lanzó a los brazos de Juanjo.
—Yo también te amo —susurró contra su cuello, sintiendo que su corazón latía desbocado.
Juanjo le besó la frente con ternura y luego sus labios se encontraron en un beso suave, cargado de amor y promesas silenciosas.
Se separaron , se miran a los ojos con las frentes juntas y supieron quién de los dos cortó antes la distancia pero volvieron a besarse. Esta vez no fue dulce, estaba cargado de intensidad y tensión.
(E)
Juanjo bajó sus manos a las caderas de Martin, empezó acariciar debajo de la camiseta y presionando cada vez más, hasta que lo empujó para que se sentara encima de su regazo.
Martin lo captó a la primera, y con un suspiro de desesperación lo hizo. El beso cada vez era más intenso, Martin acariciaba el cuello, las mejillas y el torso, colocando sus manos al borde de la camiseta de Juanjo pidiendo permiso para quitarsela y Juanjo hizo lo mismo.
Sus torsos desnudos pegados, Martin bajando los besos por el cuello de Juanjo mientras empezó a moverse haciendo que el mayor empezara a soltar jadeos tontos.
Juanjo notaba como su chico disfrutaba de frotarse, y para devolvérsela le cogió de la parte de la cintura baja y la presionó haciendo que el menor soltara un jadeo y un suspiro.
La cosa empezaba a calentarse, y después de 3 noches sin dormir juntos se echaron de menos en todos los aspectos.
Juanjo decidió coger a su chico y tumbarlo en la cama mientras él se tumbaba encima suyo.No dejaron de besarse, y acariciarse. Martin tenía una mano en la nuca del mayor y la otra la empezó a deslizar por el torso de Juanjo, hasta llegar a la zona peligrosa, hizo señas para deshacerse de toda la ropa que les molestaba y Juanjo asintió.
Estaban completamente desnudos, cuerpo con cuerpo con movimientos que activaron ciertas zonas, que el mayor decidió calmar bajando sus besos hasta llegar a la parte íntima de su chico, y solo con hacerlo Martin disfrutó y consiguió disipar esa tensión en segundos.
Al subir Juanjo, miro a Martin y en sus ojos vió, al que podía ser no solo su mejor amigo sino el amor de su vida. Besó todas sus cicatrices. Y al hacer el amor le prometió y juró que nada ni nadie podía contra ellos, porque siempre se iban a cuidar mutuamente.
Se tumbaron abrazados, enredados entre las sábanas, mientras Juanjo dejaba caricias en los brazos de Martin.
Esa noche, no había prisa. No había nervios. Solo ellos dos, en la ciudad del amor, disfrutando de un momento que nunca olvidarán.
A posteriori pidieron servicio a la habitación, cenaron juntos entre bromas y miradas cómplices, y cuando finalmente se acostaron en la cama, envueltos en las sábanas, Martin supo que ese era el mejor regalo que alguien le había dado.
—Gracias por esto —susurró Martin mientras acariciaba el rostro de Juanjo.
—Gracias a ti por ser quien eres —respondió Juanjo con una sonrisa. —Ahora, a dormir , que aún nos quedan dos días más en París para vivir juntos.
Martin cerró los ojos, sabiendo que el mejor capítulo de su vida apenas estaba comenzando.
El sol se filtraba por la ventana de la habitación, acariciando suavemente el rostro de Martin. Aún envuelto en las sábanas, sintió la calidez del cuerpo de Juanjo junto a él.
Por un momento, el cansancio y las emociones de los últimos días desaparecieron, dejando solo la tranquilidad de despertar junto a la persona que amaba.
Juanjo abrió los ojos poco a poco y lo encontró mirándolo.
—Buenos días, ganador —susurró con una sonrisa traviesa, estirando la mano para acariciarle la mejilla.
Martin sonrió y cerró los ojos un instante, disfrutando el contacto.
—Buenos días... Esto sigue pareciendo un sueño.
—Pues acostúbrate, porque tenemos dos días enteros para vivirlo.
Juanjo se inclinó para besar su frente y luego se incorporó, revolviendo su cabello con aire despreocupado. Se sentó en el borde de la cama y estiró los brazos.
—Espero que tengas hambre. Te tengo otra sorpresa.
Antes de que Martin pudiera responder, Juanjo se levantó y abrió la puerta de la habitación. Justo afuera, una mesita estaba adornada con un desayuno francés perfectamente servido: croissants dorados, fresas frescas, mermeladas caseras, café y jugo de naranja.
—¡Juanjo! Esto es demasiado...
—Nada es demasiado para ti, Martin. Y hoy, nos dedicamos a disfrutar.
Después del desayuno, salieron a recorrer París. Juanjo había planeado cada detalle: una visita a Montmartre, donde un artista callejero les hizo un retrato; un paseo en barco por el Sena mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte; y una cena en una terraza con vista a la Torre Eiffel iluminada.
Durante el día, Martin sintió que todo lo que había vivido hasta entonces había valido la pena. No solo por el campeonato, sino por ese momento, por esa ciudad, por esa persona que había hecho de cada instante algo inolvidable.
Cuando regresaron al hotel, la habitación estaba tal como la habían dejado: cálida, con el aroma de las velas aún en el aire. Juanjo lo atrajo hacia la cama y lo abrazó con fuerza.
—Martin, gracias por dejarme ser parte de esto contigo.
—Gracias a ti por hacerme sentir que todo esto es real.
Se besaron, con la certeza de que ese momento quedaría grabado en sus memorias para siempre.
París no era solo la ciudad del amor; ahora también era su ciudad, su historia, su hogar por dos días más.
Chicas he estado full ocupada y hasta ahora no he podido actualizar, encima estoy malica :(((
Feliz San Valentín y atope con el sorteo de nuestro Juanjo Bona y el 21 sale la virgen de Magallón