La cafetera comenzó a desprender mucho vapor, disipando por un instante los pensamientos que rondaban por mi mente. Así que me levanté del banco tan rápido como me permitió mi cansado cuerpo para atender aquella desesperada llamada que provenía de la cocina. Me serví el café en mi antigua taza y me apoyé en la encimera. Sin duda, necesitaba aquellos sorbos y sobre todo el calor que inundaba mi vacío estómago. Mi viejo rostro también agradeció el vapor que recibía en cada uno de mis tragos, trasladando a mi piel por breves momentos a una agradable tarde veraniega en aquella fría mañana de invierno. En ese momento contemplé la cocina y mi cabeza fue abordada por miles de recuerdos: aquellos desayunos rápidos para llevar a los niños a clase, aquellos besos que me recibían después del trabajo, aquellas cenas donde nos reuníamos toda la familia...Una sensación agridulce recorrió mi cuerpo. Me pareció increíble como habían transcurrido los años y todos esos momentos que viví ya formaban parte del pasado. Abandoné la sala y me dispuse a recorrer una vez más las distintas estancias de mi huérfano hogar que recibía la visita de su dueño después de mucho tiempo. Quizás fui víctima de la emotividad que impregnan estas fechas navideñas en las que suceden reencuentros como entre mi pasado y yo. Pienso que ese es el motivo para que hoy esté aquí, paseando por este polvoriento y entrañable lugar. Con cada paso que doy tropiezo con cada una de las miles historias vividas en aquellas habitaciones, siendo estas iluminadas por la claridad que esquiva con éxito al manto de nubes que cubre el cielo. En realidad, estaba realizando una travesía por mi ser que inevitablemente volvió al punto de partida. Me encontraba de nuevo en el banco situado en el frondoso jardín de la casa. Aquel paisaje conservaba toda la esencia que en su día me enamoró para construir aquí mi hogar y no solo poner sus cimientos, sino también los míos. En aquel mundo de flores y demás vegetación reinaba un inmenso árbol que ya habitaba en estos lares antes de mi llegada. Era un espectador que nos observaba a través de las ventanas de la casa. Durante el tiempo que estuve aquí viviendo, juntos envejecimos y ambos echamos raíces.
Anónimo Jerónimo