El día siguiente, Pali me hace pasarlo entero con ella, porque "se lo debo por quedar con Mason". Palabras suyas.
La verdad es que no nos movemos de su casa, donde nos dedicamos a comer helado, chocolate y patatas fritas, a ver películas y a hablar también de puras tonterías.
La voy a echar tanto de menos.
Por la noche, llego a casa muy cansada. Una vez en mi habitación, desbloqueo la pantalla de mi móvil para ver la hora, aunque en vez de eso, me quedo mirando mi foto de fondo.
En ella, salimos Dean y yo en la playa, yo subida sobre sus hombros riendo como loca y el mirando hacia mi con una sonrisa.
Inmediatamente, mis labios se estiran formando otra. Hace dos días que no le veo.
Podreis pensar que soy exagerada o algo, pero solo me quedan dos días aquí, pues han adelantado nuestro vuelo, quitandome un día. Injusto como el mundo parece querer ir en mi contra.
Tan solo dos días. Y quiero pasarlos con él.
Me tiro al lado de Teddy sin abrir la cama y contemplo el techo. Ojalá pudiera retroceder en el tiempo y volver al principio del verano, y volver a repetirlo. Viviría todo lo malo de nuevo con tal de volver a vivir aquellos momentos en los que tan bien me lo pasé.
Pero como todo, el verano también se acaba.
Suspiro frustrada.
Cuando vuelva, me quedará una semana nada más, y después tendré que empezar la universidad.
Unos golpes en la ventana me sobresaltan, sacandome de mis pensamientos.
Me quedo en silencio, pues ya no suenan más golpes, quizás lo haya imaginado. Apenas treinta segundos después, otro golpe suena en la ventana del pequeño balcón.
Extrañada, camino hasta este y abro las puertas, para ver unas manos colgadas de las barras.
Suelto un grito, ¡alguien se está colando en mi habitación!
-Shh, soy yo -dice Dean con esfuerzo, pasando una pierna por encima de la barandilla.
-Idiota, me has asustado -digo, pero estoy muy contenta de verle.
-Tenía que venir, y la puerta está cerrada -dice.
Se acerca hacia mi con una sonrisa y me besa dulcemente.
-Te he echado de menos -susurra en mis labios.
-Y yo.
Pasamos dentro de la habitación y nos tumbamos en la cama, donde nos quedamos hablando durante al menos dos horas.
-Debería irme -dice- Son casi las doce de la noche.
-¡No! -suplico con un puchero.
-Pero tengo que irme, enana -dice con una mueca en su rostro.
-Quedate conmigo esta noche -pido, y me falta cruzar las manos y arrodillarme.
No quiero que se vaya, quiero pasar el mayor tiempo posible con él.
-Está bien -dice finalmente, y vuelve a mi lado.
-¿Has cenado? -pregunto.
Niega con la cabeza.
-Genial, yo tampoco y tengo hambre. Vamos a por algo de comer -digo y lo arrastro hasta la cocina.
-¿Qué quieres? -me pregunta mirando por los cajones.
-Galletas -digo con una enorme sonrisa en la cara.
Me mira poniendo los ojos en blanco, pero segundos después un paquete de galletas príncipe con mi nombre en grandes letras negras aparece delante de mí.
Saco leche de la nevera, la vierto en un vaso y luego la caliento por más de un minuto. Al sacar el vaso del microondas, tengo que usar un trapo para no quemarme las manos.
Lo planto delante de mi y espero a que Dean se termine de preparar una hamburguesa. Cuando coloca su plato sobre la mesa, empiezo a engullir mis galletas.
-Nunca entenderé tu obsesión por las galletas -comenta dandole el último bocado a su cena.
-No tienes que entenderlo -digo con un encogimiento de hombros, y también termino mi comida.
Pasamos unos minutos hablando, hasta que soy incapaz de retener un bostezo.
-Venga, vamos a dormir -dice mi novio tomando mi mano y conduciendome arriba.
Una vez en mi habitación, me pongo mi pijama, el cual consiste en unos pantalones cortos negros y una camiseta burdeos en la que pone "Beautiful princess"; para después tirarme sobre mi gigantesca cama en plancha.
Mala idea, mi cabeza choca contra la pared sin que me de tiempo a evitarlo.
-¡Mierda! -exclamo haciendome un ovillo y agarrando fuertemente la zona adolorida.
-Me pregunto si pasará algún día sin que tengas ninguna clase de accidente -comenta Dean quitandose las zapatillas y sentandose tranquilamente en el colchón.
-Imbécil, duele -digo con voz pesarosa.
Miro a mi novio, que pretende dormir con vaqueros, y sacudo la cabeza.
-Voy a conseguirte algo de dormir -digo, y, sin darle tiempo a reaccionar, salgo corriendo hacia la habitación de Hanna.
Mi amiga se encuentra dormida, pero gracias a la luz de la luna creciente que entra por la ventana, soy capaz de distinguir un cumulo de ropa sobre el escritorio que pertenece a Mason.
Agarro unos pantalones de chandal y una camiseta blanca y vuelvo hacia mi habitación, donde le lanzo la ropa a Dean.
-Gracias -dice.
Me adentro en el baño para lavarme los dientes. Miro mi cabeza en busca de algún signo de mi terrible accidente, y para mi mala suerte encuentro un pequeño bulto en mi frente que se está poniendo morado.
¿Los chichones pueden ponerse morados?
Maldigo en voz baja por mi forma de ser tan patosa, y camino de regreso a la habitación, donde Dean está tumbado en el lado derecho de la cama mientras mira algo en su movil.
Recojo a Teddy que se encuentra en el suelo (por motivos desconocidos, jamás tiraría a mi osito al suelo) y me subo con el a la cama.
Me acomodo entre el oso y mi novio, tapandome con las sabanas, y estoy a punto de cerrar los ojos cuendo me doy cuenta de que Dean me está mirando de forma extraña.
-¿Qué? -pregunto.
-¿El oso duerme con nosotros? -pregunta con una expresión que no logro descifrar.
-Pues claro. No va a dormir solo el pobre -digo, y para reafirmarme le abrazo fuertemente.
-Madison, es un peluche. Puede dormir en el suelo -dice mi novio, ganandose una mala mirada.
-¿Y si te mandamos a ti al suelo, eh? ¿A que no te gustaría? -pregunto indignada con el ceño fruncido.
-De vez en cuando me arrepiento de haberte regalado ese maldito peluche... -murmura.
-Idiota. Deja de meterte con Teddy -digo.
Fulminandole con la mirada, coloco al oso entre nosotros dos, y le doy la espalda. No va a meterse con mi osito.