Capítulo 2: Miradas

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Narrador

-Deberíamos irnos ya-. Sugirió José a su colega.

-Eso creo-. Alejandro soltó un suspiro de frustración. - Pero que conste que yo iba ganando la partida-. José soltó un bufido. - Anda pues que dentro de veinte minutos tengo clase de biología con el grupo de tercero C.

Los jovenes profesores llegaron justo a tiempo para dirigirse a sus respectivos grupos.

José iba muy distraído cuando sintió que choco con algo o mejor dicho alguien.
Una chica cayó estrepitosamente hacia atrás tirando todos los papeles que llevaba cargados por todo el suelo.
Inmediatamente José se agachó para ayudar a la joven a recoger sus cosas, la muchacha tenía el ceño fruncido.
Él se levanto y le ofreció su mano para ayudarla a levantarse, ella la aceptó de inmediato,  al momento de levantarse los ojos de ambos se encontraron y ella le dio una tímida sonrisa a la que él correspondió sin ni siquiera pensarlo.
Seguían mirándose fijamente, con las manos unidas cuando escucharon un incómodo carraspeo que provenía de atrás de José, ambos se soltaron e inmediatamente se giraron para ver quién era el responsable de interrumpir ese momento mágico, esa persona era Alejandro.

-Disculpe profesor, de ahora en adelante tendré más cuidado-. Dijo la joven con una tierna sonrisa. A José le pareció la sonrisa más dulce que había visto en toda su vida, sin contar la de su madre.

-En realidad creo que yo fui el culpable, toma-. Le respondió entregándole sus papeles.

-Señorita Ariadna, será mejor que se vaya a su clase, ahora-. El profesor Zapiain se había puesto en su papel de prefecto. La joven lo miró fijamente, con expresión seria, se dio la vuelta y se fue caminando alegremente. José la observaba con expresión boba en su cara.

-Hey, amigo. Es una alumna, lo siento pero esta prohibida tanto por el reglamento de la escuela como por la ley.- El profesor se puso de un rojo intenso y se volvió a mirar a su amigo, el cual lo miraba con una expresión divertida.

*

Alejandro se quedó pensando en lo que acababa de presenciar. Ariadna y José realmente parecían un par de enamorados cuando se estaban observando.
Ella le dedicó una sonrisa que él nunca había visto en ella, en cualquiera de sus otras alumnas, ni siquiera en alguna de sus ex-novia...Mientras José la observaba de una manera un tanto extraña, casi como si estuviera soñando, nunca había visto a su mejor amigo así.

Dicha escena le había recordado a las películas románticas que tanto le gustaban a Ana, su más reciente ex-novia, pero vaya que los actores se quedaban atrás si de miradas de "amor" se trataba.

Iba perdido en éstos pensamientos cuando llego al grupo de tercero C, se deshizo de estos pensamientos cursis y observó a sus alumnos, a ninguna pareció importarle el hecho de que él hubiera llegado.

Todos estaba inmersos en sus asuntos.
Unos platicaban, otros escuchaban música y uno que otro parecían estar recuperando horas de sueño.

Soltó un suspiro de fastidio.

De pronto su mirada se detuvo en la joven que acababa de entrar, estaba sentada junto a Monserrat, una de sus estudiantes más rebeldes, que simplemente se dedicaba a chatear en su celular.

Emma se dedicaba a leer atentamente un libro llamado Las marcas de Caín, él la miro fijamente sin darse cuenta.
Ella al parecer se sintió incomoda por la mirada y levanto el rostro.
Sus miradas se cruzaron al instante, él se quedo observándola, se sentía incapaz de mirar hacia otro lado el momento duro hasta que ella desvío la mirada rápidamente hacia su libro.

Alejandro se sintió turbado, volvió a mirarla, se dio cuenta de que estaba ligeramente ruborizada.

Volvió a la realidad y pidió, casi a gritos, orden para comenzar con su clase.

*   *   *   *   *   *   *   *   *   *    *    *
Emma

Mi primer semana había pasado sin incidentes y de forma tranquila, hasta aburrida se podía decir. No había hablado con nadie, a excepción de la chica que decidió sentarse junto a mí desde el segundo día a quien le había preguntado sobre el horario de clases, ella se limitó a decirme que no lo tenía, después de eso no había abierto la boca.
No se podía decir que fue una charla muy amena.

El profesor Zapiain llegó justo a tiempo para dar su clase, sin embargo yo seguí leyendo mi libro, iba en la parte más importante, aprovecharía los últimos segundos hasta el final.

Empecé a sentirme incómoda al sentir que alguien me miraba, trate de ignorarlo pero al final levante la vista y me encontré con que el profesor me observaba fijamente, nuestras miradas se cruzaron por lo que a mí me pareció una eternidad, me sentí aún más incómoda y rápidamente bajé mi mirada hacia mi libro, aunque ya no pudiera concentrarme en mi lectura.
Sentí como la sangre subía a mis mejillas e inmediatamente mi corazón se aceleró.

No, yo no me ruborizaba. Nunca me ruborizaba. Nunca.

Después de unos segundos el profesor pidió silencio a mis compañeros, yo deje mi libro a un lado y solté un suspiro, siempre que esté tipo estaba cerca me ponía súper nerviosa, me sentía bastante extraña cuando él estaba cerca supongo que es por el hecho de que es un profesor estricto y porque su materia no me agrada del todo.

La mayoría de las chicas no dejaban de observarlo como estúpidas, ¡Dios mios! En serio que no son nada discretas.

Es un hombre atractivo, lo admito, sin embargo es un profesor y seguramente es casado o algo así, aunque eso parece no importarle a mis compañeras.

*   *   *   *   *   *   *   *    *   *   *   * 
Alejandro

-José. ¿Qué fue exactamente lo que paso con la señorita Ariadna Mendoza?.- Le solté a mi amigo, sin más.

-Pues iba distraído y choqué con ella, se cayó y tiro todos los papeles que llevaba cargados. Sólo la ayudé a levantarse y a recoger sus cosas.

-Oh. ¿Y qué pasa con las miraditas?. Me pareció un poco extraño.

-Así que lo notaste-. Respondió José con un tono cansado-. En realidad no sé lo que pasó... Su sonrisa me atrapó de inmediato y sus ojos. ¡Ay Dios mío! Son la cosa más hermosa que he visto en mi vida. Su cabello, sus manos, su...

-¡Hey, hey, hey!. José es una alumna, no puedes... -

-No me digas que nunca has sentido atracción por alguna de tus alumnas.

Inmediatamente la imagen de Emma, con sus delgadas manos sostenido el libro, la mirada atenta a la lectura, su ceño ligeramente fruncido, el cabello negro sobre sus hombros y sus labios rosas que desentonaban con la piel clara.
El momento en que nuestras miradas se cruzaron y sus ojos parecieron suavizarse, sus ojos café claro que llegaban a verse verdes... Por un momento no supe que responderle a mi amigo.

-Te has quedado mudo-. se burló José.- Creo que no eres quien para...

-No, nunca me he sentido atraído por una alumna. - Dije sin expresión.
Aunque seguía pensando en Emma y a la vez me preguntaba a mí mismo, ¿Por qué seguía pensando en ella?.

El Momento Incorrecto Para AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora