5. Reunión familiar.

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Desperté en una especie de camilla de hospital, la cabeza me estaba matando y mi vista estaba nublosa, de manera que no podía ver muy bien lo que sucedía a mí alrededor. Sin embargo pude escuchar claramente una voz que me hablaba, aunque esta al principio parecía venir desde un pozo muy profundo.

‒¿Daniel? ¿Daniel? ¿Estas despierto? ‒preguntó la voz femenina.

Inmediatamente gire un poco el cuello y, tras enfocar un poco mi visión, noté que mi madre estaba sentada en una silla al lado de la cama, y mi hermana, la que pequeña Ana, se encontraba justo al lado de ella.

‒Mamá... ‒dije e intenté incorporarme en la cama.

En ese momento un dolor agudo que se inició en mi espalda recorrió todo mi cuerpo, haciéndome lanzar un desgarrador grito, y forzándome a recostarme nuevamente en la cama.

Inmediatamente mi madre se levantó de su asiento y apoyó levemente su mano contra mi pecho, logrando que me tranquilice un poco.

‒Los doctores dijeron que tienes unas quemaduras muy superficiales, pero que te van a doler si intentas moverte ahora... tienes que descansar y recuperarte, Daniel... ‒dijo mi madre, y en su cara se notaba claramente la preocupación‒ Tienes que...

La voz de mi madre parecía estar cada vez más lejos con cada segundo que pasaba, y antes de que pudiera advertirlo volví a quedar inconsciente sobre esa camilla de hospital

No sé cuánto tiempo paso, pero cuando volví a abrir mis ojos esta vez ya podía ver más claramente, y el dolor de cabeza ya se había ido casi por completo. Noté que mi madre ya no estaba sentada en la silla, y solo mi hermana me miraba pacientemente desde la silla.

‒Ana ‒dije con una amplia sonrisa en el rostro, y esta vez logré incorporarme en la cama, aunque aún quedaban vestigios del agudo dolor anterior.

‒Mamá fue a buscar algo de comer a la cafetería... va a volver en un minuto ‒mi hermana ni siquiera me sonrió, y sinceramente no parecía muy contenta de verme, algo que me sorprendió bastante.

‒¿Está todo bien, An? ‒pregunté, aunque sabía que no era así.

‒No, no lo está, Daniel ‒respondió secamente esa pequeña de doce años‒. Papá murió, y tú te fuiste.

‒Yo... ‒comencé, pero algo en su rostro me indicó que aún no había terminado de hablar, así que decidí esperar.

‒Ni mamá, ni yo pudimos estar de luto por papá, porque estábamos demasiado preocupadas pensando donde diablos estabas, o si estabas bien ‒concluyó la pequeña‒. Así que no, Daniel, no está nada bien.

Me sorprendió la ferocidad que había desarrollado mi pequeña e inocente hermana. En ese momento me di cuenta de que huir no fue una solución, solamente había empeorado las cosas, forzando a mi hermana a crecer sin su padre y su hermano, y teniendo que cuidar a su madre. Esa pequeña que estaba sentada a mi lado se había visto obligada a convertirse en una adulta demasiado temprano, y había sido mi culpa.

De repente sentí como si el cansancio de los tres años que estuve fuera me cayera todo encima de golpe. Era increíble que me hubiera ido sin siquiera pensar en mi hermana y mi madre, y tenía que hacer algo para corregirlo, aunque tal vez era demasiado tarde para eso.

Estaba a punto de pedirle perdón, cuando la puerta se abrió y mi madre entró a la sala con algunas botellas de agua y unas bolsas de papás. Ana se apresuró a agarrar una de cada una y simplemente salió de la sala, dejándome a solas con mi madre.

‒Tienes que darle algo de tiempo, Daniel ‒dijo mi madre como si me estuviera leyendo los pensamientos.

Volví a clavar mi mirada en la mujer más valiente que había conocido, y ahora podía notar todo el cansancio que carga con ella. Claramente la muerte de mi padre y mi partida la habían afectado mucho más de lo que yo pensaba, sin embargo se las arreglaba para mantener una amplia sonrisa en su rostro, la que seguramente lograba esconder a la perfección toda la tristeza que tenía al ojo poco observador.

Mundo de Héroes: El Fuego de la LibertadWhere stories live. Discover now