*Nuestra Alice en multimedia*
- - - - --Creo que esto no puede estar pasando. -Pronuncio entrando a mi departamento.
-Y yo creo que te estás equivocando, está pasando. Bienvenida a la vida real, hogar dulce hogar.
Lo fulmino con la mirada empujando la maleta.
-¿Otra vez? ¿No se aburren? ¿Qué quieren de mí? -miro el desorden en el salón y resoplo sonoramente.
-Lo mismo que has dicho; a ti.
-Lo sé, me lo dijiste pero... ¿Por qué a mí?
-Hay cosas que son complicadas y no deberías meter las narices, niñata. Aunque te cueste estar alejada de un cotilleo, por primera vez, no te metas.
-Ya has dejado claro que piensas que soy una entrometida, no hace falta que des más detalles. -Aún sigo molesta con él y se lo hago saber con mi voz fría y carente de humor.
-No lo pienso, lo admito en voz alta.
Recojo unos libros del suelo y me estiro cansada.
-Creo que ya puedes irte. -Digo girandome para mirarlo.
-¿Estás enfadada? -pregunta acercándose.
Me alejo a zancadas para apoyarme en el sofá. Él se gira para dar a entender que no va a dejarme escapar.
-¡Para no estarlo! Me has llamado zorra en mis narices.
-En realidad... -se queda callado -. No lo pienso.
-Oh, me dejas mucho más tranquila -digo con la voz cargada de sarcasmo.
-Enserio -recalca -. No lo eres.
-Vale -ruedo los ojos -. No lo soy.
No tenía que decirmelo para que yo supiera que no lo soy.
-Pero es que -se acerca a mí hasta ponerse en frente -, me pones de los nervios. Son las ganas de matarte y follarte a la vez.
Arqueo las cejas y abro la boca sorprendida. Es tan directo.
-¿Para eso me quieres? ¿Para acostarte conmigo?
Levanto el dedo índice para continuar.
-Me lo has dejado muy claro. Tú solo piensas con lo de abajo en vez de con la cabeza.
Se echa a reír en mis narices haciéndome apretar los puños enfadada.
-Inocente... -murmura por lo bajo.
-Vete -es lo único que le digo.
Pongo mis manos abiertas en su espalda y apenas consigo moverlo.
-¿Recogerás esto tú sola? -se da la vuelta.
-¿Con quién sino? -suspiro.
-Te ayudo -dice y yo gruño.
-Eres un... un... ¡me agotas! ¿Te ríes de mí o eres mi amigo del alma? ¡Aclarate!
-Eres tú la que no me entiende. ¿Y si vienen otra vez? ¿No tienes miedo?
Abro la boca sorprendida.
-No lo había pensado.
-Pues piénsalo y creetelo. Vendrán.
Me cruzo de brazos y vacilo.
-¿Cómo estás tan seguro? -me cruzo de brazos.
-Sólo lo estoy -pasa las manos por su cara.
Pongo las manos en mi cadera mirándolo altanera.
-¿Cuándo acabará esto? ¿Puedes solo responderme a esa pregunta?
-Me temo que no -coloca las manos en su cabello y comienza a jugar con él distraído.
Me gustaría estar enfadada con él mucho tiempo, pero si vuelve a mostrarse tan sincero y a mirarme con esa cara, tiraré todo por la borda. Tengo que ser fuerte.
-Mira, haz lo que te dé la gana pero a mí dejame en paz. No me hables ni me toques -espeto caminado hacía la cocina.
Muerdo mi labio, repasando mentalmente mis palabras. No me pegan nada.
Cojo una escoba y un recogedor y vuelvo al salón. Lo que me sorprende es encontrarme la habitación vacía. Miro a todos lados y hundo los hombros. En realidad no quería que se fuera, pero al menos tenía que mantener la postura de enfado.
Me tenso al sentir una mano en mi estómago, luego un cuerpo tras de mí. Pero me relajo, sabiendo de quién se trata.
Ni siquiera puedo decirle algo, pues me tapa la boca con su mano y me arrastra hasta llevarme a la cocina, me coloca entre su cuerpo y la pared.Murmuro bajo su mano mientras él continúa y continúa pegándose. Por poco llega a aplastarme. Se acerca a mi oído y sopla en él antes de hablar.
-Han entrado. -Susurra y me indica con su dedo índice que me calle.
Tiemblo por puro miedo, mientras me abrazo a Stephen por los costados. Lo aprieto tan fuerte que puedo sentir sus abdominales bajo mi mejilla. Se sacude riéndose y apoyo mi mentón en su pecho. Frunzo el ceño, cuando su risa se va intensificando y poco a poco se convierte en una escandalosa.
Totalmente confusa me deshago del agarre mirándolo.
-Te van a oír.
-¡No hay nadie! -exclama doblandose por la risa.
Nunca lo había visto reírse tanto y lo hubiera disfrutado si no fuera porque se está riendo de mí.
-Idiota -escupo pisando su pie.
Él solo ríe más.
-Cagada, eres una cagada -canturrea -. ¿Qué es eso que huelo? ¿Te lo has hecho encima, Al?
-¿No sabes hacer otra cosa que fastidiarme? -chillo de mal humor.
-No, me encanta. Me encanta como se te pone la cara roja, tus ojos parecen fuego y alzas los brazos exageradamente. Me encanta como se menea tu cadera sugerentemente.
Un escalofrío me recorre los brazos al escucharlo. Pero me indigno, me indigno a caer por unas sucias e indecentes palabras.
-Ahórrate tus palabras.
-¿No querías qué fuera sincero? Pues lo estoy siendo -Abro la boca para decir algo pero él me detiene colocando un dedo en mis labios -. Admito que me pones mucho, tu cuerpo no es el mejor que he visto, pero tienes algo... esa inocencia... me enerva y como te he dicho antes me encantaría hacerte muchas cosas.
-Stephen por favor... -Lo interrumpo exasperada.
Si sigue diciendo esas cosas acabará conmigo.
-No Alice. ¿Estoy expresandome no? -asiento -. Cuando me dejaste tocarte y te vi en mis brazos sentí algo. No sé que fue, ni siquiera sé si lo sentí de verdad, se esfumó rápidamente dejándome aturdido. Tus gemidos solo me decían que querías y que tenía que hacerte disfrutar, pero no pude. Hay demasiadas cosas que me lo impiden.
-¿Cuáles? -no puedo evitar preguntar, porque todo esto que está diciendo cambia las cosas. No mucho, pero las cambia.
Se queda callado y yo ruedo los ojos.