Sweet love; 8

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Ese mismo día, unas horas después, el grupo de jóvenes se disponía a partir la expedición con rumbo a las tierras inhabitadas del Reino Caramelo.

* * *

«Chester, no vayas a las zonas oscuras del bosque, las brujas te atraparán» solía decirle su institutriz cuando él se aburría de sus lecciones y quería ir a jugar. «Son lugares peligrosos, reinados por la maldad de la oscuridad».

Ese mismo día, Chester fue capturado por un grupo de bandidos que acechaban los bosques durante el verano. Lo llevaron a una subasta en un poblado costero en uno de los extremos del reino Delicia, donde frecuentaban piratas y otros valientes marineros. Esa tarde casi se une a la tripulación de Barba Azúcar, pero no ocurrió nada de eso porque uno de los cortesanos amigos de su padre que rondaba un bar lo reconoció y se lo llevó de allí.

Pero Chester era un niño travieso, y sumando el que el cortesano estaba borracho, se escapó y de alguna manera consiguió transporte de vuelta al castillo con unas señoritas. Eran las bailarinas de uno de los varios espectáculos ambulantes que eran frecuentes en ese reino. Hablaron durante todo el camino hasta que decidieron que el viaje era muy largo para un solo día y se detuvieron en una posada. Se consiguió la cocina y preparó un pastel en agradecimiento para las señoritas, dejando el lugar durante la noche.

Pero, ¿realmente quería volver al castillo? Encerrado, con clases, lecciones, modales, asuntos formales y asuntos aburridos (Y los primeros eran técnicamente iguales a estos últimos). No, no quería eso. Así que cambió de planes, era hora de tomar unas vacaciones por un tiempo.

Iba de mochilero por el reino, mientras Jared, su cuñada, Shannon y su madre lo buscaban como locos frenéticos. La noticia se expandía con rapidez por todas partes como chisme entre las señoras de la cuadra y Chester tenía que inventar de las mentiras más increíbles para ir de un lado a otro sin ser pillado.

Hasta que en una fiesta fue descubierto por Mike.

Iban dos semanas desde que el joven Príncipe había desaparecido. La familia real y los nobles de más alta cuna estaban esparcidos por todo el reino, camuflados, tratando de dar con el adolescente en fuga. Pero Chester es Chester, va a aprovecharlo todo mientras pueda, porque después se lo pueden quitar. (Tal como lo hicieron con Mike años más tarde).

Quien estaba de cumpleaños era una de esas típicas niñas ricas mimadas con padres ricos que trataban de llegar a la realeza —motivo por los cuales varios de sus amigos estaban allí—, de los llamados estirados. De todas maneras era una fiesta, estaban sus amigos y Mike —que en ese tiempo le hacía sentir extraño cerca y tenía una vaga idea de porque—, no se la iba a perder por miedo a ser atrapado.

Y fue a la dichosa fiesta. Se divirtió, tomó —tecito no más, que es menor de edad el niño—, comió, besó descaradamente a Mike y se auto delató por esto último y tuvo que salir corriendo a toda velocidad de allí.

Tan despistado iba que calló de golpe a un agujero de un par de metros de profundidad. Su brazo se estrelló brutalmente contra el suelo y quedó inconsciente durante unos minutos, para luego despertar cegado de dolor y con mucho calor, extrañamente.

—¿¡Chester!? ¿¡Chester estás allí!? . —La angelical voz de Mike lo sacó de sus dolorosos pensamientos. Escuchaba varias voces difusas a través del agujero que lo había llevado ahí y su visión se volvía poco a poco más clara.

—¡Sí! ¡Me caí a un pozo! —gritó de vuelta, lo más fuerte que pudo. Se incorporó despacio sujetando su brazo visiblemente roto y se apoyó en una estalactita que estaba cerca suyo, sentándose contra esta.

Se encontraba en una cueva de colores morado oscuro, de un tipo de piedra que Chester no lograba reconocer. La atmósfera era pesada y el ambiente caluroso. Estaba iluminado por varios otros tragaluces que no estaban tan alejados del suelo como pensaba. La cueva era baja y si pudiese ocupar ambos brazos, de seguro podría salir solo. Bufó desilusionado. Su aventura estaba por acabar.

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