Los siguientes dos días fueron un total misterio para Checo. Su ahora compañero de habitación no le dirigía la palabra. No entendía cual era su problema, pero él quería ser amable, ser amigo del chico misteriosamente frio.
Es así como empezó a sentarse junto a él en las clases que compartían, incluso se sorprendió al coincidir con este en la clase extracurricular que escogió: natación. Es ahí donde vio lo competitivo que era el joven rubio.
Checo comenzó a admirar lo dedicado que era con sus estudios, él no era malo, pero Max daba demasiado de sí. Los últimos dos días se durmió tarde estudiando, la mayor parte del tiempo se la pasaba en la biblioteca o en la piscina de la escuela.
Y si bien Checo admiraba su dedicación, llego a un punto donde no le parecía sano su actuar. Principalmente cuando se percato de que se saltaba las comidas.
Por su parte, Max no había querido relacionarse con Checo en ningún sentido. Sabia que el compartir habitación era algo temporal, y quizá pronto podrían arreglar el desastre en la habitación del joven príncipe.
Pero su indiferencia hacia este ultimo se debía a dos factores:
Lo primero, le avergonzaba su impulsivo actuar hacia George y que esto perjudicara a un tercero que nada tenía que ver. Y ahora tendría que compartir habitación debido a eso.
Lo segundo, rápidamente se entero que Checo era un príncipe y se sintió un poco celoso.
"Que vida tan fácil" pensó.
Algo mejor a ser un niño rico, era ser un príncipe. No tenias que esforzarte en nada, estaban bendecido por derecho divino a ocupar el mas alto escalón en la sociedad.
Así que le fastidiaba que su compañero la tuviera más fácil que él. O al menos desde su perspectiva.
Esa misma tarde, después de las clases, Max se dispuso a entrar a la piscina. Practicaba largos, sabia que al final del semestre habría una competencia con un premio monetario y quería ser el mejor.
Mientras nadaba, en su mente no dejaba de pensar en lo mucho que estudiaría esa noche. Pero, extrañamente, comenzó a sentirse mareado. Estaba a mitad de camino, solo debía dar un ultimo esfuerzo. Pero las fuerzas le fallaban, se sentía débil.
Entonces recordó que había olvidado comer. Había estado tan ocupado esos últimos días que no se dio cuenta de la cantidad de energía que gasto y lo debilito. Y lo peor, estaba solo en esa fría piscina.
Nadie se quedaba tan tarde, solo él.
Checo caminaba por el pasillo con un plato de comida cuidadosamente envuelto. Noto que Max no había llegado a cenar, así que pensó que seria un buen gesto llevarle algo de comer.
Pero palideció al ver a su compañero boca abajo en el agua.
Rápidamente se deshizo de la carga y se lanzo al agua. Lo cargo hasta llevarlo a la orilla de la alberca y comenzó a darle primeros auxilios. Esto era algo que le habían enseñado desde niño, pero en una situación así las cosas se sienten más difíciles de conseguir.
Sin embargo, no se rindió y siguió intentando reanimarlo practicando respiración de boca a boca. Hasta que el rubio finalmente reacciono.
Max se sentía mareado. Lo primero que vio al despertar fueron los ojos de Sergio. Pero sabia que este lo había reanimado, debido a lo asustado de su aspecto y que estaba completamente empapado.
Expulsó algo de agua de su boca. Estaba muy asustado al darse cuenta de todo lo que había pasado. No dijo ni una palabra. Checo salió corriendo a pedir ayuda y Max se quedo sentado en el suelo.
Esa noche Max dormiría en la enfermería. Un incidente así debía ser reportado a los padres de este, pero él insistió en que no lo hicieran. Aunque debido a sus acciones se restringió el acceso a la piscina después de las siete de la noche.
—¿Pero él está bien? —Pregunto Carlos mientras se sentaba en la cama de su amigo.
—Si, estará bien. Pero debo admitir que me asuste mucho, ¿Sabes? Jamás he visto morir a una persona—Admitió Checo—Temí que esa fuera la primera vez.
—Tranquilo, ya no pienses en eso—Ambos amigos compartieron un abrazo.
Esa noche Checo no pudo dormir bien. Paso la mayor parte del tiempo viendo la cama vacía de Max, atormentándose con la idea de que las cosas pudieron ser diferentes si él no hubiera ido esa tarde a la piscina.
Por otro lado, Max tampoco pudo conciliar el sueño. Una parte de él estaba asustado por lo que ocurrió en la piscina, era su primera experiencia cercana a la muerte y esperaba que no se repitiera. Pero también estaba temeroso por otra cosa.
En su mente solo se repetía una imagen. Una y otra vez. Estática, pero al mismo tiempo muy viva. Esos ojos, esas pecas.
¿Por qué no dejaba de pensar en él? ¿Qué estaba mal en él? ¿Acaso era resultado de la experiencia vivida?
No lo sabía. Pero inconscientemente se relamió los labios mientras revivía el recuerdo en su mente.
A la mañana siguiente se apresuro a ir a su habitación. Cuando abrió la puerta se topo de frente con Checo y no pudo evitar desviar la mirada.
—Oh, parece que estas mucho mejor—Dijo Checo en un tono alegre.
Ya no podía evitarlo, él había salvado su vida y al menos debía agradecerle por hacerlo.
—Yo...—Comenzó un poco temeroso. Se obligo a si mismo a voltearlo a ver. Pero parecía ser enemigo de si, porque su mirada paso de sus ojos a sus pecas e inevitablemente a sus labios— Yo...
Max volvió a desviar la mirada hacia la única ventana que tenían en su habitación.
—¿Estás bien? —Checo noto el nerviosismo en Max, y se preocupó pensando que quizá se desmayaría en cualquier momento.
Sin embargo, Max también se sentía extrañado por su propio comportamiento. Incluso comenzó a preguntarse a si mismo cuantos minutos estuvo su cabeza sumergía en el agua, porque definitivamente eso tuvo un efecto negativo en su persona.
—Gracias por lo de ayer—Dijo rápidamente y casi en un susurro poco audible para el joven pelinegro.
—¿Disculpa?
Max sentía morir ante la idea de repetirlo.
Cerro los ojos y respiro profundo.
—Gracias por lo de ayer—Dijo sin siquiera abrir los ojos.
—¿La luz te esta lastimando? Porque puedo cerrar las cortinas—Respondió Checo notando el actuar tan extraño de su compañero.
—Ya debo irme—Dijo Max girándose hacia la puerta.
—Pero debes cambiarte para las clases—Le recordó.
Sin embargo, Max siguió su camino.
—De nada—Alcanzo a decir Checo antes de que Max cerrara tras de sí.
El rubio siguió caminando por el pasillo sin un rumbo en específico. Estaba muy confundido por su actuar. No entendía por qué checo lo ponía tan nervioso, si antes le parecía completamente indiferente.
—Vaya show el que diste—Una voz familiar lo hizo detenerse.
Entonces se giro y vio a su amigo de toda la vida.
—Lando...
—No había tenido la oportunidad de saludarte—Dijo su amigo acercándose a él.
—¿Qué show? ¿De qué estás hablando? —Max ni siquiera se había recuperado de su conversación con Checo y temía que alguien hubiera sido testigo de eso.
—Tu pelea con Russell en el comedor—Max pudo relajarse—¿Por qué sucedió todo eso?
—Debo ir a clases—Corto la conversación.
No se sentía con ánimos de hablar con nadie, y mucho menos del drama con Russell. Lando conocía bien a su amigo y no insistiría en el tema.
—Pero no estas vestido adecuadamente, puedes meterte en problemas—Le recordó.
—Si, a eso iba a mi habitación—Max seguía muy nervioso.
Se giro y volvió de regreso a su habitación.
—Creo que simplemente es malo con las palabras—Dijo Checo mientras caminaba con Carlos a su primera clase.
—O quizá siga en shock por lo de ayer—Respondió su amigo.
—Es probable. Pero me siento satisfecho sabiendo que hoy dimos un paso—Checo sonrió triunfante.
Max se alivio al ver que Checo no se encontraba en su habitación.
Comenzó a vestirse para ir a clases. Sin embargo, su mente era un mar de emociones.
¿Por qué se sentía nervioso con Checo? ¿O acaso en realidad se sentía intimidado?
Ahora no solo le preocupaba sus pensamientos nocturnos sobre él, sino también el hecho de que no dejaba de apreciar su rostro esa mañana. "No debería hacer eso" pensó. Sentía que estaba haciendo algo malo. Como si debiera ser castigado por sentirse así.
Pero sabía bien que, si continuaba de esa forma, muy difícilmente podría parar lo que estaba sucediendo dentro de sí.