10. Te amo Angel

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Caminaba por la calle de mi vecindario como de costumbre. Aunque estaba un poco desvelado por la noche anterior, sentí que un nuevo impulso se fue de lleno contra mi vida. Tenía que comenzar otra vez.

Comencé a trotar y después a correr, de pronto un cuerpo al cual no presté atención al principio, pasó a mi lado.
Por alguna razón me quedé parado y la persona también.
Estábamos de espaldas, una parte de mi decía que me fuera que no era importante, pero la otra me pedía a gritos que volteara.

Giré mi cabeza y una parálisis se apoderó de mi cuerpo entero, solo mis ojos se llenaron de lágrimas sin poder evitarlo.
A pesar de tantos años, conocí ese cabello negro al instante.
De pronto ella giró.
Ahí estaba.
Frente a mi. Sonriéndome como si fuera un lunes de escuela normal. Como si jamás se hubiera ido. Tan ajena a la tristeza que corrió por mis venas tantos años.
Ahí estaba. Radiante, con un traje deportivo que se adaptaba perfectamente a su silueta.
Mi amor, mi vida, mi universo, mi mejor amiga, el amor de mi vida, mi martirio de tanto tiempo. Ahí estaba, frente mío
—E-estas a-aquí...
Tartamudeé con tal idiotez que soltó una pequeña risita.
No lo creía aún.
-Claro que lo estoy perezoso.- bajo la mirada, recordaba esa mirada como si la hubiera visto cada día de mi vida al despertar. Estaba triste. -¡no te quedes callado! ¡Mírate, si ya eres todo un Leyva!
Estaba triste.... ¡Triste! Ella que creí siempre sonreiría.
La tomé de la mano y la llevé a caminar sin rumbo en la ciudad.
Nos desaparecimos por más de una hora y media.

-Después que me gradué en pedagogía  en Chicago, mi mamá enfermó y el tratamiento no existe en América, tuvimos que irnos a Europa. Viví algunos años en Inglaterra... Y ahora decidí vivir en la vieja casa...Te extrañé mucho Leo...- no sabía como reaccionar, se recargó en mi hombro mientras abrazaba mi brazo. -gracias por las flores.
Me miró  y yo a ella.
Las flores eran la señal para decirle que la amaba con todas las fuerzas en mi alma.
-Angel...
-Dime, Leo.
Aclaré mi garganta y me separé de ella y me puse frente suyo.
-Angelique Metters, no sabes como sufrí tu ausencia, lloré desconsoladamente, ¿sabes hasta cuando?
-No, no lo sé.
Bajó La mirada.
-Hasta ayer.- volteo a verme y frunció el ceño. -hasta el día de mi boda.
-Lo siento.
-¡Te amo Angel! Te amo como creo jamás poder amar a nadie en la vida, te amo y siempre has sido mi amor ideal.
Las lágrimas comenzaron a salir por sus ojos y también por los míos.
-Leo.
Limpié mis lagrimas y aclaré la garganta una vez más.
-Dime.
-Si tú me hubieras dicho que me querías, yo me hubiera quedado contigo.

Me partí en dos. Tenía la sensación de haber presentido esas palabras antes de que fueran dichas.

La miraba a los ojos con más tristeza de la que se puede imaginar.
-Pero el hubiera no existe Angelique.- solté su mano con delicadeza y me aparté. -¿Vez esto?-. Señalé el anillo en mi dedo. -No puedo dejar lo que tengo solo por una equivocación Ángel, lo siento, pero... El pacto no fue solo con mi esposa... Lo hice también con Dios y ya no hay vuelta atrás.

Di media vuelta y me retiré. Dejando atrás todo lo que un día había soñado que pasara.

PerderteWhere stories live. Discover now