Una tarde primaveral del año 2015, observo fijamente a mi hijo adoptado, Samir Faraj. Desde un pequeño banco de un parque aislado de la ciudad de Filadelfia, mirando fijamente a Samir, recuerdo la primera vez que le vi. Aquel día que a pesar del momento vivido que fue horrible, hoy en día agradezco que sucediera porque gracias a eso Samir apareció en mi vida. Todavía puedo recordarlo como si estuviera allí.
