Winston pasó discretamente el paño por la polvorienta estantería, y miró de soslayo hacia la ventana. Lara había salido a correr por las verdes colinas de Surrey. Era un momento apropiado para saciar la curiosidad del mayordomo.
Tanteó los gruesos tomos de Historia hasta que encontró una diminuta carpeta con cuartillas. La sacó y, tras acomodarse en un sillón cercano, empezó a observar los bocetos con deleite.
Aquel anciano irlandés había cuidado de Lara desde que era una niña, y sólo al quedar viudo se había marchado a vivir con ella y a cuidar de su propiedad cuando estaba ausente en sus largos viajes. Quienes creyeran que Jeeves Winston era tan sólo un mayordomo para Lara Croft, estaban muy equivocados.
Aunque en el trato cotidiano no se pudiera apreciar más que una relación formal entre el mayordomo y la dueña de la casa, los íntimos sabían que aquel apacible anciano había sido un padre para Lara cuando Lord Henshingly la había expulsado de casa. Y Lara sentía el mayor de los afectos por Winston, guardián de su casa, sí, pero también padre que no reñía y amigo que nunca fallaba.
Así pues, Winston se hallaba repasando con auténtico cariño aquellos bocetos. Algunos representaban criaturas horripilantes que le fascinaban a pesar de su aspecto. Reconocía a cada una de ellas, porque entre Lara y Winston no había secretos... al menos, en aquel aspecto. Sin embargo, el mayordomo sentía predilección por aquellos dibujos en los que Lara aparecía en diversas actitudes, sonriendo, enfurruñada, desafiante, sorprendida. Le enternecían aquellas mudas ofrendas de amor que transmitían más que las palabras.
Pero el hombre que las había dibujado llevaba dos años ausente y su recuerdo pesaba como el plomo en aquellas silenciosas estancias. Su nombre no se pronunciaba y tampoco se hacía alusión a él, no porque estuviera expresamente prohibido, sino porque su mero recuerdo empañaba los ojos de Lara con un velo de tristeza e irritación. Por ello, Winston aprovechaba las ausencias de la exploradora para mirar los dibujos.
Acarició el reborde de un boceto donde se veía a Lara tendida sobre un camastro y vestida con una especie de hábito negro, y no pudo menos que sonreír al ver cómo había sabido captar tan bien el rostro de Lara como sólo la había visto él durante años: dormida.
- ¡Winston! ¿Qué haces?
El anciano dio un salto y se desparramaron los dibujos por el suelo. En el marco de la puerta estaba Lara, vestida de chándal y empapada en sudor, mirándolo con expresión sorprendida.
¿Cuánto rato llevaba mirando los bocetos? No lo sabía. Enrojeciendo hasta las orejas y farfullando excusas ininteligibles, Winston se apresuró a recoger las cuartillas.
- No, no te inclines. Lo haré yo.- dijo ella, y reunió enseguida los dibujos, echándoles una breve mirada al recogerlos. Y otra vez aquella sombra de irritada tristeza en sus ojos.
- Lo siento.- farfulló Winston, pero ella no respondió. Le devolvió la carpeta y dio media vuelta, saliendo de la habitación con rigidez.
El mayordomo, maldiciéndose por haberla molestado, la siguió a trompicones y dijo:
- Por cierto, señorita, esta noche es la cena de gala de los arqueólogos que trabajan en la exposición.
Lara se detuvo, ya en el umbral de su habitación, y dijo con evidente fastidio:
- Vaya. Lo había olvidado. Hay que avisar a Selma y...
- La señorita Al-Jazira ha sido debidamente informada.
- Gracias Winston. Por cierto, ¿qué vestido me aconsejas? ¿El rojo largo o el negro con corte en las caderas?
- Ya usó el rojo para la presentación del British. La gente diría que no tiene más armario que ponerse.
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Tomb Raider: El Cetro de Lilith
FanfictionDespués de dos años, Lara Croft ha perdido la esperanza de volver a ver a Kurtis Trent, el cual parece haber sido tragado por la tierra. Pero la desaparición del Orbe y sus Fragmentos, así como la aparición en escena de una bella y misteriosa mujer...