Veintiuno.

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Charlotte se encontraba en su habitación, fijándose en la ropa que tenía en sus cajones, puesto que aún no se decidía cuál llevaría.

Al final, luego de unos minutos, el conjunto terminó siendo unos pantalones de mezclilla y una blusa negra holgada junto con los zapatos que usaba para ir a la escuela.

Era inevitable sentir el nerviosismo siendo turista por su ser. Ese día sería la primera vez que vería a aquel chico que un día fue un enigma para ella.

En aquellos instantes experimentaba una curiosidad agrandándose, aunque Peter le arruinaba sus lecturas ella tenía unas inmensas ganas de conocerlo.

Porque pese a que le costaba admitir que le caía vagamente bien, él había sido uno de las pocas personas que la habían apoyado en tan escaso tiempo.

La joven vio la hora en su móvil marcando las ocho de la noche, habían acordado verse a las ocho y media.

Y tras esperar diez minutos más en casa salió, tomando un suéter azul marino con capucha, ya que en exterior la lluvia comenzaba. Y le avisó a sus padres que no tardaría en llegar.

¡Cuánto le había costado tener permiso para salir! Fue un gran conflicto, al inicio le habían dado una negativa, y después de ser tan persistente y haber hecho un trato de: no mucho celular por una semana, ayudar muchísimo más en las labores de la casa y dormirse más temprano, habían cedido, además de que el tiempo límite de su estancia afuera era de una hora.

La chica se fue caminando, a pesar de mojarse. En realidad, las gotas que caían le eran tranquilizantes y le agradaban. Mientras avanzaba podía ver a la gente corriendo para evitar el contacto con el agua, lo cual a la joven se le hizo un poco absurdo, lo único que podían obtener era un resfriado.

«Ni que fuera lluvia ácida» pensó la joven siguiendo con su camino.

Después de una caminata que duró no más de quince minutos entró a la cafetería y buscó con la mirada a un chico de ojos azules y con lentes, pero no halló a ninguno.

Ante tal hecho, Lottie tomó lugar cerca de la ventana y puerta para ver si Peter llegaba, la idea de encontrarlo, le causó un torbellino de sensaciones angustiosas y a su vez, extrañamente apaciguadas en su estómago; una parte de sí quería saber quién era y la otra no. En cierta parte le era interesante el anonimato, pero aún así ella sabía que no sólo se reunirían para verse sino que él le explicaría la razón por la que se vengaba, lo cual sí se le hacía de suma importancia.

Impaciente, vio la hora en su celular: ocho veinticinco.

Se intranquilizó al ver la hora que mostraba su móvil, pero después trató de no pensar en cosas negativas como la posibilidad de que la persona que estaba esperando no llegaría. Luego de unos momentos transcurridos pidió un café y cuando éste fue entregado se dispuso a consumirlo, mirando a la vez con atención a la puerta.

El tiempo dejaba la esencia de estar pasando y Charlotte todavía permanecía con la vista fija en la puerta y a veces en la ventana, ¿cuántos minutos habían pasado? No lo sabía y aun así se hallaba exasperada; así que, para no hacer tan tediosa su espera sacó de nuevo su teléfono y se dispuso a continuar la lectura de los libros que habían en una aplicación gratuita para leer. La joven no poseía un tremendo dinero para comprar todos los libros en físico así que en ocasiones acudía a comenzar una lectura de escritores sin reconocimientos. Y opinaba que existían algunas novelas que eran geniales, e inclusive deberían de estar en papel y ser leídas por más personas.

La lectura le tenía absorta y la distrajo de la realidad por unos inmensos instantes, aunque ella ya había perdido la noción del tiempo y sólo se dio cuenta que los minutos se fueron prácticamente volando al sentir que un mesero le tocó el hombro y le dijo con serenidad:

El Chico De Los Spoilers.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora