Durante el tiempo en shock, Arquel pudo recordar la primera vez que conoció a Hank.
Hacía un calor infernal, pero eso no le parecía afectar mucho a Arquel. Caminaba con paso pesado, deseando una gota de agua. Había a su alrededor cactus, dunas, tierra, rocas, un poco de basura y un camión oxidado. El vestido estaba manchado. El sol estaba al tope, en medio de una bóveda celeste. Ninguna nube a la vista.
Había caminado por tres días, sin ninguna suerte, eso si cuentas a la serpiente endemoniada. Era tan grande como una boa, de piel rojiza y sin ojos, pero con un aguijón tan duro como el titanio y un buen sentido del olfato. Sin embargo, pudo vencerlo fácilmente: solo la agarró del pescuezo y la estrangulo, con sus propias manos. Después de eso, lo relativamente normal, caminado sola en medio del desierto. Pero no sabía que él se encontraba allí.
Después de miles de horas, escuchó unos gritos inhumanos. Se pegó a la roca más cercana. Volvieron a gritar: sonaba como un grito de batalla de una cabra con dolor de garganta. De la nada, algo aterrizó cerca de Arquel. Se acercó con cuidado, atenta a cualquier cosa. La criatura tenía un cuerpo humanoide, de pura piel y hueso. Era de color verde y solo llevaba un taparrabos. Parecía que los hilos que salían de su cabeza era su cabello. Era completamente asqueroso: parecía que le faltaba otros dientes negros y se asomaba una lengua morada.
Se acercó un poco más. No le veía peligro. Y en ese momento, la criatura estalló, dejando una pequeña montaña de polvo dorado. Se había sobresaltado, pero no se había dado cuenta de que hizo ruido.
-Hola- escuchó.
Encontró a un chico parado sobre una pila de esas criaturas, pero de diferentes colores: morado, azul, etc. Llevaba una lanza dorada manchada de un líquido verde, y en la otra mano sostenía un sombrero de vaquero. Parecía tener unos veinte años, alto y de piel bronceada. Tenía el pelo corto, de un castaño claro y le empezaba a crecer la barba. Tenía puesto un bividi morado con una chaqueta de cazador, con unos jeans azules y botas militares.
-¿Quién eres?-preguntó el muchacho en español.
Arquel trató de decirle algo, pero le era imposible. Podía pensar como Sócrates, y lo entendía perfectamente, sin embargo las palabras no salían. Trató miles de veces hablar, pero siempre su boca estaba abierta, sin que un sonido saliera.
El chico bajo de la pila de muertos, que con cada pisada se iban volviendo polvo. Llegó delante de Arquel, y se puso su sombrero. Bajo la sombra, unos ojos verdes brillaron.
-¿Por qué estas vestida así?- le volvió a preguntar, solo que en inglés.
Arquel se maldecía a sí misma por no poder ni dirigirle una palabra a ese chico.
Él le dio una pequeña sonrisa y se disculpó por ser tan busco. De repente, su lanza se fue encogiendo, y se retorció en el brazo del chico, como si fuese de plástico. Al final, rodeo su muñeca y se endureció, convirtiéndose en una pulsera de oro. Le extendió su mano amistosamente. Arquel se la estrechó, como si fueran buenos amigos.
-Mi nombre es Hank.
Durante el resto de la tarde, Arquel se quedó con Hank. Durante el trayecto, Hank trató de hablar con Arquel de todas las lenguas que conocía: español, inglés, ruso, alemán, portugués, pero Arquel simplemente no podía, así que se limitó a hacerle preguntas de sí o no. Con suerte, pudo sacarle un poco de información: que se llamaba Arquel (fue difícil adivinar su nombre), que no tenía ni la remota idea que estaba en Sonora y que no tiene ningún recuerdo de quién es y de muchas cosas, como hablar.
Cruzaron por todo el desierto hasta llegar a una gasolinera. El cielo estaba morado y un par de estrellas empezaban a brillar. Para no llamar mucha la atención Hank le había pedido que esperara afuera. En el trayecto descubrió un poco la falta de costumbre que tenía Arquel. Allá adentro, parecería una niña de tres años. Aparte, su vestido llamaría mucha la atención. Después de unos minutos, Hank salió del minimarket con provisiones y ropa nueva para ella. Le quería agradecer por lo que hizo, pero como no podía hablar, le dio un beso en el cachete.
Le indicó donde se hallaba el baño, esperando que recordara cómo vestirse. Cuando Arquel salió, llevaba unos shorts marrones, con una camisa rosada, una chaqueta de color plateado y botas para caminatas.
Caminaron por un par de horas. Al final, se detuvieron a acampar. La fogata estuvo lista cuando la luna estaba saliendo. Arquel se alegró de tener comida, agua y compañía. Disfrutaba de su burrito cuando Hank le habló.
-¿En serio no recuerdas nada?
Arquel negócon la cabeza.
-Y... ¿es algo así como memoria a corto plazo?
Meditó un poco su pregunta recordando el significado. Terminó meneando la cabeza: solo tenía recuerdo desde hace tres días.
-Bueno... ¿tú...recuerdas...o viste esa pila de gholus muertos?
Arquel asintió. Hank se apoyó sobre sus rodillas, meditando el asunto mientras se frotaba su barba. Fue cuando un foco se le prendió.
-Eres una mestiza.
Arquel se quedó un poco confundida.
-Sí, bueno, me refiero a que eres mitad mortal y mitad diosa.
Arquel pensó un poco. ¿Mitad diosa? ¿Yo? Se rió un poco. Parecía que le estuvieran tomando una broma pesada.
-Sé que parece loco, pero yo también soy un semidiós. Un mestizo. Mi madre es Atenea, diosa griega de la sabiduría. Es más, vengo de un campamento de mestizos. Bueno, allí nunca revelé quién era mi madre, pero lo soy. Y hay más. ¿Quieres que te lo cuente?
Parecía una historia entretenida, así que dijo que sí con la cabeza. Pensó que era alguna broma, pero con el modo que la contaba, parecía bastante emocionante: dioses, héroes, batallas, una niebla que ocultaba la realidad, etc. Parecía otro mundo.
Quería permanecer en aquel recuerdo, que parecía tan lejano. Quería estar de vuelta en el desierto de Sonora, en una fogata con Hank y escuchar aquellas historias, mitos. Pero el recuerdo se fue esfumando, hasta desaparecer. Y resonó en su cabeza una frase. <Hijo de Atenea>. La repitió perfectamente en voz alta, con un tono muy suave.
-No- escuchó otra voz masculina. -Dije hija de Atenea.
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La chica de dos mundos.
FanfictionArquel. Una chica de lo poco común, y de lo muy poco. Una de sus sorpresas de la vida es que resulta ser una semidiosa (aparte del anafaltebismo, el poco manejo del habla y amnesia). Y va en busquedad de un refugio para personas como ella: un campam...