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A la mañana siguiente, Dan siguió asistiendo a clases.

Era otoño, por lo que las hojas de colores amarillos y anaranjados caían delicadamente de los árboles y el viento soplaba con fuerza.

Dan y Phil se encontraban sentados en el césped, observando como los demás niños jugaban y corrían.

—¿Cómo crees que se sienta viajar en avión? —preguntó de repente Phil, colocándose en frente de su amiguito para mirarlo a los ojos—. Nunca lo he hecho, pero mi mamá y mi papá dicen que es muy divertido. Ellos han viajado por toooodo el mundo antes de que yo naciera. Algún día deberíamos hacer eso.

Dan lo miró, sus ojitos color café brillaban y su boca parecía querer sonreír.

Obviamente Phil lo notó.

—¡Que divertido sería! Podríamos ir a Japón, la gente allá tiene los ojos así —dijo mientras jalaba un poco los extremos de sus ojos para imitar a los japoneses. Después se rió tapando su boca.

Phil se dejó caer en el montón de hojas detrás de él y miró al cielo.

—Iremos a muchos lugares juntos cuando puedas moverte, y podremos bailar bajo las estrellas como mis papás lo hacían, también nadar en lagunas, y visitar castillos. Haremos todo lo que tú quieras, Danny. ¡Y será geeenial!

Dan se sentía feliz, y tenía muchas ganas de decirle a su pequeño amigo que sí, que harían todo eso juntos, pero lamentablemente le era imposible. Eso lo frustraba mucho, pero se sentía mejor al saber que Phil podía entender lo que quería expresar sin necesidad de palabras.

El silencio llenó el ambiente por un tiempo. Pasaron unos minutos hasta que el ojiazul dijo

—Hay mucho viento... ¡Volemos una cometa! Le puedo pedir prestada una al profesor de manualidades, él siempre tiene una porque les enseña a los chicos de 6to grado como hacerlas. ¡Ya vengo!

Phil salió corriendo lo más rápido que pudo al salón de manualidades y regresó con una cometa en forma de rombo con muchos colores en la mano.

—Usemos la cuerda para poder volar la cometa juntos —sugirió el pequeño, sacando la cuerdita de su bolsillo y atando su mano derecha en un extremo y la izquierda de Dan en el otro extremo. Entonces Phil sujetó el hilo de la cometa y la lanzó al aire.

Vieron como la cometa salió impulsada por el viento hacia el cielo con asombro.

Las sonrisas de ambos niños representaban lo felices que la pasaban juntos, nadie podía decir lo contrario.

La cometa de papel hacia giros bruscos debido a la fuerza del viento, haciendo más complicado pero a la vez divertido el intentar manejarla.

Cuando acabó el recreo, bajaron la cometa y Phil desató la cuerda que estaba atada a su muñeca.

—¿Sabes qué? Dejaré la cuerda atada a tu mano, como una pulsera, así es más rápido usarla y además te queda bien —sonrió Phil. Ató lo que quedaba de cuerda en la muñeca de su amigo y ambos fueron a su aula de clases.

Juntos {dan&phil}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora