La guerra por Gina Lawrence fue un baño de sangre durante el cual Margot no dejó de morderse las uñas. Gwen le daba camisetas a todos de Equipo Gwen y Pharrell era terriblemente adorable, pero Adam Levine... Adam Levine tenía mucho sentido de la persuasión cuando se lo proponía. Al parecer un par de ojos verdes era todo lo que una chica necesitaba para aceptar ir al fin del mundo, porque Gina corrió a los brazos de Adam sin siquiera detenerse a pensarlo.
El resto de las audiciones se llevó a cabo del mismo día por bloques con pequeños intermedios en el proceso. Sin embargo, Margot no volvió a mensajear a Adam más que para sugerirle que agregara una que otra voz masculina a su equipo, ya que el cantante parecía tener debilidad por las chicas con voces potentes.
Para el final del día, Margot estaba cansada, hambrienta y sentía que iba a necesitar una semana de silencio total con eventuales terapias de música clásica para que su oído se recuperara de tantos cantantes pop. Ella y Adam salieron del set hablando sobre las posibilidades de Levine para conseguir la victoria del programa esa temporada, pero apenas Margot dejo caer su cuerpo sobre el asiento del Mercedes se quedó dormida.
Adam se rió al girarse en un semáforo en rojo y ver a su copiloto convertida en un ovillo en el asiento del auto. Margot tenía el cinturón de seguridad puesto, lo que limitaba sus movimientos, pero de alguna forma la chica había conseguido descansar su cabeza en una posición nada conveniente para su cuello. Y a pesar de que la chica y él habían comenzado a llevarse muy bien en esos días, Adam seguía pensando que Margot era diez veces mejor compañía cuando estaba dormida. Las facciones de la chica se relajaban por completo y emanaba paz a su alrededor, logrando que Adam bostezara sólo con verla.
Pero primero lo primero, luego de un día tan largo Adam no tenía ánimos de cocinar la cena y seguramente Margot estaba en las mismas condiciones, pero tenía tanta hambre que ordenar a domicilio parecía mucho esperar, así que el cantante decidió llevar a la chica a uno de sus restaurantes favoritos. Y no era su favorito porque fuera la mejor comida de todos Los Ángeles—que sí lo era—, sino porque Adam era amigo del dueño y sabía que sin importar si era la noche más ocupada del año, Chandelier siempre tenía un sitio para él.
Adam surcó las calles que conocía de memoria y llegó hasta un estacionamiento a un par de cuadras del restaurante, ya que estaba seguro de que si llegaba directo a Chandelier, lo más probable era que no encontrara lugar.
—Margot...—Llamó a la chica en la oscuridad justo después de apagar el motor del Mercedes. —Maggie...
La chica se despabiló cuando Adam la sacudió levemente para intentar no asustarla.
— ¿Qué pasa? —Preguntó la chica llevándose la mano discretamente a la cara, esperando no haber babeado mientras dormía de lo cansada que estaba y por la inconveniente posición.
—Vamos—la apuró Adam saliendo del auto y rodeándolo para abrirle la puerta, cosa que no había hecho antes.
— ¿A dónde?
—Corre...—respondió Adam sin decirle que iba a llevarla a cenar sólo para ver si Margot decidía pelear un poco.
La chica salió del auto sin decir nada más y se pasó bostezando mientras ambos bajaban por las escaleras del estacionamiento hasta la primera planta. Salieron al exterior y el aire fresco de la noche le dio a Margot otro empujoncito para despertarse, sin embargo la chica parecía torpe surcando la muchedumbre por las calles de Los Ángeles, así que Adam terminó, luego de poner los ojos en blanco un par de veces, tomándola por la mano para jalarla en una pieza hasta el restaurante.
Una vez fuera de Chandelier a Adam le bastó saludar al jefe de meseros para que éste le consiguiera una mesa al instante. Y si el frío, la gente y el bullicio no habían logrado despertar a Margot, el atrapante olor a comida sí lo hizo.
Ambos ordenaron la especialidad del chef y en apenas un par de minutos el mesero dejó su orden sobre la mesa. Margot no estaba segura de qué era eso y tampoco Adam, pero ninguno dudó en llevárselo a la boca a la brevedad, enamorándose de misterioso platillo al instante.
Durante los primeros minutos en la mesa reinó en silencio porque ambos tenían demasiada hambre como para molestarse en acompañar la cena con una conversación ingeniosa. Pero para el segundo tiempo, el hambre se había apaciguado, así que Adam comenzó a hablar mientras jugaba con las verduras finamente cortadas de su plato.
—Tengo una pregunta.
Margot levantó la mirada de su comida y asintió.
Adam esperó a que la chica terminara el bocado que traía en la boca antes de lanzar la bomba que ambos habían estado evitando.
— ¿Qué pasará ahora con Londres?
Margot bajó sus cubiertos y respiró profundo. No había un plan B, bueno, sí había uno, pero si su plan B era dedicar su vida a trabajar en el hotel de la familia, aun no estaba lista para enfrentarse a ese futuro y renunciar a la música.
—No me daré por vencida—dijo encontrando cierta fuerza en sus palabras, fuerza que se había olvidado que todavía tenía—. No sé siquiera cómo voy a hacerlo, pero no me resignaré a vivir una vida que yo no escogí...
Adam pasó su postura seria y cautelosa a una sonrisa amplia que a Margot le recordó el gato de Alicia en el país de las maravillas.
—¿Qué?
—Nada. Me encanta escucharte hablar así.
Un sonrojo fugaz apareció en las mejillas de Margot, su piel era tan pálida que cuando su cara se puso rosa a Adam le dieron ganas de pellizcarle las mejillas como hacen las abuelitas con sus nietos. La escena estuvo a punto de tornarse incómoda, pero justo entonces el teléfono de Adam sonó con estruendo porque él había olvidado activar el estado de vibración.
Adam se disculpó con los comensales en las mesas próximas y cortó la llamada para evitar que el teléfono siguiera sonando, luego revisó de quién se trataba y descubrió el nombre de Anne en sus llamadas perdidas. Adam sabía que quizá la modelo siguiera intentando llamar, así que lo mejor que podía hacer era devolverle la llamada.
El cantante se disculpó con Margot, quien le restó importancia y lo animó a que fuera a atender la llamada afuera, cuando lo cierto era que no le preocupaba en lo más mínimo quién llamara a Adam, sino que éste se fuera por un momento para que ella pudiera darle un sorbo al vino blanco con el que acompañaban la cena y lograr así controlar su molesto rubor.
Adam salió del restaurante con rapidez para anticipar la segunda llamada de Anne, y cuando puso un pie fuera del establecimiento, la modelo rusa volvió a llamar.
—Hola—respondió Adam al primer timbrazo—. Lo siento, estaba en un restaurante y tuve que colgar.
—Así que... ¿con quién estás cenando? —Preguntó el acento marcado de la modelo con lo que Adam se quedó helado. Anne y él no eran una pareja oficial, pero aun así confesarle a la rubia que estaba cenando con otra mujer quizá no resultaría tan bien.
—Con Jimmy.
—Pobre Jimmy, ¿cómo pretendes que consiga una novia si sigues acaparándolo así? —Se rió burlona, pero dulce la rusa, sin sospechar siquiera de su mentira.
—Soy un hombre celoso, no puedo compartir a Jimmy—se repuso Adam, sintiéndose muy mal al mentir de aquella manera, aun cuando ni siquiera estaba haciendo nada malo. Después de todo Margot era sólo su... ¿amiga?.