Él amaba sus tarros de cerveza. Tal vez un poco demasiado a veces, pero era siempre divertido mirar las cosas locas que hacía, y recordarle todas las cosas que él no recordaba al día siguiente. Él casi tenía una personalidad burbujeante, el alcohol parecía solo intensificar ese hecho. Después de una loca noche en un bar juntos, lo llevaste a casa, para asegurarte de que él llegaría a salvo. "¿Estás bien? ¿Estás seguro de que puedes arreglartelas allá adentro?" "Sí, estoy bien. Gracias por el aventón, nena." Él golpeó la puerta del carro más fuerte de lo necesario y comenzó a caminar tambaleante hacia su puerta principal. Rodaste tus ojos, él claramente no estaba bien. Lo alcanzaste y tomaste su brazo. "Heeeey. Has vuelto." Él estaba gritando, atropellando las palabras juntas. Tú solo reiste, ayudandolo a entrar a su casa. "Ve a la cama. Voy a conseguirte una aspirina y un vaso de agua." Cuando entraste en su habitación, vaso en mano, te detuviste congelada, mirandolo poner su camiseta por encima de su cabeza. Los músculos en su espalda se flexionaron y contrayeron con el movimiento. Ustedes han sido amigos por mucho tiempo, él era casi un hermano para ti, pero no había manera en que pudieras negar que él era caliente. Él golpeó fuera sus zapatos, tirandose a la cama. Caminaste cerca de donde él permanecía, entregandole el vaso y dos pastillas. Él maldijo, tomando el vaso. "Gracias hermosa." Le diste una pequeña sonrisa antes de caminar hacia la puerta. "¿Te quedarás?" "Claro. Solo hasta que te quedes dormido." Él golpeó el espacio a su lado con excitación, haciendo gestos para que te unieras a él en la cama. Él instantáneamente se enredó alrededor de ti, como un pequeño oso abrazando a su madre. Enredaste tus dedos alrededor de su cabello y Niall murmuró: "Pienso que eres la mujer más hermosa que he conocido." Soltaste una risita, pero algo en su tono serio te llamó la atención cuando él continuó: "He estado enamorado de ti desde que nos conocimos." Y te congelaste, sus palabras tomandote por sorpresa.