CAPÍTULO III "El demonio del infierno"

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Jeremías

Estaba seguro que este cuerpo me causaría muchos problemas, o posiblemente me los causaría el hecho de residir en esta tierra extraña, pero desconocía qué tipo de inconvenientes.

Después de mi llegada a Portland me la pasé deambulando por toda la ciudad, buscando alguna manera de conseguir mi designio, pero estaba demasiado perdido. No supe por dónde comenzar, así que acudí a Zacarías; quien me llevó a otro sitio más confuso, diciéndome «que estaría bien para ocultarnos entre las personas sin ser descubierto».

Entonces, lo seguí.

Me encontraba en un territorio abarrotado por muchos humanos, ellos se veían desesperados caminando de un lado para otro. Eran demasiadas almas que me hacían sentir confundido por las diferentes personalidades que tenían. Algunos estaban serios, otros angustiados por sus complicados deberes y vida, mientras tanto, había unos con pensamientos trastornados y suicidas. —Desde el cielo, esto no se veía así —me dije a mí mismo.

—Esto me provoca náuseas —comenté, con una mano en la cabeza.

—Jeremy... ¿te sientes bien? —Averiguó Zacarías echándome un vistazo a la cara—. ¿Es tu nuevo cuerpo?

—Son estas personas... —dije mientras contemplaba todo el espacio con determinación—. Están demasiado cerca, no puedo ni pensar.

—Son seres agotadores —confesó él, serio—, es un ambiente diferente, somos ángeles y sus sentimientos se nos transmiten como si vivieras sus vidas al mismo tiempo que ellos. Sin embargo, a ti te afecta más debido a tu don.

—No me gusta este lugar. —Eché la vista abajo, y luego seguí mirando todo el turbante alrededor.

— ¿Qué hacen aquí? —Añadió Ezequiel al llegar de improviso, su rostro exponía incoherencia y desagrado—. ¿Y qué es este sitio?

—Se supone que tú estás aquí, si viniste, deberías saberlo —comentó Zacarías, de manera punzante.

—Solo vine siguiendo indicaciones —confesó él—, y al parecer, ustedes ni siquiera saben a donde tenían que ir.

Zacarías lo vio con el ceño fruncido.

—Es una universidad —aclaró Loreen luego de la llegada de Ezequiel. No se limitó de vernos como si fuésemos sus enemigos. Loreen había escogido un cuerpo de apariencia fría. No era sorpresa para como ella solía ser en el cielo «apartada». Tenía ojos grises y un cabello negro, lacio y abundante.

—Loreen, deberíamos irnos de aquí, seremos descubierto más rápido si somos tantos en un solo lugar —agregó Ezequiel, con su cansado instinto protector. Los ángeles éramos muy individualistas en las misiones, pero en el caso de Loreen y Ezequiel eran todo lo contrario, como si hubieran nacido al mismo tiempo.

Por un momento, todo nuestro alrededor se quedó en silencio después de que sonó un inesperado timbre, las personas de pronto se dispersaron y quedamos solo nosotros cuatro en medio del pasillo.

—No me abochornes Ezequiel, ni tampoco me quites autoridad —expresó ella mirándolo fijamente—. Fue el lugar que nos asignaron a nosotros dos. Además, si ellos no quieren seguir instrucciones y quieren estar aquí. ¡Bien!, pero no es nuestro problema.

—Oye, podemos escucharte —dijo Zacarías.

—No intentaba ser discreta. —Ella subió ambas cejas al verlo, luego le quitó la mirada y la puso de nuevo en Ezequiel.

—Zac, ¿qué hacemos aquí? —le pregunté. Me intrigó bastante el hecho de que ellos habían sido «asignados» y nosotros no.

—Ya te lo dije, mientras más gente, más desapercibidos —explicó él, susurrándome al oído—, además, no entiendo de qué están hablando ellos, no sabía que se trataba de lugares asignados.

Ángeles Caídos.Where stories live. Discover now